Marc Artigau i Queralt, si bien había
realizado ayudantías de dirección en montajes importantes, así como
dramaturgias que le habían valido premios como el de la Crítica por su
adaptación de L’orfe del clan dels Zhao, por ejemplo, hasta la fecha había
estrenado siempre en salas alternativas, pequeñas, como la Flyhard o la
Beckett. Pero esto ha cambiado con su último montaje, Caïm i Abel, producido
por La Perla 29 y que puede verse aún hasta el 24 de julio en el teatro de la
Biblioteca de Catalunya, sede de la compañía dirigida por Oriol Broggi, con
quien Artigau ha trabajado en varias ocasiones.
Caïm i Abel es una pieza ambiciosa, tanto por
su contenido como por su duración, de más de tres horas, que cuenta la historia
de dos generaciones, de dos mundos que se enfrontan, de dos hermanos (que no
son Caín y Abel). Es, por un lado, una historia familiar y, por otro, una
historia sobre la inmigración que golpea a Europa en los últimos años. Con una
clara influencia de aquel maravilloso texto de Wajdi Mouawad, Incendios,
Artigau busca un lenguaje propio para presentar una obra cercana a un relato
épico contemporáneo, a un fresco de más de diez personajes presentado en dos
partes.
En la primera, se recrea a través del recuerdo
de Caín (el versátil Marc Rodríguez) su adolescencia en el pueblo, antes de que
su padre −entrañable y magistralmente interpretado por Lluís Villanueva−
enfermara, con su madre (Berta Giraut), su hermana (Clara de Ramon) y el recién
llegado Set (Sergi Torrecilla), un inmigrante al que acogen. La segunda parte,
situada años después, presenta a dos muchachos, Abel (Sergi Torrecilla) y
Lilith (Clara de Ramón), que pertenecen a la siguiente generación inmigrada y
que logran con dificultades cruzar las fronteras del país al que desean llegar
para encontrar al padre del chico, un Set ya entrado en años, interpretado en
esta segunda parte por Jordi Figueras.
El entrelazado de casualidades y causalidades
de los destinos de los personajes llega a resultar, sobre todo en la segunda
parte, un tanto forzado y un poco inverosímil en algunos momentos. La obra, por
más que resulte interesante tanto por la historia como por su planteamiento
escénico, podría haberse contado igual en menos tiempo, llegando incluso a eliminar
ese entreacto que reparte de manera desigual el contenido de ambas partes,
surcando de detalles la primera y quedando un tanto huérfana la segunda, en la
que el espectador ya conoce los antecedentes de lo ocurrido a este lado de la
frontera.
Sin embargo, la buena dirección del montaje,
también en manos de Artigau; el trabajo de los intérpretes, en el que
sobresalen los tres hombres protagonistas (Villanueva, Rodríguez y Torrecilla);
y la creación del espacio escénico, lumínico y sonoro, obra de Sebastià Brosa y
Josep Iglesias, de David Bofarull y de Joan Solé, respectivamente, hacen de
Caïm i Abel una buena e interesante propuesta teatral −como no podía ser de
otro modo llevando el sello de La Perla−, con momentos conmovedores y
fragmentos lacerantes.
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Por Esther Lázaro - Sábado, 16 | julio | 2016
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http://www.lahuelladigital.com/abel-y-cain-revierten-el-mito
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