El cineasta debuta como director teatral con una obra del
dramaturgo barroco
'El gran teatro del mundo' es una adaptación libre del
realizador de 'La caza'
El auto sacramental se estrena el 4 de abril en las Naves
del Matadero en Madrid
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22 de març de 2013
Rocío García
Foto : Bernardo Pérez
El rey Lear, la
tragedia de Shakespeare sobre la ingratitud filial pero también sobre la vejez
y la locura, fue la primera opción en la que pensó Carlos Saura tras el
ofrecimiento del equipo del Teatro Español para que se aventurara, de una vez
por todas, como director teatral. “Algún día la haré”, había reflexionado
siempre Saura sobre la obra del dramaturgo inglés. Pero la volvió a releer y se
quedó anonadado, asustado. Desechó la idea. También la de Macbeth, la segunda
opción en la que pensaron. Las había visto tantas veces y con actores
británicos tan “maravillosos” que no se sintió capacitado para ofrecer una
versión diferente y personal. Y en estas apareció Calderón de la Barca y, más
concretamente, El gran teatro del mundo, el auto sacramental del autor barroco
del siglo XVII, en el que se indaga sobre los distintos papeles representados
en la vida humana.
Aquí sí, en este teatro dentro del teatro, en este juego
escénico de los actores que van a interpretar a personajes que son arquetipos,
símbolos, que de alguna manera no tienen otra vida más allá del propio
personaje que les ha sido designado, el cineasta se lanzó de plano. El gran
teatro del mundo, en la versión más libre y personal, despojada de toda la
grandilocuencia y religiosidad del original auto sacramental, dándole a la obra
una perspectiva muy popular y con la invención del propio Calderón como uno de
los personajes de la función, se estrenará en las Naves del Matadero de Madrid
el próximo 4 de abril.
“No tengo la sensación de debutar en nada. Soy un aventurero
y no me juego nada. Siempre he ido a contracorriente”
El escenario está casi en penumbra. “Cambia lo superficial /
Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este
mundo…”. La canción de Mercedes Sosa retumba en el espacio al mismo tiempo que
en dos pantallas gigantes translúcidas, semitransparentes, se proyectan
potentes imágenes sobre el Big Bang, la creación del mundo. “¡Que en este
teatro del mundo, toda la vida representación es!”. La voz de Calderón brama,
mientras echa a andar por el escenario leyendo el libro. “Hermosa compostura de
esa varia inferior Arquitectura que entre sombras y lejos a este Celeste
usurpas reflejos, cuando con flores bellas el número compite a sus Estrellas”,
lee el autor. Deja de leer, mira hacia arriba y ordena: “¡Que descienda de los
Cielos El Autor Soberano!”. Y desciende un óvalo, con forma de huevo, y en su
interior, sentado en un sillón, El Autor Soberano, con manto azul y estrellas
plateadas con una corona con las potencias doradas —nueve rayos— y un báculo
pastoral. “¡Que salga El Mundo!”, vuelve a ordenar, con voz potente Calderón.
Y, arrastrando un mapamundi, sale El Mundo. “¿Quién me llama? ¿quién me da
voces?”. El desconcierto de El Mundo es evidente. Y así van apareciendo todos
los personajes convocados para ensayar la gran obra, a las órdenes del autor
real, el propio Calderón. Aquí está la que será elegida finalmente para ser La
Hermosura, también el que hará de El Rico, El Rey, El Labrador, El Pobre, La
Discreción, El Niño y La Institutriz.
No está muy convencido Carlos Saura de estar experimentando
algo nuevo. Detrás de una sencilla mesa y atento a las palabras de los 11
actores sobre el escenario, con su eterna máquina de fotos siempre a mano, a
sus 81 años Saura reconoce que lo único que ha cambiado en su trayectoria es
que se enfrenta por primera vez a un texto dramático con texto. Porque ahí
están sus espectáculos teatrales como Bodas de sangre y Carmen, con Antonio
Gades, o los musicales Flamenco o Sevillanas, y sus cinco óperas, además de
toda su filmografía. Siempre mezclando esa estética visual tan poderosa con el
relato más cercano. “No tengo la sensación de debutar en nada. Soy un
aventurero y no me juego nada. Siempre he ido a contracorriente y he hecho lo
que me ha dado la gana, a la búsqueda siempre de lo que me gustaba”. Y así,
siguiendo las directrices de su amado y admirado Ingmar Bergman que, cansado de
hacer cine se lanzó al teatro, Saura se ha sentado y dice sentirse un rey. “Es
como el sueño de todo director. Aquí sentado, descansado, corrigiendo a los
actores y disfrutando de todos ellos en conjunto”.
“Es una obra genial, de una invención extraordinaria, de
textos hermosísimos. Me ha gustado toda mi vida”
No es la primera vez que El gran teatro del mundo aparece en
la obra de Saura. En su película Elisa, vida mía (1977) el cineasta introdujo
un fragmento de la obra de Calderón en la clase que Don Luis (Fernando Rey)
impartía en un colegio a unas niñas con babi escolar y en la que animaba a su
hija Elisa (Geraldine Chaplin) a hacer del personaje de El Mundo. “Es una obra
genial, de una invención extraordinaria, de textos hermosísimos. Me ha gustado
toda mi vida pero siempre he pensado que había que despejarla de
grandilocuencia, dejarla en un lenguaje más llano y popular. Supongo que es una
desfachatez por mi parte hacer una versión libre, a veces poco respetuosa, pero
esa ha sido mi intención. El teatro dentro del teatro, sí, pero también una
forma de abordar la obra de Calderón más allá de su contenido religioso”.
Han sido muchos los cambios introducidos por Saura en esta
obra. Además de la popularización del texto y la invención del personaje de
Calderón, el realizador ha enfocado El gran teatro del mundo como si de un
ensayo de la propia obra se tratara, algo común a películas y trabajos suyos
anteriores. Ya lo hizo con ballets y musicales, obsesionado siempre por todo lo
que hay detrás de la creación de cualquier trabajo. “Los ensayos me parecen
mucho más atractivos que una representación ya terminada. En un ensayo hay
muchas más posibilidades de establecer relaciones con los personajes, de ver
cómo los actores se van haciendo con el papel, las dudas que les surgen, que se
equivoquen y no se equivoquen, es todo mucho más vivo”. Y así la única manera
—defiende Saura el primer día en el que se ha ensayado el auto en su totalidad
en el mismo escenario de las Naves del Matadero donde se representará— que
tenía de enfrentarse a esta obra —“tan complicada y tan hermosa”— era
poniéndose él mismo como si de Calderón se tratara y lo ha introducido en la
obra para que sea él mismo el que vaya dirigiendo la pieza, el que vaya
incitando al resto de los actores, aquel que va corrigiéndolos y enfrentándose
a ellos, gritándoles incluso, vigilante siempre, algo enfurruñado, en ese
hipotético ensayo de la obra, en el que no faltan, advierte Saura, sus momentos
de incomprensión y dudas, protestas e incluso rebeldía.
Son 11 los personajes de esta obra que se estrena el próximo
día 4 de abril en las Naves del Matadero de Madrid
Los enfrentamientos de Calderón son duros. “Valiente
compañía”, “¿es que os reís de mi texto?”, les llega a decir en un momento.
Aquellos que mantiene con La Hermosura son vibrantes. Ella es indisciplinada y
libre, tremendamente coqueta, y el autor le pide una y otra vez que se ciña al
texto, que no vaya tan descocada —“una cosa es la hermosura y otra la
provocación” explota poco antes de ordenarle que se marchite, que abandone la
vida y se dirija a la muerte—. El encuentro con El Pobre es más académico. “El
Pobre soy. Es mi papel la aflicción, es la angustia, es la miseria, la
desdicha, la pasión, el dolor, la compasión, el suspirar, el gemir, el padecer,
el sentir, importunar y rogar; el nunca tener que dar, el siempre tener que
pedir”, clama dirigiéndose al público antes de que dude ante el texto que
sigue. Es el propio Calderón el que le ayuda: “El desprecio, la esquivez, el
baldón, el sentimiento…” después de exigirle que no sea tan grandilocuente. “El
Pobre es pobre y temeroso, pero no por ser pobre tiene que ser ostentoso y,
recuérdalo, ni siquiera bondadoso”.
Se acaba el ensayo, el real, y todos los actores, los reales
también —José Luis García Pérez, Fele Martínez, Manuel Morón, Adriana Ugarte,
Eulàlia Ramon, Ruth Gabriel, Antonio Gil, Emilio Buale, Raúl Fernández de
Pablo, Héctor Tomás y Tacuara Jawa— se acercan a la mesa donde momentos antes
Carlos Saura les ha fotografiado en la escena de los muertos danzantes, ocultos
bajo extraordinarias máscaras cadávericas, pero no ha podido coger una cámara
de cine y rodar esos primeros planos, esos movimientos. “Desgraciadamente el
cine no me lo puedo quitar de las venas”, confiesa Saura.
La música y los versos de la canción de Mercedes Sosa ‘Todo
cambia’ son los que abren y cierran la función
De nuevo suenan la música y los versos de Mercedes Sosa, con
la que se cierra también la función, y sigue resonando la machacona directriz
de Calderón: “Que en este teatro del mundo, toda vida humana representación
es”. Es la misma frase que podría lanzar Carlos Saura a sus actores. “Hacer
crecer una obra así, sin asideros ni trama teatral, con personajes que nada
saben de su pasado, que no tienen vida propia más allá de la carga religiosa y
de los designios de Calderón, solo está al alcance de los estupendos actores
con los que tengo la oportunidad de trabajar. En realidad, y lo digo de
corazón, son ellos lo que han ido haciendo paso a paso esta obra”.