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22 agost 2009
La obra teatral "Ecuentro de Descartes con Pascal joven", de Jean-Claude Brisville
Encuentro de Descartes con Pascal joven
Cartel de la obra teatral.
Julio Castro – laRepúblicaCultural.es
Iba con cierta prevención al teatro Infanta Isabel a ver la obra del Encuentro de Descartes con Pascal joven, porque con título y tema semejantes, uno piensa que se puede encontrar de todo, incluso un pestiño inacabable de difícil digestión. Sin embargo, tuve la satisfacción de todo lo contrario.
Una obra inteligente, con una buena puesta en escena, nos trae a Josep Maria Flotats junto con Albert Triola, en un texto adaptado a partir del originario de Jean-Claude Brisville. Escenario y té para dos, que bajo la escusa de intercambiar algunas palabras de interés sobre sus trabajos, acabarán transformando el encuentro en una dialéctica que contrasta las posiciones más cerriles de la religión católica, frente a un atisbo de libertad. Sin embargo en el texto, que en un momento dado parece centrarse en esto, subyacen otros contenidos dignos de ser reseñados, como el intercambio de modelos de vida que, lejos de estar limitados al siglo XVII en el que se ambienta la obra, tienen traslado directo a nuestro tiempo. El Descartes, más despreocupado, más centrado en la voluntad de ocio que ha encontrado que el aprendizaje le es una forma cómoda de alcanzarlo, frente al fanático Pascal, que decide abandonar el estudio porque tan sólo lo hacía para llenar su vacío, que acabará llenando su planteamiento de dios y la religión.
Por otra parte tenemos al Pascal que teme y odia a los jesuitas, facción religiosa hegemónica en la iglesia de la época, para lo cual, influenciado por su entorno, se convierte al jansenismo, otra secta católica cuyos extremos le llevan a apoyar la acusación de Atoine Arnauld, contra una mujer que, “¡¡tras confesarse por la mañana fue al baile por la tarde!!”. Esto hace nacer en Arnauld una idea que publica fomentando la comunión frecuente; texto que le valdrá la acusación de los jesuitas. Es por ello que Pascal pedirá la firma de Descartes en apoyo de Arnauld.
Frente a la postura de Pascal, encontramos la de Descartes, un personaje con bastante diferencia de edad, de puntos de vista y con miras más lejanas. Un Descartes que se considera un internacionalista en el sentido de lo apátrida, de sentirse bien en todas partes mientras le dejen pensar en paz. Un Descartes que, aún temiendo a la iglesia y a quienes la sustentan, no puede apoyar una idea más mezquina en contra de la que la domina, por lo que dice comprender la postura de los jesuitas y del rey frente a los jansenistas pero, aclara luego, “es que la iglesia es poderosa”. Sale a relucir desde el miedo a apoyar las ideas de la rotación de la Tierra entorno al Sol, hasta la acción despreciable de Pascal de denunciar y hundir a un pobre desgraciado que ayudaba a los demás, porque su idea dañaba el concepto religioso al manifestarlo a otros.
La diferencia entre los que sienten hacia otros y los que sólo temen por si mismos, pese a manifestar el desprecio por su vida, se pone sobre el tapete a lo largo de la obra, no se trata de decidir uno u otro: evidentemente la obra tiene un claro sesgo, pero el trasfondo se encuentra en observar los errores para evitarlos tal y como hoy nos llueven a diario.
La interpretación de Flotats es magnífica, y su papel le permite irse creciendo a medida que va avanzando la representación y “calienta motores”: no debe resultar fácil destacar al lado suyo, con un papel tan a su medida.
El texto tiene de todo, buenos golpes de humor no le faltan y dejan poco por barrer en la casa, y la obra se hace corta, bueno, o en una buena medida de lo que puede dar el tema en un escenario: al bajar del escenario habría que seguir el hilo de la representación, darle al pensamiento, la idea, la razón y su método. Creo que es muy recomendable para cualquiera, para los fanáticos meapilas y los pseudo-creyentes también.
22 agost 2009
La obra teatral "Ecuentro de Descartes con Pascal joven", de Jean-Claude Brisville
Encuentro de Descartes con Pascal joven
Cartel de la obra teatral.
Julio Castro – laRepúblicaCultural.es
Iba con cierta prevención al teatro Infanta Isabel a ver la obra del Encuentro de Descartes con Pascal joven, porque con título y tema semejantes, uno piensa que se puede encontrar de todo, incluso un pestiño inacabable de difícil digestión. Sin embargo, tuve la satisfacción de todo lo contrario.
Una obra inteligente, con una buena puesta en escena, nos trae a Josep Maria Flotats junto con Albert Triola, en un texto adaptado a partir del originario de Jean-Claude Brisville. Escenario y té para dos, que bajo la escusa de intercambiar algunas palabras de interés sobre sus trabajos, acabarán transformando el encuentro en una dialéctica que contrasta las posiciones más cerriles de la religión católica, frente a un atisbo de libertad. Sin embargo en el texto, que en un momento dado parece centrarse en esto, subyacen otros contenidos dignos de ser reseñados, como el intercambio de modelos de vida que, lejos de estar limitados al siglo XVII en el que se ambienta la obra, tienen traslado directo a nuestro tiempo. El Descartes, más despreocupado, más centrado en la voluntad de ocio que ha encontrado que el aprendizaje le es una forma cómoda de alcanzarlo, frente al fanático Pascal, que decide abandonar el estudio porque tan sólo lo hacía para llenar su vacío, que acabará llenando su planteamiento de dios y la religión.
Por otra parte tenemos al Pascal que teme y odia a los jesuitas, facción religiosa hegemónica en la iglesia de la época, para lo cual, influenciado por su entorno, se convierte al jansenismo, otra secta católica cuyos extremos le llevan a apoyar la acusación de Atoine Arnauld, contra una mujer que, “¡¡tras confesarse por la mañana fue al baile por la tarde!!”. Esto hace nacer en Arnauld una idea que publica fomentando la comunión frecuente; texto que le valdrá la acusación de los jesuitas. Es por ello que Pascal pedirá la firma de Descartes en apoyo de Arnauld.
Frente a la postura de Pascal, encontramos la de Descartes, un personaje con bastante diferencia de edad, de puntos de vista y con miras más lejanas. Un Descartes que se considera un internacionalista en el sentido de lo apátrida, de sentirse bien en todas partes mientras le dejen pensar en paz. Un Descartes que, aún temiendo a la iglesia y a quienes la sustentan, no puede apoyar una idea más mezquina en contra de la que la domina, por lo que dice comprender la postura de los jesuitas y del rey frente a los jansenistas pero, aclara luego, “es que la iglesia es poderosa”. Sale a relucir desde el miedo a apoyar las ideas de la rotación de la Tierra entorno al Sol, hasta la acción despreciable de Pascal de denunciar y hundir a un pobre desgraciado que ayudaba a los demás, porque su idea dañaba el concepto religioso al manifestarlo a otros.
La diferencia entre los que sienten hacia otros y los que sólo temen por si mismos, pese a manifestar el desprecio por su vida, se pone sobre el tapete a lo largo de la obra, no se trata de decidir uno u otro: evidentemente la obra tiene un claro sesgo, pero el trasfondo se encuentra en observar los errores para evitarlos tal y como hoy nos llueven a diario.
La interpretación de Flotats es magnífica, y su papel le permite irse creciendo a medida que va avanzando la representación y “calienta motores”: no debe resultar fácil destacar al lado suyo, con un papel tan a su medida.
El texto tiene de todo, buenos golpes de humor no le faltan y dejan poco por barrer en la casa, y la obra se hace corta, bueno, o en una buena medida de lo que puede dar el tema en un escenario: al bajar del escenario habría que seguir el hilo de la representación, darle al pensamiento, la idea, la razón y su método. Creo que es muy recomendable para cualquiera, para los fanáticos meapilas y los pseudo-creyentes también.
