www.elcomerciodigital.com
20 de juny de 2009
FOTO RAQUEL
Raquel Ordás tiene 25 años y trabaja de camarera. «De algo tengo que vivir», dice. Estudió para ser directora de teatro y tiene en mente varios proyectos, «pero necesitan tiempo»
M. LL. OVIEDO
Raquel Ordás trabajando en 'Salomé'. / J. D.
Raquel Ordás tiene 25 años y trabaja de camarera. «De algo tengo que vivir», dice. Estudió para ser directora de teatro y tiene en mente varios proyectos, «pero necesitan tiempo». Cuenta que con La Laboral «se abren oportunidades». Hace unos días participó como ayudante de dirección en la 'Salomé' de la Escuela de Arte Dramático.
-Hace un año que terminó sus estudios. ¿Por qué hizo de ayudante de dirección en el proyecto de final de carrera?
-Bueno, en primer lugar, por una cuestión de compañerismo. Sé lo que es hacer el proyecto, lo complicado que resulta y el esfuerzo que requiere. Además, el planteamiento de Sara, la directora, me gusta.
-¿Cómo está el trabajo de dirección de teatro?
-Ahora mismo, la cosa está mal, yo estoy trabajando de camarera.
-Es habitual en la profesión.
-Sí, por desgracia lo es.
-¿Quizás yendo fuera?
-Hay mucha gente que, tras terminar sus estudios, decide irse a Madrid o Barcelona, piensa que allí es más fácil encontrar trabajo. Yo creo que en Asturias hay muchas oportunidades, en el teatro hay muchas cosas que aún no se han visto. Además, ahora con La Laboral surgen muchas oportunidades.
-¿Qué teatro le gusta?
-Me gusta todo tipo de teatro si está bien hecho. Por decantarme, le diré que me gusta el teatro de denuncia, social y en una línea más alternativa.
-¿El teatro alternativo atrae suficiente público?
-Quizás la gente no esté acostumbrada a ver este tipo de cosas y se produce un rechazo. Al producirse esto, también los profesionales tienden a ir más a lo seguro. Creo que es importante que se arriesgue cada día más.
-¿Qué le dicen sus padres al verla trabajando de camarera tras terminar sus estudios?
-Me apoyan mucho, me dicen: «A ver si se te va a quitar el gusto por el teatro y vas a perder la ilusión». Están encantados.
20 de juny de 2009
FOTO RAQUEL
Raquel Ordás tiene 25 años y trabaja de camarera. «De algo tengo que vivir», dice. Estudió para ser directora de teatro y tiene en mente varios proyectos, «pero necesitan tiempo»
M. LL. OVIEDO
Raquel Ordás trabajando en 'Salomé'. / J. D.
Raquel Ordás tiene 25 años y trabaja de camarera. «De algo tengo que vivir», dice. Estudió para ser directora de teatro y tiene en mente varios proyectos, «pero necesitan tiempo». Cuenta que con La Laboral «se abren oportunidades». Hace unos días participó como ayudante de dirección en la 'Salomé' de la Escuela de Arte Dramático.
-Hace un año que terminó sus estudios. ¿Por qué hizo de ayudante de dirección en el proyecto de final de carrera?
-Bueno, en primer lugar, por una cuestión de compañerismo. Sé lo que es hacer el proyecto, lo complicado que resulta y el esfuerzo que requiere. Además, el planteamiento de Sara, la directora, me gusta.
-¿Cómo está el trabajo de dirección de teatro?
-Ahora mismo, la cosa está mal, yo estoy trabajando de camarera.
-Es habitual en la profesión.
-Sí, por desgracia lo es.
-¿Quizás yendo fuera?
-Hay mucha gente que, tras terminar sus estudios, decide irse a Madrid o Barcelona, piensa que allí es más fácil encontrar trabajo. Yo creo que en Asturias hay muchas oportunidades, en el teatro hay muchas cosas que aún no se han visto. Además, ahora con La Laboral surgen muchas oportunidades.
-¿Qué teatro le gusta?
-Me gusta todo tipo de teatro si está bien hecho. Por decantarme, le diré que me gusta el teatro de denuncia, social y en una línea más alternativa.
-¿El teatro alternativo atrae suficiente público?
-Quizás la gente no esté acostumbrada a ver este tipo de cosas y se produce un rechazo. Al producirse esto, también los profesionales tienden a ir más a lo seguro. Creo que es importante que se arriesgue cada día más.
-¿Qué le dicen sus padres al verla trabajando de camarera tras terminar sus estudios?
-Me apoyan mucho, me dicen: «A ver si se te va a quitar el gusto por el teatro y vas a perder la ilusión». Están encantados.
