28 de març 2013

El Calderón irreverente de Saura




El cineasta debuta como director teatral con una obra del dramaturgo barroco
'El gran teatro del mundo' es una adaptación libre del realizador de 'La caza'
El auto sacramental se estrena el 4 de abril en las Naves del Matadero en Madrid

publicat per
22 de març de 2013
Rocío García
Foto : Bernardo Pérez

 El rey Lear, la tragedia de Shakespeare sobre la ingratitud filial pero también sobre la vejez y la locura, fue la primera opción en la que pensó Carlos Saura tras el ofrecimiento del equipo del Teatro Español para que se aventurara, de una vez por todas, como director teatral. “Algún día la haré”, había reflexionado siempre Saura sobre la obra del dramaturgo inglés. Pero la volvió a releer y se quedó anonadado, asustado. Desechó la idea. También la de Macbeth, la segunda opción en la que pensaron. Las había visto tantas veces y con actores británicos tan “maravillosos” que no se sintió capacitado para ofrecer una versión diferente y personal. Y en estas apareció Calderón de la Barca y, más concretamente, El gran teatro del mundo, el auto sacramental del autor barroco del siglo XVII, en el que se indaga sobre los distintos papeles representados en la vida humana.

Aquí sí, en este teatro dentro del teatro, en este juego escénico de los actores que van a interpretar a personajes que son arquetipos, símbolos, que de alguna manera no tienen otra vida más allá del propio personaje que les ha sido designado, el cineasta se lanzó de plano. El gran teatro del mundo, en la versión más libre y personal, despojada de toda la grandilocuencia y religiosidad del original auto sacramental, dándole a la obra una perspectiva muy popular y con la invención del propio Calderón como uno de los personajes de la función, se estrenará en las Naves del Matadero de Madrid el próximo 4 de abril.

“No tengo la sensación de debutar en nada. Soy un aventurero y no me juego nada. Siempre he ido a contracorriente”
El escenario está casi en penumbra. “Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo…”. La canción de Mercedes Sosa retumba en el espacio al mismo tiempo que en dos pantallas gigantes translúcidas, semitransparentes, se proyectan potentes imágenes sobre el Big Bang, la creación del mundo. “¡Que en este teatro del mundo, toda la vida representación es!”. La voz de Calderón brama, mientras echa a andar por el escenario leyendo el libro. “Hermosa compostura de esa varia inferior Arquitectura que entre sombras y lejos a este Celeste usurpas reflejos, cuando con flores bellas el número compite a sus Estrellas”, lee el autor. Deja de leer, mira hacia arriba y ordena: “¡Que descienda de los Cielos El Autor Soberano!”. Y desciende un óvalo, con forma de huevo, y en su interior, sentado en un sillón, El Autor Soberano, con manto azul y estrellas plateadas con una corona con las potencias doradas —nueve rayos— y un báculo pastoral. “¡Que salga El Mundo!”, vuelve a ordenar, con voz potente Calderón. Y, arrastrando un mapamundi, sale El Mundo. “¿Quién me llama? ¿quién me da voces?”. El desconcierto de El Mundo es evidente. Y así van apareciendo todos los personajes convocados para ensayar la gran obra, a las órdenes del autor real, el propio Calderón. Aquí está la que será elegida finalmente para ser La Hermosura, también el que hará de El Rico, El Rey, El Labrador, El Pobre, La Discreción, El Niño y La Institutriz.

No está muy convencido Carlos Saura de estar experimentando algo nuevo. Detrás de una sencilla mesa y atento a las palabras de los 11 actores sobre el escenario, con su eterna máquina de fotos siempre a mano, a sus 81 años Saura reconoce que lo único que ha cambiado en su trayectoria es que se enfrenta por primera vez a un texto dramático con texto. Porque ahí están sus espectáculos teatrales como Bodas de sangre y Carmen, con Antonio Gades, o los musicales Flamenco o Sevillanas, y sus cinco óperas, además de toda su filmografía. Siempre mezclando esa estética visual tan poderosa con el relato más cercano. “No tengo la sensación de debutar en nada. Soy un aventurero y no me juego nada. Siempre he ido a contracorriente y he hecho lo que me ha dado la gana, a la búsqueda siempre de lo que me gustaba”. Y así, siguiendo las directrices de su amado y admirado Ingmar Bergman que, cansado de hacer cine se lanzó al teatro, Saura se ha sentado y dice sentirse un rey. “Es como el sueño de todo director. Aquí sentado, descansado, corrigiendo a los actores y disfrutando de todos ellos en conjunto”.

“Es una obra genial, de una invención extraordinaria, de textos hermosísimos. Me ha gustado toda mi vida”
No es la primera vez que El gran teatro del mundo aparece en la obra de Saura. En su película Elisa, vida mía (1977) el cineasta introdujo un fragmento de la obra de Calderón en la clase que Don Luis (Fernando Rey) impartía en un colegio a unas niñas con babi escolar y en la que animaba a su hija Elisa (Geraldine Chaplin) a hacer del personaje de El Mundo. “Es una obra genial, de una invención extraordinaria, de textos hermosísimos. Me ha gustado toda mi vida pero siempre he pensado que había que despejarla de grandilocuencia, dejarla en un lenguaje más llano y popular. Supongo que es una desfachatez por mi parte hacer una versión libre, a veces poco respetuosa, pero esa ha sido mi intención. El teatro dentro del teatro, sí, pero también una forma de abordar la obra de Calderón más allá de su contenido religioso”.

Han sido muchos los cambios introducidos por Saura en esta obra. Además de la popularización del texto y la invención del personaje de Calderón, el realizador ha enfocado El gran teatro del mundo como si de un ensayo de la propia obra se tratara, algo común a películas y trabajos suyos anteriores. Ya lo hizo con ballets y musicales, obsesionado siempre por todo lo que hay detrás de la creación de cualquier trabajo. “Los ensayos me parecen mucho más atractivos que una representación ya terminada. En un ensayo hay muchas más posibilidades de establecer relaciones con los personajes, de ver cómo los actores se van haciendo con el papel, las dudas que les surgen, que se equivoquen y no se equivoquen, es todo mucho más vivo”. Y así la única manera —defiende Saura el primer día en el que se ha ensayado el auto en su totalidad en el mismo escenario de las Naves del Matadero donde se representará— que tenía de enfrentarse a esta obra —“tan complicada y tan hermosa”— era poniéndose él mismo como si de Calderón se tratara y lo ha introducido en la obra para que sea él mismo el que vaya dirigiendo la pieza, el que vaya incitando al resto de los actores, aquel que va corrigiéndolos y enfrentándose a ellos, gritándoles incluso, vigilante siempre, algo enfurruñado, en ese hipotético ensayo de la obra, en el que no faltan, advierte Saura, sus momentos de incomprensión y dudas, protestas e incluso rebeldía.

Son 11 los personajes de esta obra que se estrena el próximo día 4 de abril en las Naves del Matadero de Madrid
Los enfrentamientos de Calderón son duros. “Valiente compañía”, “¿es que os reís de mi texto?”, les llega a decir en un momento. Aquellos que mantiene con La Hermosura son vibrantes. Ella es indisciplinada y libre, tremendamente coqueta, y el autor le pide una y otra vez que se ciña al texto, que no vaya tan descocada —“una cosa es la hermosura y otra la provocación” explota poco antes de ordenarle que se marchite, que abandone la vida y se dirija a la muerte—. El encuentro con El Pobre es más académico. “El Pobre soy. Es mi papel la aflicción, es la angustia, es la miseria, la desdicha, la pasión, el dolor, la compasión, el suspirar, el gemir, el padecer, el sentir, importunar y rogar; el nunca tener que dar, el siempre tener que pedir”, clama dirigiéndose al público antes de que dude ante el texto que sigue. Es el propio Calderón el que le ayuda: “El desprecio, la esquivez, el baldón, el sentimiento…” después de exigirle que no sea tan grandilocuente. “El Pobre es pobre y temeroso, pero no por ser pobre tiene que ser ostentoso y, recuérdalo, ni siquiera bondadoso”.

Se acaba el ensayo, el real, y todos los actores, los reales también —José Luis García Pérez, Fele Martínez, Manuel Morón, Adriana Ugarte, Eulàlia Ramon, Ruth Gabriel, Antonio Gil, Emilio Buale, Raúl Fernández de Pablo, Héctor Tomás y Tacuara Jawa— se acercan a la mesa donde momentos antes Carlos Saura les ha fotografiado en la escena de los muertos danzantes, ocultos bajo extraordinarias máscaras cadávericas, pero no ha podido coger una cámara de cine y rodar esos primeros planos, esos movimientos. “Desgraciadamente el cine no me lo puedo quitar de las venas”, confiesa Saura.

La música y los versos de la canción de Mercedes Sosa ‘Todo cambia’ son los que abren y cierran la función
De nuevo suenan la música y los versos de Mercedes Sosa, con la que se cierra también la función, y sigue resonando la machacona directriz de Calderón: “Que en este teatro del mundo, toda vida humana representación es”. Es la misma frase que podría lanzar Carlos Saura a sus actores. “Hacer crecer una obra así, sin asideros ni trama teatral, con personajes que nada saben de su pasado, que no tienen vida propia más allá de la carga religiosa y de los designios de Calderón, solo está al alcance de los estupendos actores con los que tengo la oportunidad de trabajar. En realidad, y lo digo de corazón, son ellos lo que han ido haciendo paso a paso esta obra”.

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