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25 de juliol de 2014
David Morán
Foto : Inés Baucells
El Liceo de Barcelona se estrena en el teatro musical con el
exitoso montaje basado en la obra de Víctor Hugo
Viaje a las entrañas de «Los Miserables»
El montaje se estrena el viernes en el Liceo
En la platea no hay ni un alma, pero el escenario y la caja
escénica del Gran Teatro del Liceo es un ir y venir constante de cajas con
ruedines, telones, operarios con cables y pesadas piezas de escenografía. En un
rincón, justo frente a la boca del escenario, unos cuantos fusiles descansan a
la espera de que alguien se anime a empuñarlos. Un poco más allá, detrás de la
inmensa caja negra que sustituye al escenario rotatorio de anteriores montajes,
se amontonan carromatos, tramos de escaleras, barriles de explosivos con
amenazantes calaveras garabateadas en blanco y, en fin, todas y cada una de las
90 toneladas de material que «Los Miserables» moviliza cada vez que sale de
gira y aterriza en una nueva ciudad con sus once trailers y su aún más
voluminosa historia de récords y aplausos a cuestas.
No en vano se trata de uno de los grandes musicales que ha
dado el género, una pieza que han visto más de sesenta y cinco millones de
personas de cuarenta y dos países desde su estreno en Londres en 1985 y que
mañana desembarca a lo grande en Barcelona con casi todas las localidades
vendidas para seguir haciendo lo que mejor sabe hacer. Esto es: historia. Sobre
el escenario, el clásico de Víctor Hugo y la trágica epopeya de Jean Valjean,
un exconvicto encerrado durante veinte años por robar un pedazo de pan,
volverán a sumergir a los espectadores en este fresco musicado de la Francia de
la primera mitad del siglo XIX. Una historia inmortal y universal repleta de
venganza, redención, traición y amor cuya puesta en escena requiere de cuatro
días de montaje así como de un centenar de operarios que se turnan para cubrir
jornadas que se alargan durante 24 horas.
Unos números que, sumados los 34 actores-cantantes que
desfilan sobre el escenario y a los catorce músicos que dirige desde el foso el
malagueño Arturo Díez, hacen de la versión española de «Los miserables» la
producción de mayor envergadura que ha girado por la península, como señala el
responsable técnico del montaje, Francisco Grande. Y no solo eso: con su
estreno en el Liceo, la obra se convertirá en el primer musical en hacerse un
hueco entre las magnas paredes del coso operístico barcelonés. «Que ahora “Los
Miserables” llegue al Liceo, un espacio propio de la música culta, es como un
reconocimiento que tiene este musical, del nivel de su música, de su producción
y de la historia que explica; en suma, de la capacidad de emocionar que tiene»,
señalaba el director de la versión española, Daniel Anglés, en una entrevista
reciente.
Espacio ideal
Normal que los responsables del montaje consideren el Liceo
como un espacio inmejorable —no hay más que ver la gigantesca caja escénica,
con espacio suficiente como para que los trailers descarguen directamente todo
el material a pie de escenario— para un espectáculo que, entre bambalinas,
combina los elementos de telar por contrapesada y de suelo con cambios
automatizados. «“Los miserables” es una producción que donde mejor luce es un
teatro a la italiana. Gana vistosidad y proximidad», reconoce Grande,
responsable de que todo esté perfectamente engrasado y no haya ningún contratiempo
durante los sesenta cambios de escena que se suceden durante las dos horas y
media que dura la obra. Un auténtico maratón escénico tras el que se esconde el
trabajo de una treintena de técnicos que no pierden detalle de lo que ocurre
sobre el escenario.«Nuestra misión es facilitar el trabajo de los actores»,
reconoce Grande, quien, pese a no estar del todo seguro, cree que ya ha
escuchado la obra completa en cerca de 200 ocasiones.
La precisión, asegura, es clave. También uno de los rasgos
distintivos de una obra que, como le gusta subrayar al productor inglés de la
obra, Cameron Mackintosh, se ha convertido en uno de los hitos del teatro
musical porque el montaje es exactamente el mismo allá donde se represente. Da
igual que sea en Londres, Nueva York, Toronto o, como es el caso, Barcelona.
Los decorados, las coreografías y, cómo no, los números musicales, tienen que
ser idénticos. Podrá cambiar el espacio y la manera de trabajar —hay pocos
recintos, reconoce Grande, en los que uno pueda disponer de 15 toneladas de
paneles y decorados sujetos al telar—, pero la ejecución siempre es la misma.
En este caso, la versión de «Los Miserables» que llega a
Barcelona —después de bajar el telón el 3 de agosto, seguirá girando por
Bilbao, Salamanca, Logroño y Valencia— es la que se ideó con motivo del XXV
aniversario de la obra y que incorporó, como parte del decorado, la proyección
de dibujos creados por el propio Víctor Hugo y que, a fuerza de combinarlas con
la iluminación, crean imágenes cercanas al 3D.
Una novedad que sobre el escenario compartirá protagonismo
con Felipe Forastieri (Jean Valjean), Ignasi Vidal (Javert), Elena Medina
(Fantine), Carlos Díaz (Enjol Ras), caras visibles de un reparto ligeramente
diferente al que pudo verse cuando el montaje pasó por el Barcelona Teatre
Musical en 2013 pero que siguen apuntalando un musical de récord que
actualmente se representa de manera simultánea en Londres, Broadway, Melbourne,
Corea, Japón y, claro, España, donde el Liceo es la gran conquista.
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