publicat per
5 de juny de 2015
Alberto Ojeda
Tim Robbins. Foto: Iñaki Andrés
Alucinógena, enérgica, mágica, sensual, mutante... Así es la
versión de El sueño de una noche de verano orquestada por Tim Robbins, que
llega a España dispuesto a hechizar los festivales de teatro clásico de Almagro
y Alcalá de Henares. El actor y director estadounidense se adentra en el bosque
shakespeareano con su compañía, The Actor's Gang, que fundó en 1981 y que sigue
siendo su más ambicioso reto artístico.
Del trabajo de la Actor's Gang (Banda de Actores) tuvimos
constancia directa en 2009. Recorrieron España con una versión de 1984. Tim
Robbins (California, 1958) y los suyos montaron la distopía orwelliana sin
mucha filigrana escenográfica, fiando el impacto sobre los espectadores al
texto y la interpretación. Con esas austeras premisas, vuelven este verano a
dos de nuestros festivales de cabecera: Clásicos en Alcalá (27 y 28 de junio) y
Almagro (del 3 al 6 de julio). La excusa esta vez la brindan las
representaciones de El sueño de una noche de verano.
Han pasado así de una atmósfera futurista angustiosa
(sensación intensificada por Robbins a base de sonidos estridentes y una
luminotecnia agresiva) al bosque encantado de Shakespeare, donde hadas y elfos,
provistos de sus poderes mágicos, trastocan los amoríos de Lisandro, Demetrio,
Hermia y Helena. “Queríamos hacer una nueva gira mundial, como la de 1984. Pero
después de una historia tan dura, pensamos que era buena idea cambiar el
registro. En plena crisis económica y en un mundo saturado de violencia, nos
tocaba aportar algo más optimista. Ahora exaltamos el amor, el perdón y la
redención”, explica Robbins a El Cultural desde Lyon, donde arranca su tourné
europea.
El director norteamericano pone a prueba de nuevo su capacidad
para perfilar y sugerir ambientes con los recursos justos. Una habilidad que
tiene muy afinada desde los orígenes de la Actor's Gang, que fundó en 1981
junto a otros colegas (como John Cusack) poco después de terminar sus estudios
de dirección en la Universidad de Los Ángeles. La intención de Robbins era
empuñar la batuta pero ya entonces apuntaba maneras en la interpretación. Un
agente le echó el ojo durante una función amateur y le abrió camino en el
laberinto de Hollywood. Lo de actuar no le motivaba demasiado pero con lo que
ganaba en sus incursiones en el cine y la televisión financiaba la compañía.
Así que el maridaje con los grandes estudios se hizo inevitable para,
paradójicamente, contar con absoluta libertad creativa. Eso sí, dentro de unos presupuestos
ajustados al milímetro, ya que entonces su caché no daba todavía para muchos
fastos.
Militante del credo punk- rockero, en esa época se abalanzó
sobre el surrealismo de Alfred Jarry (la Actor's Gang se desvirgó con su Ubú
rey) y el rescoldo combativo y expresionista de Bertold Brecht. “Apostatamos
del costumbrismo que imperaba en la escena norteamericana”, recuerda. Teatro
físico y visceral, pura electricidad, eso era lo que le pedía el cuerpo.
Reivindicaba (y reivindica) Robbins el legado de la Comedia
del Arte y del vanguardista Théâtre du Soleil comandado por Ariane Mnouchkine
en París. Tras esos orígenes juveniles, la compañía fue ampliando el espectro y
atenuando ligeramente el prurito radical. Fueron incorporando a su repertorio
autores como Molière, Esquilo, Thornton Wilder, Kurt Vonnegut... Y a
Shakespeare ahora, con ese toque experimental marca de la casa: “Estamos
probando cosas que creo que no se han intentado nunca. Lo esencial que queremos
transmitir es que, una vez los amantes entran en el bosque, todo puede suceder.
La reglas racionales ya no rigen”.
Escena de El sueño de una noche de verano. Foto: Diana
Oliva-Day
Para plasmar escénicamente esa percepción, tiraron de
inventiva, dado que de dinero andaban justos. Y así desembocaron en una
solución colectiva: “Todos los actores permanecen en escena durante la función
entera. Con sus voces y sus cuerpos, conforman el bosque. Y a medida que la
historia avanza se convierten en un coro que opera como el subconsciente de los
amantes. Ya hacia el final incluso se van anticipando, de modo que presente y
pasado empiezan a confundirse, que es lo mismo que sucede al consumir ciertas
drogas”. La proteica condición otorgada al duendecillo Puck, que muta en
diversos animales y objetos, desde un taburete hasta un cangrejo, acentúa la
impresión de desvarío, de hechizo.
Avisados quedan los espectadores que acudan al Espacio
Miguel Narros de Almagro y al Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares.
Robbins ha trabajado a fondo esa alteración en la conciencia de los
espectadores, como hace con cada producción. Le gusta macerarlas al estilo
europeo, del que destaca (acaso ingenuamente) la implicación de los fondos
públicos en iniciativas teatrales y la prolongada duración de la fase
embrionaria de los ensayos. A ese modelo es al que siempre ha aspirado con The
Actor's Gang, un laboratorio en el que prevalece la investigación sobre la
parcela crematística. Robbins siempre se las ha apañado para dedicarle el
tiempo necesario a su querencia teatral. Detalle que revela la importancia
concedida a esta vertiente de su carrera, durante muchos tramos asediada por
innumerables compromisos fílmicos.
“Esas jornadas con la compañía son para mí una bendición”,
afirma. Y es que en torno a las tablas ha emergido como un artista integral,
que actúa, dirige y escribe sus propias piezas. Aunque, confiesa, le resulta
más sencillo escenificar textos ajenos, sobre todo si el que tiene entre manos
lleva la firma de Shakespeare. En ese dominio sagrado de la palabra embrida la
inclinación a innovar. “Lo grandioso de sus obras es que en ellas está todo.
Basta con respetar la literalidad. A mí no se me va a ocurrir enmendarle la
plana. Y la verdad es que llevo muy mal todas esas adaptaciones de sus obras
que discurren en el salvaje oeste, o donde los personajes son unos mafiosos,
inventos de ese tipo lo desvirtúan”, sentencia.
Como una bendición también suena el último parlamento de
Oberón, el rey de las hadas, que anima a las tres parejas protagonistas a
engendrar esa misma noche su descendencia, garantizándoles que nacerá sana y
será feliz. Robbins extiende su influjo al patio de butacas, inmejorable manera
de incendiar el verano.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada