El Festival de Titiriteros Andariegos está en
pleno desarrollo y semeja un cónclave iberoamericano si se tiene en cuenta el
origen de los elencos. La jornada del miércoles fue para la propuesta que llegó
de Uruguay.
A la espera de que comience la función, en la
antesala del hotel Nevada nadie habla del aumento del gas, del transporte
público ni de otros “sinceramientos”. Los adultos que aguardan que la
organización “dé sala” distraen a sus niños y niñas con otras temáticas aunque
en general, no hace falta: ellas y ellos tienen sus propias motivaciones y
expectativas. Además, se relacionan entre sí sin mayores inconvenientes.
Desde el 14 del corriente transcurre en esta
ciudad el Festival de Titiriteros Andariegos, una especie de cónclave
iberoamericano de la modalidad ya que llegaron hasta Bariloche elencos de
España, México, Uruguay y Colombia, al igual que desde otros puntos de la
Argentina: Mar del Plata y Santa Fe. Es la décimo sexta edición del
acontecimiento, que tiene como organizadora a Mónica Segovia, titiritera que
suele anticipar el cronograma “oficial” con funciones de El Abrojito, su propia
compañía.
En la fría tardecita del miércoles, tocaba que
hicieran de las suyas Títeres Cachiporra, elenco que se conforma con los
uruguayos Ausonia Conde y Javier Peraza. Para todo público, la pareja presentó
“Historias del camino”, un trabajo que quiso aunar simpleza, ternura y poesía.
La propuesta de los orientales se desdobló en dos historias sucesivas: “La
calle de los fantasmas” y “Perico y la Luna”. Daba gracia apreciar cómo incluso
antes de que comenzara la acción, ya la asistencia menuda irrumpía en
carcajadas…
En la primera de las tramas, el héroe del
asunto clamaba “nervioso” y “loquito” según sus propias apreciaciones por
Mariquita, su novia… Había tenido lugar un episodio desconcertante: la parejita
venía cantando una canción de manera despreocupada cuando después de un ruido
considerable y perturbador, el muchachito perdió de vista a su compañera.
De inmediato el títere protagonista estableció
una relación de complicidad con la platea infantil para compartir su desazón y
encontrar ayuda en la búsqueda. Confió que antes de desaparecer Mariquita,
ambos habían visto “una nube en bicicleta”. De improviso, apareció la
extraviada en escena, después de varios gags típicos del género que provocaron
la generalización de las carcajadas entre chicos y chicas.
Dos fantasmas
La dupla, momentos antes de salir a escena.
(Foto: gentileza Andrea Bravo)Luego de su retorno, la títere confió que se
había caído en un pozo y que le daba vergüenza reaparecer porque en la caída,
se había manchado la cola. Pero más allá de ese inconveniente, el problema
auténtico tenía que ver con el miedo que experimentaba al encontrarse con dos
fantasmas: uno amarillo y otro rojo. En principio, su novio intentó restar
gravedad al asunto y procuró poner en duda la existencia de tan incómodas
visitas, hasta que tuvo que rendirse ante las evidencias: la presencia concreta
de los dos.
Conde y Peraza pusieron en juego mucho oficio
y en más de una ocasión incorporaron reacciones inesperadas de los pibes al
transcurso de la obra, cuya trama finalmente se resolvió con el muchachito a
los golpes con los fantasmas en defensa de su amada. Pero nada de súper héroes:
el jovencito no disimulaba sus vacilaciones, sus miedos e inclusive sus ganas
de irse y dejar todo en banda, aunque su reciente novia allí quedara.
La segunda historia resultó un tanto más
poética y libertaria: un cocinero que trabajaba para un rey dejaba de soportar
la existencia entre las paredes asfixiantes de un castillo para lanzarse a los
caminos con equipaje mínimo: una bolsa como las que usaban los linyeras o
vagabundos de antaño. En ella atesoraba el cocinero viajero todas las palabras
que su despótico amo había tirado a la basura: un puñado de estrellas azules,
la Luna y otras bellezas.
Aquí el conflicto se desató cuando el rey Pura
Panza despertó de una pesada siesta y al advertir que su sirviente no estaba en
el recinto, inició una serie de ardides para restablecer la relación de
servidumbre. La historia reprodujo los clásicos conflictos entre el bueno y el
malo, con la platea infantil que se inclinaba no siempre por el bando
políticamente correcto. Desde ya, el cocinero viajero no tenía la menor
intención de retornar a su cocina del castillo.
El muchachito pudo contar con la ayuda de la
Luna para ponerse fuera del alcance del monarca y perseverar en su objetivo:
aprender a ser poeta. Pura Panza no escatimó esfuerzos para bajar a su ex
siervo desde las alturas, a tal punto que se valió de un cohete con el cual no
logró otra cosa que quemarse el trasero. Una vez más, el diferendo se resolvió
a la manera de Hollywood: una pelea en la que prevaleció el bueno. Chicas y
chicos, muy contentas. La continuidad del cónclave titiritero se puede
consultar en http://festivaltitiriteros.wix.com
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19 May 2016
Mónica Segovia da la bienvenida. (Foto:
gentileza Andrea Bravo)
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