14 d’agost 2016

Títeres con cabeza



"Plaza Romero Martínez, una tarde de viernes casi otoñal de hace unos años. No se cabe delante del teatro Villamarta y un abuelo con su nieta se hace un hueco como puede para disfrutar de una particular Caperucita. Tardes para el recuerdo. El abuelo ya no está, la niña creció y el festival de títeres, ¿qué pasó con aquel festival de títeres?".

Creo que la primera vez que llevamos a Claudia a los títeres no tenía dos años. Fue en un ciclo de Títeres en familia organizado durante las navidades en la Sala Compañía. Allí descubrimos la Mata de Albahaca y a Juanaca el de la Vaca y conocimos en persona al Gato con Botas de la mano de La Gotera de Lazotea. A partir de esas navidades el fantasma de Doña Mercedes pasó a formar parte de la banda sonora de nuestra vida. 10 años después y siempre que hay ocasión seguimos disfrutando de los títeres en familia.

El miércoles pasado asistimos a un montaje precioso en ese lugar mágico que es el Jardín de Berta en la calle Barja. La compañía Teloncillo Teatro nos regaló su espectáculo Nidos (premio al mejor espectáculo para la primera Infancia, FETEN 2014 y finalista de los Premios Max 2015 de las Artes Escénicas en la categoría Infantil o familiar). Esta compañía de Valladolid, Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2013, dejó embobados a los niños y a los adultos que estábamos allí. Sólo los grandes con su profesionalidad y sensibilidad pueden construir algo tan hermoso desde algo tan sencillo. Un árbol y sus ramas, el bosque y sus sonidos, los pájaros y sus nidos.

Salimos de allí reconciliados con el mundo y añorando aquellos tiempos en que Jerez tuvo un Festival Internacional de Títeres que cada septiembre llenaba las calles y plazas del centro de historias, alegría, música, sorpresas, sonrisas y brillo en los ojos de los niños y los adultos. Arte y cultura en la calle.

Aquel Festival de Títeres no era un festival cualquiera. Era la oportunidad de disfrutar de excelentes artistas y espectáculos maravillosos, referentes en el panorama nacional e internacional. Y además al alcance de todos, convirtiendo la ciudad en una fiesta y los espacios públicos en lugares de encuentro y disfrute.

Tengo muchos recuerdos de aquellos festivales. Esa imagen del trasiego de abuelos, padres, tíos, niños de un sitio a otro para no perderse ni una representación, con un centro animadísimo. Aquella Despelona, que por el vino se veía así, dando vueltas alrededor de La Polar y que fue mi descubrimiento de unos grandes a los que sigo desde entonces, los Titiriteros de Binéfar. Y sobre todo esa sensación tan agradable de vivir en una ciudad donde había propuestas que merecían la pena y los niños podían disfrutarlas, la ciudad donde crecerían mis hijos.

Cada septiembre esperábamos la cita, el anuncio de las fechas y de quien vendría ese año. Hasta que un año no hubo cita, no hubo anuncio. Y un festival consolidado, que movilizaba a los ciudadanos, que traía gente al centro y que acercaba la cultura a los niños, desapareció. ¿Crisis? ¿Recortes? ¿Falta de voluntad? Cuando escucho que andan buscando fórmulas mágicas para revitalizar la ciudad, no acabo de entender por qué dejaron morir este festival o por qué no hacen por rescatarlo. La fórmula mágica, de probada eficacia, se llama mezclar cultura, arte, infancia, espacio público, grandes profesionales, espectáculos de calidad. No valen remedos y luego decir que el público no responde y que en esta ciudad nos puede la desidia. Redonda justificación la falta de oferta por falta de demanda o de respuesta.

No todo está perdido. Ahora esperamos la programación de títeres que La Gotera de Lazotea ofrece cada verano en el Jardín de Berta, ese rinconcito donde, como alguien me decía el otro día, uno puede emocionarse viendo títeres mientras huele a jazmín. Un lujo. Tenemos que agradecerles el esfuerzo de traer a su casa a artistas que hacen grande el noble oficio de los titiriteros y de seguir brindándonos sus clásicos, esos que nos gusta ver las veces que sea y por los que un día uno se sorprende a si mismo pregonando melones. Y como ésta algunas otras iniciativas, también privadas, que han quedado como reducto de lo que un día tuvo la ciudad.

Al final del espectáculo del otro día nos quedamos hablando con Ana, la Titiritera con mayúsculas de Teloncillo teatro. Nos comentaba que le había llamado la atención lo bien que se habían portado los niños siendo ya “mayores”. Como le dijo un amigo, estos “niños se han criado aquí”. Mis hijos han crecido viendo títeres, los disfrutan, los valoran, espero que nunca pierdan el gusto por ellos. Porque es uno de esos placeres que les traerán ratos de felicidad, da igual la edad que tengan. Mi hijo Pablo dice que no se acuerda del Festival de Títeres. Pero yo sé que lleva con él los recuerdos de aquellos festivales. Gracias a todos los titiriteros que lo hacéis posible y en especial a La Gotera de Lazotea, sois los responsables de que Pablo dijera el otro día que para él los veranos son “playa y títeres”.

Publicat per
E. Macarena Gómez
07-08-2016
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