15 d’agost 2011

Tolcachir de Boedo a París


El actor, autor y director estrenó su tercera obra en Buenos Aires, después de una larga gira por Europa. En esta entrevista habla sobre su trabajo en el circuito independiente y comercial y las claves de su particular proceso creativo

Hace poco más de un mes que Claudio Tolcachir se mudó del PH de Boedo donde funciona el teatro Timbre 4. En los últimos siete años, este joven y talentoso autor, actor y director formado con Alejandra Boero compartió el pasillo de una antigua casa chorizo con los vecinos de los departamentos 1 y 2, con los alumnos de su escuela de actuación y con los cientos de espectadores que esperaban afuera de la sala todos los fines de semana para ver su consagrada obra La omisión de la familia Coleman . No es que a él le molestara la curiosa convivencia que había establecido con el público. Pero ahora lanza un suspiro de alivio cuando cuenta que finalmente pudo instalarse en otro lado.
En 2001, en plena crisis socioeconómica, mientras muchos de sus conocidos decidían irse del país, Tolcachir fundaba un teatro en su casa. "Con un grupo de amigos nos pusimos a armar una sala y a ensayar para no morirnos de angustia. La verdad es que nos salvó la vida. Yo no me olvido de que los actores que integran el elenco de los Coleman ensayaron un año entero gratis, de doce de la noche a cuatro de la mañana, para hacer una pieza que escribía yo, que no tenía experiencia en eso. Suponíamos que íbamos a presentarla, con suerte, dos meses. Después viajamos por el mundo y logramos dejar otros trabajos y vivir de lo nuestro, pero nadie lo hizo especulando con esto", dice Tolcachir.
"Esto", aunque le dé pudor hablar de éxito, es lo que vivió junto con su equipo en el último año: sala llena todas las funciones, entradas agotadas con dos meses de anticipación, giras por Europa, presentaciones en los festivales de teatro más prestigiosos del mundo, premios y nominaciones por las actuaciones, el texto, la dirección. "Esto" es haber cumplido con un sueño que les parecía un delirio a todos, incluso a él: la construcción y apertura de una nueva sede de Timbre 4, justo a la vuelta de la anterior, con una sala para 150 espectadores, un espacio para muestras y un bar. Es, también, seguir presentando La omisión? (que ya vieron 120.000 espectadores desde su estreno, seis años atrás) y Tercer cuerpo , su segunda obra, que lleva cuatro temporadas en Buenos Aires, y haber estrenado, el 9 de este mes, El viento en un violín , con excelente respuesta del público y de la crítica.
En la larga lista de todo lo que Tolcachir llama simplemente "esto" podemos incluir su desembarco en el teatro comercial con la dirección de dos espectáculos taquilleros en la avenida Corrientes: Agosto y Todos eran mis hijos , con actores como Norma Aleandro y Mercedes Morán, en el caso de la obra de Tracy Letts, y Lito Cruz y Ana María Picchio en el de la pieza de Arthur Miller, que también dirigió en Madrid con un prestigioso elenco español.
Trabajar en producciones comerciales no le cambió la vida, asegura. Sí le permitió conocer a actores que siempre había admirado y comprobar que estaban más que dispuestos a entregarse a sus directivas y a sus intensos ensayos. Le sirvió no sólo para sumar experiencia, sino para aportar dinero a su proyecto de la sala grande, que levantó en una vieja fábrica de sillas, en México al 3500. Después de casi dos años de reformas, se inauguró en mayo de 2010 con la reposición de Coleman.
Así, sólo con el apellido, llama Tolcachir a su obra más conocida aquí y en el exterior. La pieza describe la disolución de una familia atípica, compuesta por una abuela contenedora, una madre inmadura y cuatro hijos muy diferentes, que hacen lo que pueden con sus vidas. La omisión a la que hace referencia el título tiene que ver con la ausencia paterna y también con todo lo que no se dicen entre ellos, que son cuestiones mucho más profundas que las verdades que se gritan casi todo el tiempo. "Son personajes muy pasivos y negadores, pero generan ternura. No sé por qué el público local y extranjero se enganchó tanto con ellos. Supongo que la obra toca cierta zona de sensibilidad que conmueve a la gente. Igual es mejor no saberlo: es el misterio del teatro", dice.
El sueño del pibe. Eso fue para Tolcachir inaugurar la sala grande de Timbre 4. "Fue muy emocionante, ya que el proyecto era una locura. Cuando vi el lugar por primera vez dije: ?Pongamos una sillas, unas luces y listo'. Pero la realidad fue otra. De inconscientes, nos metimos a reformarlo. Por suerte, con las giras de las obras y la posibilidad de dirigir Agosto , pudimos juntar plata para hacer las reformas, comprar las luces, las gradas, las sillas y todo lo necesario. Creo que no teníamos noción de lo que hacíamos, ni cuando empezamos Timbre 4 en Boedo ni cuando encaramos la construcción en la calle México. Pienso que si uno tuviera real conciencia de lo que va a costar algo, o de las dificultades con las que se va a encontrar, le daría tanto miedo que se quedaría paralizado. Nosotros lo hicimos para darnos el gusto y vivir la aventura", cuenta el director, y se ríe con aire inocente como si fuera un chico que acaba de hacer una travesura.
El proyecto de construir un nuevo espacio teatral para presentar sus obras y las de los docentes y alumnos de la escuela surgió de manera casual. "La sala original funciona al fondo del pasillo de Boedo 640. Mi casa es -era, en realidad, porque ahora es la sala de espera para los espectadores- el timbre 3, y el teatro, el timbre 4. Siempre tuvimos un vecino que nos odiaba, que vivía en el departamento de adelante. Nos denunciaba a la policía; decía que era un prostíbulo o un lugar de venta de droga. Estuvimos seis años así hasta que este hombre se murió. Pero en uno de sus ataques de furia, le gritó a la gente que hacía fila en el pasillo. Entonces decidimos hacer una entrada alternativa. Salimos a buscar un local en la misma manzana. Unos vecinos nos dijeron que a la vuelta había un galpón que daba a nuestra sala. Fuimos a verlo y nos encontramos con un lugar gigante, hermoso. No estaba en nuestros planes comprar algo, pero como uno tiende a meterse en aventuras que no sabe cómo van a terminar, seguimos adelante. Por suerte, familiares y amigos se sumaron al proyecto."
Entre los padrinos del nuevo Timbre 4, cuyos nombres figuran en una de las paredes, están los padres de Tolcachir (Isidoro y Alicia) y actores como José Sacristán. "Colaboró mucha gente, ya sea con dinero, con horas de trabajo, materiales, herramientas, hasta descuentos en la pintura. Parece que contagia una aventura así", dice, y vuelve a reír con picardía.
El año pasado fue muy intenso para el director. No paró de trabajar y de generar proyectos. Un mes después de la apertura de la sala, viajó a Madrid para conocer al elenco español de Todos eran mis hijos . "El 2010 fue tremendo, muy bravo. Dirigí la obra de Miller acá y en España, y además escribía y ensayábamos El viento en un violín . Todo al mismo tiempo. Por eso este año me lo tomé con mucha más tranquilidad, por una cuestión de salud mental. Necesitaba parar y pensar qué tengo ganas de hacer. Creo que quiero escribir. Siempre escribí mientras hacía otras cosas."
-¿Pensás en una obra nueva?
-Sí, pero no tengo idea sobre qué. Me encantaría estudiar dramaturgia, algo que nunca hice. También poder disfrutar. Siento que fueron quince años casi sin parar y uno relega muchas cosas personales, como la familia.
Por eso es que, aunque recibió propuestas para volver a dirigir en el circuito comercial, en 2011 Tolcachir va a dedicarse a sus obras, a su escuela y a su teatro, que funciona como cooperativa. Hagan lo que hagan, todos ganan lo mismo.
-¿Cómo hacés para escribir, ensayar y dar clases mientras estás al frente de una superproducción, que tiene otro ritmo?
-En parte, mi decisión de no involucrarme este año con un proyecto por fuera de Timbre 4 tiene que ver con mi necesidad no sólo de estar acá, sino también de disfrutar. Cuando hacés muchas cosas, no podés disfrutar de todo. Cuando me ofrecieron Todos eran mis hijos , acepté porque dirigir un texto de Miller, algo que nunca había hecho, era un desafío grande para mí, una prueba. La superposición que me tocó (o que elegí) el año pasado me demandó mucho esfuerzo. Pero a mí me gusta hacer mucho. Como todos, siempre trabajé en varias cosas a la vez. Antes actuaba en tres obras, dirigía una, daba clases a la mañana. Es más cómoda mi posición actual que cuando corría de un lado para otro.
-¿Qué diferencias hay entre trabajar con un texto propio y uno ajeno?
-Me resulta más fácil dirigir una obra de teatro ajena porque sé por qué la elegí y cuento con ese piso para sostenerme. Cuando la escribo yo, tengo mucho más miedo. Pienso: ¿quién me dijo a mí que esto es una obra? Cuando la obra es de otro, hasta me resulta más fácil explicarla. El trabajo con los actores es el mismo de siempre, igual que en casa: ensayar, ensayar a lo bestia, repetir y buscar hasta lograr que la obra nos caliente a todos.
-¿Te resulta más complicado dirigir actores consagrados, con su estilo?
-No. Yo trato de no imponer estilos ni marcar tonos. No me interesa una dirección caprichosa. Estudio la obra y analizo cómo conviene contarla, cuál es la evolución, para que cada personaje tenga el mayor desarrollo posible. Me gusta que la partitura del personaje sea bien amplia.
-¿Cómo fue la experiencia de dirigir por primera vez en Madrid, con un elenco español?
-Me tocó un grupo alucinante. No los conocía, pero tenían muchas ganas de trabajar y de probar lo que ellos llaman "el estilo argentino". Rescatan la idea de sacarle el polvo a lo teatral y de que sea algo más vivo.
-En varias críticas de medios españoles destacaron una característica de tu trabajo como director que llamaron "naturalismo": que no se note que el teatro es teatro. ¿Es algo que buscás?
-"Naturalismo" me suena a algo relajado, y a mí me gusta un teatro muy violento, muy vibrante. Tal vez sea naturalismo, porque es un reflejo de la vida. Lo que ellos rescatan es que no vamos a la formalidad de la representación o al lucimiento del texto, del actor o de la puesta en escena. Allá están acostumbrados a puestas muy grandilocuentes, con mucha producción, y nuestros trabajos, por nuestra realidad, no son así.
-Pero una cosa es que salga así porque "es lo que hay" y otra que sea una búsqueda creativa. ¿Es tu método de trabajo?
-Claro: yo allá podría haber elegido trabajar con otros recursos. Pero me gustaba que los actores quisieran probar esta forma de trabajo. Pusimos lo mínimo y cuando les propuse el juego de mi estilo, que estén comunicados entre ellos, que hablaran como suelen hablar, alucinaron. Prefiero que un espectador rescate todo lo que le pasó al ver la obra a que diga: "Qué gran actor, qué hermosa puesta." Creo que cuando todo está bien, uno no se da cuenta de cómo se hizo. Cuando todos los elementos se juntan, uno ve algo que sucede ahí, que está vivo.
Ésa es, posiblemente, la clave de su método, el secreto que esconden sus obras. Tolcachir no lo dice porque, así como le escapa a la palabra "éxito" cuando habla de la repercusión de sus espectáculos, también evita los rótulos para definir su estilo. Cuando le pido que intente explicar en qué consiste su particular método de dirección de actores (que alaban desde Lito Cruz hasta Norma Aleandro), se pone serio, toma aire y recurre a un ejemplo: "Hay bailarines extraordinarios que tienen una técnica sobresaliente, y hay otros mejores aún, a los que no se les ve la técnica. Parece que viven como bailan. A eso apunto con la actuación: a que no se vea la técnica. Hacer algo que sucede sólo ahí, en escena, requiere de toda la técnica del mundo. Pero hay que atravesarla para lograr una verdad".
-¿Cómo se logra?
-Lo que hago en los ensayos es incentivar el juego interno entre los actores. Hacemos una escena y probamos qué aparece para armar un esqueleto de pensamientos, de contradicciones. Es como si te dijera: "Pensá en irte y decidí quedarte". Nadie lo ve, pero son fuerzas contrarias dentro de la misma escena. Lo más importante es lo que no se dice, lo que pensamos, lo que me imagino que estás por decirme. Eso hace que el trabajo para el actor resulte muy entretenido, porque está jugando. Uno tendría que lograr (no digo que yo lo logre) que cada espectador sienta que descubre la obra, aunque todo esté armado.
En El viento en un violín , que presentó en París en noviembre y ahora hace dos funciones por día los fines de semana en Timbre 4, vuelven a aparecer personajes peculiares, apasionados y contradictorios, y también el vínculo madre-hijo. Tolcachir cuenta la historia: "Hay dos chicas que están enamoradas locamente. Quieren tener un hijo juntas y son capaces de hacer cualquier cosa con tal de lograrlo. Por otro lado, hay una familia formada por una madre y un hijo de treinta y pico. Él no ha podido encontrar su vocación ni tener una pareja, aunque aparentemente lo tiene todo, porque está en muy buena posición económica. La madre es muy invasiva, enérgica, pero lo adora y no sabe qué más darle para que sea feliz. Estos universos se entremezclan de distintas maneras. Esta obra sobre la convivencia habla sobre otras formas de familia, de núcleo social".
En una entrevista anterior con adn , Tolcachir decía que estaba empezando a delinear estos personajes y resaltaba que no quería que sus criaturas generaran el tipo de ternura que provocan los Coleman. "Es la obra que más versiones de texto tuvo. Empecé a escribirla antes de Tercer cuerpo -aclara ahora-. Son personajes muy al límite. No tienen ley, son muy violentos y están muy equivocados. Tienen que forzar la realidad para poder alcanzar lo que quieren. Cometen delitos, algo que ninguno de mis personajes anteriores había hecho. Pero eso, que hacen muy mal, está apoyado en un amor infinito."
-¿Es una obra de amor?
-Sí, absolutamente. Hacen cosas tremendas en pos del amor. Me interesa que, en un punto, uno pueda sentir que los entiende; no que los justifica. Hacen lo que creen que es lo mejor, aunque uno de afuera vea que es lo peor que podrían haber hecho.
-¿Recurrís al humor para dar alivio al espectador?
-A mí me gusta el humor más patético. No sé si ese humor descomprime, pero es como si te atrapara. Como si al poder reírte de algo fueras parte de eso, te identificaras con esa locura. Me gusta colocar a los personajes en la situación más contradictoria y fuera de lugar posible, pero con una emoción verdadera, para que esa verdad atraviese el absurdo y se vuelva real. Así es como yo veo la vida. Todos nos manejamos de una manera muy absurda y patética. Con todas las obras pasó que hay gente que se ríe y otra que se mira sin entender de qué se ríen los demás. En El viento? hay un quiebre relacionado con algo que yo creo ahora: si aceptás lo que sos, que es totalmente diferente de ese paradigma de éxito y de buena familia, podés empezar a construir una idea de felicidad.
-¿Por qué resaltás que creés en eso "ahora"? ¿Qué cambió?
-Yo pienso por mis obras, y en relación conmigo y con mi país. No era mi intención, porque uno no es consciente de lo que está contando cuando escribe, pero cuando miro a los Coleman veo un mundo desesperado, personajes tan afuera de todo que ni siquiera pueden darse cuenta. En Tercer cuerpo veo personajes solitarios tratando de lograr algo, pero muy avergonzados de lo que son. Y en El viento? veo que estos personajes, después de un largo periplo en el que hacen muchas cosas, construyen una realidad a partir de lo que son. Y la verdad es que eso sí tiene que ver con mi historia.
-¿Por qué?
-Porque un día decidí gestar mi historia con lo que pudiera. Cuando estudiás actuación, todos fantasean con lo que quieren ser, adónde quieren llegar. Pero la vida tiene miles de vueltas. Y mi mayor felicidad se dio con mi grupo, mi lugar, las cosas medio absurdas que se nos ocurrían y la aceptación de las diferencias sobre las formas de producción. Siento mucho amor y mucho respeto por los actores que creyeron en el proyecto y se mataron con una disciplina de trabajo. Ahora podemos cobrar los ensayos y viajar. Pero la esencia de la gente es la misma.
El título de la obra tiene que ver con su infancia: Claudio es el menor de los tres hermanos Tolcachir y, cuando era chico, jugaba a meter cosas adentro del violín de Andrés, que es director de orquesta y está a cargo de la Sinfónica del Neuquén. "Me daba mucha curiosidad la caja de resonancia porque había un espacio grande al que no accedías. Me parecía que en un momento esa caja se había cerrado y había quedado un aire atrapado adentro. Me intrigaba ese costado secreto que tienen algunas cosas, que es su mayor virtud y que no suele estar a la vista. Como encontrar el viento en un violín, algo que no existe, pero que si uno lo busca seguramente en algún lado está."
Los Tolcachir provienen de Odessa, Ucrania, y la rama materna, de Italia. "Mi viejo, Isidoro, con el tiempo también se hizo actor. Empezó a hacer teatro de grande. Yo lo anoté en la escuela de Alejandra Boero y fue porque el curso ya estaba pago. Volvió enloquecido de la primera clase y nunca más dejó -recuerda el autor-. Mi mamá, Alicia Mazzolli, es médica, especialista en fertilidad. Me encanta su cabeza y la forma en la que encara la medicina. Tiene una vocación artística enorme. Ahora se le dio por la escritura de teatro y, como es una persona muy curiosa, sigue estudiando. A los 70 años, hace un curso de edición de video submarino y estudia buceo. También escribe sobre la vida de Camille Claudel. Junto con mi viejo nos llevaban al Colón, al San Martín, a ver las obras de Hugo Midón. Es una familia muy compleja, como todas, pero muy amorosa, muy positiva. De chicos los tres éramos muy distintos y cada uno hizo lo que quiso. Yo fui al instituto artístico Labardén, que fue un lugar muy inspirador porque se podía estudiar de todo."
Con Andrés montaron juntos Las bodas de Fígaro y Coss ì fan tutte . Con su padre trabajó en Agosto , ya que Isidoro reemplazó a Juan Manuel Tenuta durante algunas funciones. "Estuvo genial, es muy buen actor", asegura Claudio.
Hace algunas semanas nació Teo, hijo de su hermano Martín; es el primer bebé de la familia Tolcachir. "Estábamos todos muy ansiosos por su llegada y le escribí algunas cosas al pibe para mostrarle cuando sea grande", confiesa con timidez.
-¿Escribís otra cosa, además de teatro?
-Tengo etapas. A veces hago diarios, con hechos del día, cosas que pienso o que soñé. Cada tanto escribo poemas, pero para mí, porque soy muy pudoroso. Anoto todo el tiempo cosas sueltas, que veo o que se me ocurren. Tal vez alguna puede llegar a ser la punta de una obra. El otro día, por ejemplo, vi en una plaza a una mujer que tejía y a su lado a otra que trataba de desenredar los cables del iPod. Me dio mucha gracia la escena: las dos estaban haciendo lo mismo, pero al revés. Veo cosas que me gustan y las anoto porque pienso que para algo, en algún momento, me pueden servir.
A veces, cuando La omisión? se presenta fuera del país, Tolcachir aprovecha para volver al escenario como actor, una faceta de su carrera que disfruta tanto como escribir y dirigir. Hace el difícil papel de Marito, el extraño y desvalido hermano que interpreta Lautaro Perotti. "Este año lo hice en Toronto y en San Pablo. Cada tanto tengo que salir a escena. Es muy lindo actuar con este grupo y verlos desde adentro, porque compruebo la cantidad de cosas que crearon para sostener viva la obra después de tantas funciones. Por suerte para mí, el público hablaba otro idioma y no nos conocía nadie. No sé si acá me animaría a hacerlo."
Hasta septiembre, sus obras seguirán en cartel en Buenos Aires. En octubre comienzan una nueva gira por Europa: "Tenemos presentaciones de las tres obras en distintos lugares. Vamos a estrenar en Italia, donde nunca fuimos. Coleman se verá en el teatro Piccolo, de Milán, y El viento? hará gira por Francia. Tercer cuerpo se va a presentar en el Festival de Otoño de París", detalla. También irán a Brasil: Tercer cuerpo se verá en Brasilia y El viento? en Río de Janeiro.
Cuando los espectáculos de Tolcachir están en el exterior, la cartelera de Timbre 4 se arma con trabajos de alumnos y docentes de la escuela. "Decidimos ayudarlos a mostrar sus trabajos para que tengan la experiencia de hacer funciones. Este espacio tiene sentido si también sirve para albergar lo que hace nuestra gente." El director, que en mayo cumplió 36 años, rescata una y otra vez el espíritu de equipo que se vive en su teatro. "Con todo lo que nos pasó, cualquiera podría volverse un tarado y creer que sucedió gracias a uno. Pero los actores de Timbre son mi eje, mi referente de lo que creo que es el trabajo en el teatro."
En los próximos tres meses en Buenos Aires, Tolcachir quiere disfrutar y hacer cosas que tiene pendientes: "Quiero tener tiempo de leer y de ver películas. Me gustaría aprender a escribir para cine. Hace mucho tiempo que tenemos la idea de filmar la película de los Coleman. Vamos a ver si nos sale, antes de que todos estemos muy viejos".
La omisión de la familia Coleman
Tercera jornada (fragmento)
Doctor: -A ver, abuela, muy bien. Hoy vamos a hacer los últimos estudios. Vamos a ir al laboratorio y no te molestamos más.
Abuela: -¿Entonces me puedo ir?
Doctor: -No todavía. No estás comiendo, no puedo asegurarte nada.
Abuela: -¿No pueden poner otra enferma acá, por lo menos? Porque me aburro.
Doctor: -¿Y la familia? ¿Hoy no aparece?
Abuela: -No puedo pretender que se instalen acá para hacerme compañía. Tienen sus cosas.
Doctor: -Tenés una familia hermosa, te lo aseguro.
Abuela: -Un poco rara.
Doctor: -Verónica no se crió en la casa con ustedes, ¿verdad?
Abuela: -No, con ella el padre se portó muy bien.
Doctor: -¿Pero se mantuvo el vínculo familiar?
Abuela: -Sí, pero ella está muy ocupada siempre. Su trabajo, su casa...
Doctor: -Sus chicos. Tenés unos biznietos hermosos.
Abuela: -¿Sí? Yo no los conozco, pero deben ser preciosos.
Doctor: -¿No los conocés?
Abuela: -No.
Doctor: -¿Puedo preguntar por qué?
Abuela: -No.
Doctor: -Es raro lo de ellos, ¿no?
Abuela: -¿Quiénes?
Doctor: -Verónica y Mario.
Abuela: -¿Qué tienen de raro?
Doctor: -Digo: el mismo padre a una le dio el apellido y al otro no.
Abuela: -Doctor, si a nosotros no nos preocupa, ¿por qué se va a preocupar usted?
LOS ELEGIDOS DE TOLCACHIR
Cine
"Una película que redescubrí hace poco es Amarcord, de Federico Fellini. No sé si alguna otra podrá superar esa genialidad."
Música
"Me gusta el folklore latinoamericano y la música brasileña. También, la gran Mercedes Sosa."
Televisión
"Miro series. Six Feet Under me volvió loco por su humor negro. Ahora veo Dexter, sobre un asesino serial que me causa pesadillas."
Libros
"Estoy fascinado con Kawabata. Lo bello y lo triste fue el último libro suyo que leí. También volví a leer Alicia en el país de las maravillas."
Teatro
"Me gustaron mucho Estado de ira, de Ciro Zorzoli, y Algo de ruido hace, la obra de Romina Paula que dirigió Lautaro Perotti en Madrid. En Europa vi a Peaches, una canadiense que vive en Berlín que hace performances rockeras con travestis. Muy de los años 80, pero hecho de una forma genuina. Me hizo saltar de la platea."
TERCER CUERPO
4 temporadas en Buenos Aires
515 funciones desde el estreno
110 presentaciones en el exterior
17 países
33 festivales internacionales
5 idiomas
EL FENOMENO COLEMAN
7 temporadas en Buenos Aires
1200 funciones
120.000 espectadores
305 funciones en el exterior
44 festivales internacionales
18 países
16 capitales
12 premios nacionales e internacionales
8 idiomas

Publicat per
Foto : Patricio Pidal
Natalia Blanc
www.lanacion.com.ar
29 de juliol de 2011

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