El Teatro Real presenta 'El emperador de la
Atlántida', una ópera compuesta por Viktor Ullmann en un campo de concentración
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8 de Juny de 2016
Virginia López Enano
Foto : Fragmento de 'El Emperador de la
Atlántida'. JAVIER DEL REAL
Impregnada en muerte nació una fábula.
Satírica, hilarante, jocosa y negra. Muy negra. Brotó de la mano de dos reos
que quizás por saberse condenados hicieron uso de un valor casi inconsciente.
El compositor Viktor Ullmann y el libretista Peter Kien dieron vida, desde el
campo de concentración de Terezín (en la actual República Checa) y poco antes
de ser conducidos a Auschwitz, a la que sería su última obra El emperador de la
Atlántida o la abdicación de la muerte (1943). Una ópera que se ríe a
carcajadas en las mismas fauces del infierno nazi y que se llegó incluso a
ensayar en Terezín, desafiando a las autoridades. El Teatro Real, en
coproducción con el Teatro de la Maestranza de Sevilla y el Palau de les Arts
Reina Sofía de Valencia, presenta esta obra, con cinco funciones entre los días
10 y 18 de junio, que cuenta con la orquestación de Pedro Halffter y la
dirección de escena de Gustavo Tambascio.
Conocedor de su destino, Ullmann cuenta aquí
una historia teñida de fantasía pero rebosante de crítica, que se vuelve aún
más cruda si se tiene en cuenta el contexto del compositor y su libretista. La
muerte está ofendida porque su oficio, el de arrebatar vidas, se está
industrializando. El emperador, personaje que hace una clara alusión a Adolf
Hitler, ha usurpado su labor y esta rompe su guadaña y se declara en huelga:
nadie podrá ya morir. Suceden entonces excentricidades como que un hombre,
después de ser ahorcado y tiroteado sin éxito, consigue seguir vivo más de 80
minutos. “Es difícil abstraerse y no dejarse llevar por la parte trágica.
Ullmann ataca el totalitarismo, la muerte… y lo hace con un sentido del humor
increíble. Que las propias víctimas escriban esta obra de forma tan humorística
lo hace más que escalofriante”, señala Tambascio con un claro nerviosismo ante
el estreno de la producción. “Significa el valor de la libertad, del poder de
comunicar tanto en su sentido artístico como en su sentido de protesta. La
importancia de la comunicación de la verdad llegando ambos autores a su límite
absoluto”, añade Halffter.
La obra cuenta con un prólogo compuesto por
tres obras (El canto de amor y muerte del corneta Christoph Rilke, de Ullmann y
que será interpretado por Blanca Portillo, Adagio in memoriam Ana Frank y
Pequeña obertura para El emperador de la Atlántida, ambas con música y
orquestación del propio Halffter basadas en la Sonata para piano número 7 del
compositor) que pone en contexto al público y relata los horrores del régimen.
Sin embargo, en El emperador de la Atlántida desaparece de la escenografía
cualquier alusión al nazismo. “Queríamos contar la historia en la primera
parte, pero no dentro de la ópera misma, que se cuenta como la fábula que es.
No queríamos contaminar la obra con la historia”, explica el director de
escena.
Ullmann terminó sus días en Auschwitz poco
después del ensayo de su creación, pero no se llevó consigo la partitura. La
dejó en Terezín, un campo de concentración reservado a artistas e intelectuales
judíos y con el que las autoridades nazis querían dar apariencia de normalidad.
“Era un campo fachada destinado a una serie de judíos ilustres que los nazis no
podían hacer desaparecer abiertamente. Un lugar con el que intentaban demostrar
que allí tenían libertad absoluta y que incluso visitó la Cruz Roja”, afirma
Tambascio. Al terminar la guerra, la música y el libreto fueron rescatados por
un preso que se las entregó al compositor y director inglés Kerry Woodward,
presente también en la rueda de prensa del coliseo madrileño, quien la adaptó y
estrenó en 1975. Hasta ahora, la ópera de Ullmann había sido representada como
si se tratase de una pieza de cámara. Pero tanto Halffter como Tambascio han
querido ir más allá. “Es muy potente, genial. La música es bellísima. Nos
planteamos cómo sería esta creación si el compositor la hubiera escrito para
ser estrenada en un gran teatro de ópera y no en un campo de concentración”,
añade el director de orquesta, que confiesa su creciente interés por la
historia de la primera mitad del siglo XX. “Me apasiona esta época porque es
evidente que no hemos sido capaces de asumir la aniquilación masiva de una
parte de la población europea que se produjo entonces. Y no hemos conseguido
moralmente tener una reacción clara para que esto no vuelva ocurrir,” sentencia
Halffter. Por eso, obras como El emperador de la Atlántida tienen tanto valor,
para el director de orquesta: son los testimonios de aquellos intelectuales que
experimentaron los horrores de una guerra masiva por primera vez y que, según
él, tienen la respuesta para impedir un desastre de tal magnitud se repita.
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