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23 de juliol de 2015
Aurora Intxausti
Ángela Molina y Lucía Jiménez encarnan a una madura y joven
reina de Egipto, que debate sobre el sentido de la vida con su amado César,
interpretado por Emilio Gutiérrez Caba y Marcial Álvarez
La visión del teatro romano de Mérida siempre impresiona y
todavía más cuando su escenario se ilumina con una potente luz que subraya los
contornos de sus históricas piedras. Es de noche, el cielo está estrellado y la
luna creciente. El conjunto resulta hipnótico. Del escenario emergen la gran
Cleopatra y su amado Julio César. Llevan dos siglos sin verse. El paso del
tiempo no ha mermado ni un ápice la inteligencia, capacidad de seducción, dotes
amatorias y acidez verbal de ambos. Ahí siguen. Inalterables.
Una brillante Ángela Molina, con los pies descalzos,
reivindica con sólidos argumentos su papel de reina de Egipto. A su lado, César
(Emilio Gutiérrez Caba), en su edad madura y en un plano eterno. Estamos en
2015. Ya no hay papiros para leer, ahora Cleopatra pasa la mano por lo que
parece una tableta, o lo que podría ser plancha metálica llena de letras, como
ya anticipaba Ray Bradbury en 1954 en uno de los cuentos de Crónicas marcianas.
En este libro ya se utilizaba para leer lo que hoy es una tableta digital. El
tiempo... ¿Cuándo es pasado, presente o futuro?
Angela Molina en 'César y Cleopatra' en el Festival de
Mérida. / DAVID RUANO (EL PAÍS)
Emilio Hernández firma esta ucronía, uno de los platos
fuertes del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Se estrenó el
miércoles y se representará hasta el domingo en ese majestuoso escenario. Los
protagonistas se muestran en dos dimensiones diferentes: Ángela Molina y Emilio
Gutiérrez Caba interpretan a César y Cleopatra en la madurez; Lucía Jiménez y
Marcial Álvarez ofrecen la imagen de unos mandatarios de radiante juventud. El
texto está cargado de humor, diálogos e interesantes discusiones entre las
parejas sobre lo que hicieron y podían haber hecho a lo largo de su existencia.
¿Qué alianzas hubieran evitado tanto derramamiento de sangre? El pasado nunca
se puede cambiar y la historia no ha permitido enmendar los brutales errores
cometidos por el ser humano a lo largo de su existencia.
Ángela Molina y Emilio Gutiérrez Caba comparecen ante el público
desde la eternidad para ironizar, recordar y debatir sobre lo que vivieron y lo
que han visto suceder en el mundo desde aquel lejano día de su muerte. Lucía
Jiménez, la coqueta e inteligente Cleopatra, no puede evitar utilizar sus
delicadas al tiempo que audaces tácticas de seducción para dejar eclipsado a
Marcial Álvarez, el romano César al que las ansias de poder le impidieron
interpretar sus premonitorios sueños. No iba a tener una vida demasiado larga
ni llegó a presagiar que la muerte le llegaría de manos de su propio hijo,
Bruto, quien le asestó la puñalada definitiva, según cuenta la historia. Una
reciente investigación sobre el asesinato de Julio César, no obstante, revela
un nuevo personaje clave en el magnicidio de los idus de marzo, Décimo. Pero
esa es otra historia.
La obra pretende descubrir al espectador aspectos
desconocidos de la fuerte y controvertida relación de poder y seducción que
mantuvieron César y Cleopatra. Los cuatro actores, con sus dobles personajes,
entran en un combate dialéctico sobre cuestiones trascendentes, sobre dudas
existenciales, servidas en ocasiones con dosis de ironía que se agradecen. El
discurso de los protagonistas en un vaivén de pasado y presente sobre el poder,
la forma de alcanzarlo y mantenerlo bien podría aplicarse a la geopolítica
actual sin que nada chirríe.
Inteligente y culta
Lucía Jiménez, la novata
De los actores, solo Lucía Jiménez se ha estrena en el
Festival de Mérida; Ángela Molina lo hizo con Troya, siglo XXI, en 2002. Emilio
Gutiérrez Caba actuó en Mérida en 2004 con Orestiada y al año siguiente repitió
con A Electra le sienta bien el luto.
También ha participado varias veces en este certamen Marcial
Álvarez, la última el año pasado formando parte del reparto de Pluto, dirigida
por Magüi Mira.
Los eternos amantes han visto pasar muchos siglos desde la
muerte de ambos y muchas guerras que aniquilan pueblos enteros, destruyen
ciudades y arrasan culturas. La perspectiva que les ofrece el paso del tiempo
les lleva a sostener que el ser humano siempre está en el punto de partida, una
y otra vez. Una civilización destroza los vestigios de la siguiente. 300 años
se tardaron en crear la famosa biblioteca de Alejandría. ¿Dónde está hoy?
Arrasada, afirma Cleopatra.
Bajo las espectaculares columnas del teatro romano de
Mérida, Cleopatra se presenta como una mujer inteligente y culta, tenaz
defensora de la política, superviviente nata, de físico nada desdeñable y, pese
a su fama de seductora, tan solo amó a dos hombres en su vida, Julio César y
Marco Antonio.
El perfil que se ofrece en esta obra es el de una mujer bien
distinta de la que reflejan la mayoría de los libros. Cleopatra ha sido víctima
tradicionalmente de la misoginia, la gran mayoría de textos de historia han
sido escritos por hombres y sus adversarios políticos se cuidaron mucho de
crear una leyenda en la que saliese mal parada, como se insinúa en la obra. La
iconografía pictórica, las obras de teatro y las películas dibujan una
Cleopatra que murió a causa de la mordedura de una serpiente. No parece muy
propio de ella morir así, sino más bien que ingiriera algún veneno que
provocase una muerte rápida y no destrozase su cuerpo.
Lucía Jiménez representa la belleza de esa mujer en todo su
esplendor, capaz de seducir no solo con su cuerpo sino más bien con su palabra
a Marcial Álvarez, un César joven que lo quería todo y acabó doblegado por las
artes amatorias de la reina de Egipto. La actriz llena de frescura el
escenario, irradia sensualidad. Su voz cantando una versión contemporánea del
estribillo del aria Se pieta di me non senti de la ópera Julio César, de
Haendel, sorprendió y entusiasmo al público de Mérida. Una canción que en los
primeros instantes de la obra Angela Molina interpreta con su peculiar voz.
Fueron los primeros aplausos de la noche de un público que acabó despidiendo en
pie a los actores.
Los discursos de Ángela Molina en favor de la paz, el
diálogo y la tolerancia se alternan con los de Lucía Jiménez, que se muestra
como gran estadista aunque al final de sus días se vea incapaz de cumplir el
sueño, dominar Oriente. La eterna Cleopatra consuela a la joven diciéndole que
va a ser ejemplo de dignidad y orgullo para las mujeres que poblarán el
planeta. “Es cierto que algunos van a ser muy crueles contigo, pero no te
preocupes, la verdad es una reina que siempre prevalece por encima de los poderosos
de los reyes de la mentira”, sentencia la reina madura. Sobre la noche quedó
suspendida una duda: ¿Qué es más fuerte la erótica del poder o el poder de la
erótica?
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