la rosa tatuadaaitana sanchez-gijoncarme
portacelitennessee williamsalba flores"Hagamos una plegaria por todos los
corazones salvajes que viven encerrados en jaulas", dijo Tennessee
Williams. Una jaula: una casa en Nueva Orleans, abriéndose (literalmente) como
una flor para los espectadores. Dejando ver en ese interior a su Serafina delle
Rose y su decisión de enjaularse el corazón a causa de la muerte de su marido,
Rosario. A la vez, a su hija Rosa, por las cosas de la vida, se le cruza un
marinero y comienza a abrirse al mundo. Éste es el asunto de La rosa tatuada
que se ha estrenado en el Teatro María Guerrero. Jaulas y entrañas palpitantes
para una obra con dos reclamos fundamentales: el texto de Williams, maestro en
este tipo de historias, y el protagonismo de la última ganadora de los Premios
Max y Valle-Inclán, Aitana Sánchez-Gijón. El resultado: una función convincente
y emoción a flor de piel para este dibujo epidérmico.
El diseño del tatuaje
Carme Portaceli dirige el espectáculo y lo
traslada a la Nueva Orleans post Katrina. Colorido vestuario, abundancia de
proyecciones y un llamativo juego de escenografía con esa casa de paredes
abatibles que se abren para nosotros (han tenido que quitar algunas butacas del
patio para ello) conforma un espectáculo de vistosa estética que, aunque
actualizada, podría ser también atemporal. Cierto es que no hacía falta ninguna
tampoco este despliegue escénico pero a la gente le gusta pagar para ver una
escenografía que haga cosas, y a ello van.
Aitana, muy bien arropada
Un puñado de intérpretes más que acertados
consiguen que esta rosa crezca hasta explotarnos en la cara y dejarnos
contentos. Entre ellos destacan una Alba Flores que se come el escenario como
la hija de la protagonista, una chiquilla con inmensas ganas de vivir. Flores
llena su personaje de fuerza y vitalidad y además consigue que sus frases en
italiano sean las más creíbles entre todas. Un diez.
Roberto Enríquez, por su parte como Alvaro
Mangiacavallo, ese doble del marido que aparece de repente en la vida de
Serafina para salvarla de sí misma, es sencillamente maravilloso. Te comes con
patatas su inocencia con una caracterización que encandila y sus momentos de
flirteo con Aitana Sánchez-Gijón son de lo mejor de la función. Uno disfruta
cual enano enamoradizo con ese juego de vaivén de risas y tonterías entre
ambos.
Y bueno, qué decir de Aitana. Que, aunque la
elegancia no se la pueda quitar de encima ni con agua hirviendo (y tal vez su
personaje requiriese alguien más terrenal y bestia, soez y descarada) la actriz
consigue irse creciendo hasta cogerte por la orejas (si son de soplillo como
las de Mangiacavallo más fácil todavía) y no soltarte hasta el final. Su
entrega es absoluta para esta Serafina.
Pocas espinas tiene esta rosa
¿Que a algunos les podrá parecer algo
anticuado ya este texto? Para gustos los colores, pero a mí Tennessee Williams
me parece un semidios. Serafina "Tiene que elegir entre el sexo y la
muerte, entre la vida y el ostracismo. Y elige vivir, no puede dejar pasar su
vida como si tuviera otra, porque no la tiene", dice Portaceli.
Efectivamente. Y lo que da esta obra es ganas de vivir (mira que le cuesta a
Tennessee Williams ser un poquito alegre y aquí lo consigue, porque este
espectáculo tiene sus momentos cómicos, no os creáis). Cierto es que ni aporta
ni resta la ambientación que se ha escogido (de tendencias demasiado chic, tal
vez, aunque no sea ésa la intención) y el tema del italiano en algunos momentos
queda pelín forzado. Y lo ya comentado de que no hace falta ese derroche
abatible. Pero poco más se le puede achacar a un montaje con momentos de echar
la lagrimilla de lo bonito (ésa es la palabra) que es. También puede ser que yo
estuviera especialmente sensible, qué sé yo, pero la cosa es que me quedé
emocionadillo.
Y posee además instantes de potencia
descomunal, como esa pelea en el pasillo del patio de butacas en el que si te
descuidas la Aitana te puede meter una leche que te deje del revés. Un reparto
entregadísimo, un ritmo perfecto y un tono de cuento moderno para una función
que consigue dejar huella en la piel del espectador. Preciosa rosa ésta.
+ info
Nombre del montaje: La rosa tatuada
Disciplina: Teatro clásico
Director: Carme Portaceli
Autor: Tennessee Williams
Adaptación: Carme Portaceli, Gabriela Flores
Reparto: Jordi Collet, Roberto Enríquez, David
Fernández “Fabu”, Alba Flores, Gabriela Flores, Ignacio Jiménez, Aitana
Sánchez-Gijón, Paloma Tabasco, Ana Vélez
Traducción: Vicente Molina Foix
Escenografía: Anna Alcubierre
Iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Antonio Belart
Música y espacio sonoro: Jordi Collet
Producción: Centro Dramático Nacional
Dónde: Teatro María Guerrero
Dirección: Tamayo y Baus, 4. Madrid
Hasta: 19.06
Horario: De martes a sábado a las 20.30h. y
domingo a las 19.30h.
Precio: De 4 a 24 €.
Miércoles día del espectadorVenta de entradas:
cdn.mcu.es
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