30 d’octubre 2006

Makinavaja, el primer chorizo


22 octubre 2006


Un pasaje de la obra musical.
SAÚL FERNÁNDEZ

Makinavaja es el protagonista de «La ópera de tres centavos», de Bertolt Brecht y Kurt Weill, y es, asimismo, el personaje más característico de Ivá, dibujante de «El Jueves». El viernes, el teatro Palacio Valdés acogió una representación de la comedia más popular del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, uno de los renovadores de la escena europea de la primera mitad del siglo pasado. Los otros dos, dicen los manuales, fueron García Lorca y Valle-Inclán, algo más cercanos. El espectáculo lo dirigió Ricardo Iniesta, al frente de «Atalaya», desde 1983, desde que se fundó esta compañía independiente que todavía se mantiene en sus trece: sobrevive el teatro sin necesidad de estrellonas, de relumbrón y de todo eso. Makinavaja, el personaje de Ivá, se apellidaba «el último chorizo»; el de Brecht, por lo tanto, no puede ser otro que el primero. Un caso insólito en la historia de la creación: la traslación de un original a su homenaje y el paso al olvido de la primera criatura. Ayudó, es cierto, la versión televisiva, primero del polémico Andrés Pajares y después del también polémico Pepe Rubianes. ¿Qué tiene que ver el primer chorizo con el último? Pues que son defensores de una moralidad difusa: son ladrones, pero buena gente; así los trajo Brecht al mundo. En 1928 se estrenó el primer musical de la escena europea, un musical y una comedia. No hay que confundir la revista o el cabaré con el musical, con Brecht y con lo que vino después: la escena como espejo del alma. Makinavaja defendiendo el orden establecido, siendo un señor que defiende el sistema, un ladrón, un putero y un condenado a muerte por unos señores de orden que le desprecian, que se dedican a la explotación de la mendicidad en el entorno del puerto, unos días antes de la boda del rey. Un cuento dulce y raro. ¿Cómo es el Makinavaja de «Atalaya»? Un tipo desconcertado, un timador timado, un miserable a la orden día. Ricardo Iniesta está al frente de la función, con siete actores en escena, con media docena de músicos divertidos como un «ensemble» de jazz en la era del jazz, una orquesta de mendigos con tuba, guitarra y piano. El escenario está dividido por un telón como una gasa. El espacio escénico lo marcan seis somieres multiusos y trapezoidales: unas veces forman una cárcel y en otras la hospedería de las putas. El vestuario remite a los años de declive, antes del Crack de Nueva York, pero con toque ridículo: claves de sol y corcheas. Otra cosa es cómo cantaron.

Encetem temporada, comença l'espectacle!

Amb la celebració de la Festa Major de Manresa,  donem el tret de sortida a la nova temporada del Kursaal.  Us hem preparat una tardor que a...