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22 de març de 2013
Rosana Torres
foto : Álvaro García
“La movida ha muerto,
desapareció. Lo que ahora tenemos es esta mierda, que nos venden como crisis;
¡mentira!, porque no es una crisis, es un derrumbe. Habría que decirlo claro y
de una vez por todas. ¡Que no nos cuenten historias!, esto se ha caído, el modelo
ha muerto, se ha derrumbado y nos está aplastando a todos”.
Lo tiene claro Jesús Cracio, uno de los creadores más
activos de la llamada movida madrileña, reconvertido, una vez diluido ese
movimiento, en uno de los directores malditos del teatro español. Recala hasta
mañana en el CDN (Centro Dramático Nacional-Teatro Valle-Inclán) como
responsable de la puesta en escena de La ceremonia de la confusión, obra de la
joven María Velasco, que forma parte del ciclo Escritos en la escena, donde se
propone un modelo de escritura dramática a pie de escenario.
Cracio, acostumbrado a hacer producciones propias, cuando le
propusieron trabajar para el CDN, pensó: “¡Leñe, si dios aún existe!”. El tema,
la movida madrileña, le atañe directamente: “Trabajé en Madrid me mata, fui uno
de los directores (con Moncho Alpuente y Ángel Facio) de La reina del Nilo,
donde actuaban Carmen Maura, Wyoming, Félix Rotaeta, Jaume Sisa y con la que se
logró acabar con la movida, al menos escénicamente; iba todas las noches al Sol
de Jardines, a la plaza del Dos de Mayo, a Los Arcos, al Elígeme, a la
Manuela... Óscar Mariné, icono de la movida, era buen amigo…., cuando me
propusieron este trabajo sólo podía decir que sí”.
Un vivero de dramaturgia en el CDN
La Ceremonia de la confusión, en cartel hasta mañana, es
fruto del programa Escritos en la escena, una fórmula en la que se invita a
autor, director y actores a dar forma a la obra con tiempo tasado. Serena
Apocalipsis, de Verónica Fernández, es la siguiente apuesta.
Su malditismo le vino de cuna. Desde adolescente andaba
entre palabras de Bukowski, Boris Vian, Baudelaire, los patafísicos… “Lo que me
ha jodido es que en esta obra se dice que ‘a los malditos con carisma es
insoportable aguantarlos en casa’, y yo soy un santo. Claro que en aquella
época, solo por estar en desacuerdo ya se era maldito”. Pero solo logró
revalidar su sello poniendo en pie obras como Los domingos matan más hombres
que las bombas, Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau… “Sé que no me gustan
los ganadores y me atraen los perdedores”. Como los de la función que acaba de
estrenar: “Sí, todos lo son, hasta el muerto”, dice con un humor negro muy
propio de los de su casta, de los que como él vienen del teatro independiente,
de trabajar en salas alternativas antes de que estas existieran. ¿Y ahora?
“Vendrá el exilio”, dice no sólo refiriéndose a los tres años que acaba de
pasar en Gijón, su ciudad natal, sino en los que piensa pasar en el futuro,
según él, en la selva.
Antes va a volver a las salas alternativas: “De la mano de
mi primo Bukowski; sé que el entorno que tenemos para sobrevivir las gentes del
teatro es duro, pero siempre he bailado entre la marginalidad y la
comercialidad, no siento gran presión, ya he vivido situaciones duras, raras…”,
y añade, “aunque ahora ha llegado el derrumbe de modelo y se ha dejado a la
gente joven sin futuro, y lo que es peor, sin presente, pero nosotros no se lo
hemos robado, han sido esos que lo tienen todo y vez cada quieren más”, dice
Cracio.
En contra de otra gente de su generación asegura que la
movida existió. “Yo estuve allí, la vi, y antes de que llegara ya existía en
las casas, donde nos reuníamos, fumábamos canutos y analizábamos el mundo desde
una estética muy especial; salimos a la calle después de morir Franco”. ¿Y
dónde se debate ahora? “En ningún lado, tampoco dentro del 15-M. La palabra ya
no es aquella herramienta, ya no sirve lo de ‘nos queda la palabra’, de Blas de
Otero, ya nadie escucha; el 15-M no son herederos de la movida, si lo fueran
hubieran ido a cagar a los bancos, no los de los parques, sino los que guardan
la pasta, como hicieron Bretón y los surrealistas. Se puede ser indignado desde
el pacifismo, pero no creo que se deba”.
¿Y que les queda por hacer a él y sus pares? “Ser honestos,
honrados, y que los jóvenes puedan mirar y mirarse en señores sesentones que
han mostrado a lo largo de su vida una coherencia y una fidelidad a su
pensamiento libre. Claro, que esto sólo pueden hacerlo con los que quedan
vivos, y de hecho la función está dedicada a los que se quedaron en el camino”,
concluye.
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