29 de juliol 2007

MUSICALES II: EN EL TEATRO

17 de juliol de 2007


Hay un tipo de musical que provoca grandes y entusiastas audiencias: aquellos que recrean con precisión un gran número de canciones populares en décadas pasadas. A pesar de la descripción de la obra como "shoddy" (que significa "vulgarmente pretenciosa"; aquí diríamos cebollenta) en Time Out, la principal revista de espectáculos y referencia obligada para ellos, llegamos con un amigo a ver Ferry ‘cross the MerseyPor Argos JeriaPublicado el 17 Jul 2007
En Londres hay unas sesenta salas de teatro listadas en el Official London Theater Guide, folleto que Usted puede conseguir en casi todos los lugares públicos. Buena parte de las que exhiben obras musicales muestran su espacio interior distribuido como nuestro Teatro Municipal de Santiago: una platea y tres o cuatro pisos superiores, aunque normalmente son de mayor altura. Como se esperaría, los precios de los asientos bajan con la altura y con la distancia a las primeras filas, salvo en aquellos cercanos al escenario en platea. Antes de que lo pregunte, le adelanto que sí he estado sentado en la última fila del último piso; el musical se llamaba 42nd Street. El primer musical que vi fue Evita, de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, el año 1982. Mi ubicación era en primera fila del piso más alto (upper circle); buena ubicación. Ignorante de la prohibición de hacerlo, durante el intermedio saqué fotos del telón representando al general Perón y unos cañones, ante el regocijo y orgullo de mis bonachones vecinos ingleses. “El teatro inglés es el mejor”, me dijeron, sin que yo me atreviera a preguntar qué teatros de otros países conocían. Pasaron trece años para que volviera a ver un musical de Lloyd Weber, Sunset Boulevard, al que asistí motivado por la presencia de Petula Clark en el papel principal (sí, la de Downtown y tantos otras estupendas canciones de los sesenta). Entre el 96 y el 98 me deleité con otras del mismo autor: By Jeeves, Cats, las nuevas versiones de Jesuschrist Superstar y Starlight Express – con trenes representados por actores en patines – y El Fantasma de la Ópera. Me sorprendió ver espectadores sentados tras el escenario – es decir, frente a mi – en Jesucristo Superestrella, casi como actores pasivos. Tiempo después usé ese tipo de asientos (muy baratos) sólo para descubrir lo ingrato que es ver a los actores de espalda.Hay un tipo de musical que provoca grandes y entusiastas audiencias: aquellos que recrean con precisión un gran número de canciones populares en décadas pasadas. A pesar de la descripción de la obra como “shoddy” (que significa “vulgarmente pretenciosa”; aquí diríamos cebollenta) en Time Out, la principal revista de espectáculos y referencia obligada para ellos, llegamos con un amigo a ver Ferry ‘cross the Mersey. Allí se mostraba la música del Merseyside en Liverpool durante el surgimiento de Los Beatles, usando como excusa la vida de Gerry and the Pacemakers, engalanada con la presencia del vocalista Gerry Marsden como narrador en el escenario, cuya bendición a John Lennon abriendo los brazos y con los ojos blancos en dirección al techo resultó inolvidablemente “shoddy”. Sin embargo, nos cantamos todas las canciones conocidas, de pie y junto a un público delirante. Vi varios musicales como ese: Smokey Joe’s Café (las canciones de Lieber y Stoller), Only the Lonely (las de Roy Orbison) o Elvis, The Musical. Pero no todos eran sólo la música; buenos montajes resultaron Buddy (la vida de Buddy Holly, que vi y gocé en el Victoria Palace después de una carrera desenfrenada para no llegar tarde y comprar mi entrada barata en 1994) y Great Balls of Fire con la vida y canciones de Jerry Lee Lewis.Las entradas a estos espectáculos son caras, entre 15 y 60 libras*, aunque comparables a los precios de espectáculos en nuestra capital. Hay trucos para hacerlas más soportables, como el de verificar horas y días en que las entradas son más baratas, incluyendo los previews (es decir, presentaciones antes del estreno, un riesgo que a veces vale la pena). Ojo, que las oficinas de ventas rebajadas normalmente tienen sólo las más caras (plateas o stalls). Mejor ir directamente a las ventanillas del teatro. Una querida amiga me invita siempre a buenos asientos; así vi The Producers o Tommy (la ópera rock de The Who). Pero a veces me relajo y subo de pelo, como en Mamma Mia, el muy logrado musical con las canciones de Abba.Los musicales y el teatro londinense en general son no sólo un espectáculo; son también un ambiente y una cultura que trasciende el precio del asiento. Como aquella vez en que, al mostrar mi ticket camino a lo más alto del teatro, el muchacho que los revisaba me dijo que debía dejar mi cámara fotográfica en custodia. Al ver mi rostro con pocas ganas de hacerlo, me dijo: “veo que preferiría llevarla consigo”. Ante mi respuesta afirmativa me preguntó, impertérrito: “¿Promete Usted no tomar fotografías?” Acepté y, debo confesarlo, no tomé fotografía alguna. Es que el muchacho confió en mi, así es que me pareció un aliado en la búsqueda del Bello Sino.* Una libra son mil pesos, aproximadamente.

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