20 d’octubre 2016

Evita Teatro Nuevo Alcalá. Madrid


Evita

Teatro Nuevo Alcalá. Madrid

Más allá de la valoración política que le merezca a cada uno la figura histórica en sí, la ópera rock de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice es uno de los musicales por excelencia. Y 35 años desaparecida, después de su primera representación en Madrid, la primera dama argentina vuelve a pedir al público aquello de no llores por mí de la mano del mismo director que la vio nacer en España y con producción del Cabildo de Tenerife a través del Auditorio de Tenerife. Una apuesta patria que, aunque sólo fuera por eso, se merece su reconocimiento. Pero vamos al trapo y veamos si tenemos que llorar o no (y las razones) después de haberla visto.

Evita narra el ascenso, brillo fulgurante y deceso de Eva Perón, mujer de Juan Domingo Perón, señor que tuvo poder para dar y tomar en Argentina. Un historia en la que básicamente se le tacha de trepa y puta. Podría haber sido maniquea también en la orilla de la oda laudatoria, cierto es, pero se queda en el retrato ambicioso y populista de la señora. De un musical sobre una figura política (actriz, cantante, primera dama, manipuladora, filántropa, feminista… ahí cada cual se quede con su Eva) tampoco se puede esperar un análisis psicológico de excesiva envergadura. Con todas y con esas, su indudable magnetismo como diva, y unas canciones de órdago, han hecho de este musical y de su Evita un mito para los fanáticos.

Jaime Azpilicueta es, tal vez, nuestro director de musicales por excelencia (precisamente desde los tiempos del musical primigenio in illo tempore). Muchas y variadas puestas en escena suyas he tenido el placer y regocijo auditivo de experimentar, pero entre las últimas, por poner un ejemplo, hubo una que no me convenció en absoluto (Sonrisas y lágrimas) (por cierto, qué penica que se ha muerto la hermana mayor de la peli) y otro que sí (Cabaret). Pero aquí Azpilicueta se nota lucha contra un gigante complicado: un presupuesto reducido para un montaje de estas características (lo que no significa que no haya dinero aquí, ojo). Y no llega a superar el reto. En absoluto. Me duele en el alma (porque no quiero imaginarme la cantidad de trabajo que hay detrás de esta producción) pero para mí ha sido un ejemplo perfecto de cómo NO hacer una puesta en escena. Que también esto es cuestión de gustos.



Lo primero: si no tienes presupuesto, cuanto menos se vea, mejor. Es decir, una iluminación bien pensada, imaginativa y elegante puede hacer milagros. Como si no hay nada en el escenario. Pero aquí parece que no es el caso. Eso unido a una escenografía de pocos elementos pero tampoco en exceso afortunado (el cartón piedra, o sólo cartón en ocasiones, canta tanto o más que los protagonistas) con una pantalla de tamaño algo jíbara que alberga unas proyecciones de fondo de ciudad normalmente que, de verdad, están muy pasadas de moda (si alguna vez las estuvieron) y evidencian aún más la falta de presupuesto o una caracterización que el caso del Che es directamente una caricatura (aunque en el caso del Perón cover de la función a la que asistí era casi peor) hacen que la propuesta brille por su falta de elegancia y sutileza. Y las coreografías tampoco consiguen hacer olvidar todo lo demás.

De verdad que lo siento muchísimo, pero es que me duele que con todo el trabajo que implica esto, por una puesta en escena desafortunadísima (porque ahí tiene que estar el director para unir a todos los departamentos con una idea clave, que en este caso podía haber sido por lo menos intentar hacer de la necesidad una virtud) un montaje pueda irse al traste de esta manera. Y la iniciativa es sin duda positiva. ¿Para qué traer los musicales del extranjero si aquí tenemos profesionales de órdago? Lo malo es que si uno se encuentra con cosas así dice: pues que los traigan de fuera. Vamos, que en este caso sí que se debe tener envidia de Broadway.



No hablo del apartado musical en sí, que los artistas consiguen aprobar con nota (aunque ya en tema de gustos entran las consideraciones de cada cual). La protagonista Inma Mira ha recibido parabienes merecidos, llegando a cotas de intensidad que alcanzan su cénit en ese Adórame (versión española del You must love me de la película con Madonna) que se alza como el segundo mejor momento de la función (influye enormemente que es en el que menos escenografía se ve, dado que sólo hay un cañón de luz apuntando a la protagonista). Una interpretación medida que convence. Jadel como el Che Guevara vocalmente resulta muy atractivo, pero su interpretación acaba por ser plana, con el exacto mismo registro durante la función entera. Y con las mismas ganas que tenía de ver aIgnasi Vidal cuando entré me quedé cuando salí de la función, porque actuó el cover en su lugar (que si en cuanto a la voz era interesante, le faltaba presencia en cuanto a interpretación se refiere). Lo más curioso de todo (aunque también tiene sentido porque es la canción más humana y el personaje más triste): Míriam Reyes como la amante de Perón con la canción Otra maleta en otro portal roba toda la función. Que en este caso es exactamente lo que uno espera cuando va a ver un musical mítico como este. Pelos como escarpias.

El caso (y qué pena que me da decirlo) que la puesta en escena de Azpilicueta convierte una experiencia que debería haber sido inolvidable en pasable... Evita(la).



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