03 de juny 2016

La rosa tatuada



la rosa tatuadaaitana sanchez-gijoncarme portacelitennessee williamsalba flores"Hagamos una plegaria por todos los corazones salvajes que viven encerrados en jaulas", dijo Tennessee Williams. Una jaula: una casa en Nueva Orleans, abriéndose (literalmente) como una flor para los espectadores. Dejando ver en ese interior a su Serafina delle Rose y su decisión de enjaularse el corazón a causa de la muerte de su marido, Rosario. A la vez, a su hija Rosa, por las cosas de la vida, se le cruza un marinero y comienza a abrirse al mundo. Éste es el asunto de La rosa tatuada que se ha estrenado en el Teatro María Guerrero. Jaulas y entrañas palpitantes para una obra con dos reclamos fundamentales: el texto de Williams, maestro en este tipo de historias, y el protagonismo de la última ganadora de los Premios Max y Valle-Inclán, Aitana Sánchez-Gijón. El resultado: una función convincente y emoción a flor de piel para este dibujo epidérmico.

El diseño del tatuaje
Carme Portaceli dirige el espectáculo y lo traslada a la Nueva Orleans post Katrina. Colorido vestuario, abundancia de proyecciones y un llamativo juego de escenografía con esa casa de paredes abatibles que se abren para nosotros (han tenido que quitar algunas butacas del patio para ello) conforma un espectáculo de vistosa estética que, aunque actualizada, podría ser también atemporal. Cierto es que no hacía falta ninguna tampoco este despliegue escénico pero a la gente le gusta pagar para ver una escenografía que haga cosas, y a ello van.

Aitana, muy bien arropada
Un puñado de intérpretes más que acertados consiguen que esta rosa crezca hasta explotarnos en la cara y dejarnos contentos. Entre ellos destacan una Alba Flores que se come el escenario como la hija de la protagonista, una chiquilla con inmensas ganas de vivir. Flores llena su personaje de fuerza y vitalidad y además consigue que sus frases en italiano sean las más creíbles entre todas. Un diez.

Roberto Enríquez, por su parte como Alvaro Mangiacavallo, ese doble del marido que aparece de repente en la vida de Serafina para salvarla de sí misma, es sencillamente maravilloso. Te comes con patatas su inocencia con una caracterización que encandila y sus momentos de flirteo con Aitana Sánchez-Gijón son de lo mejor de la función. Uno disfruta cual enano enamoradizo con ese juego de vaivén de risas y tonterías entre ambos.

Y bueno, qué decir de Aitana. Que, aunque la elegancia no se la pueda quitar de encima ni con agua hirviendo (y tal vez su personaje requiriese alguien más terrenal y bestia, soez y descarada) la actriz consigue irse creciendo hasta cogerte por la orejas (si son de soplillo como las de Mangiacavallo más fácil todavía) y no soltarte hasta el final. Su entrega es absoluta para esta Serafina.

Pocas espinas tiene esta rosa
¿Que a algunos les podrá parecer algo anticuado ya este texto? Para gustos los colores, pero a mí Tennessee Williams me parece un semidios. Serafina "Tiene que elegir entre el sexo y la muerte, entre la vida y el ostracismo. Y elige vivir, no puede dejar pasar su vida como si tuviera otra, porque no la tiene", dice Portaceli. Efectivamente. Y lo que da esta obra es ganas de vivir (mira que le cuesta a Tennessee Williams ser un poquito alegre y aquí lo consigue, porque este espectáculo tiene sus momentos cómicos, no os creáis). Cierto es que ni aporta ni resta la ambientación que se ha escogido (de tendencias demasiado chic, tal vez, aunque no sea ésa la intención) y el tema del italiano en algunos momentos queda pelín forzado. Y lo ya comentado de que no hace falta ese derroche abatible. Pero poco más se le puede achacar a un montaje con momentos de echar la lagrimilla de lo bonito (ésa es la palabra) que es. También puede ser que yo estuviera especialmente sensible, qué sé yo, pero la cosa es que me quedé emocionadillo.

Y posee además instantes de potencia descomunal, como esa pelea en el pasillo del patio de butacas en el que si te descuidas la Aitana te puede meter una leche que te deje del revés. Un reparto entregadísimo, un ritmo perfecto y un tono de cuento moderno para una función que consigue dejar huella en la piel del espectador. Preciosa rosa ésta.

+ info
Nombre del montaje: La rosa tatuada
Disciplina: Teatro clásico
Director: Carme Portaceli
Autor: Tennessee Williams
Adaptación: Carme Portaceli, Gabriela Flores
Reparto: Jordi Collet, Roberto Enríquez, David Fernández “Fabu”, Alba Flores, Gabriela Flores, Ignacio Jiménez, Aitana Sánchez-Gijón, Paloma Tabasco, Ana Vélez
Traducción: Vicente Molina Foix
Escenografía: Anna Alcubierre
Iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Antonio Belart
Música y espacio sonoro: Jordi Collet
Producción: Centro Dramático Nacional
Dónde: Teatro María Guerrero
Dirección: Tamayo y Baus, 4. Madrid
Hasta: 19.06
Horario: De martes a sábado a las 20.30h. y domingo a las 19.30h.
Precio: De 4 a 24 €.
Miércoles día del espectadorVenta de entradas: cdn.mcu.es

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