La Seca programa una pieza de la compañía Q-Ars Teatre, un
"grito de alerta" sobre el estado de la creación
publicat
per www.lavanguardia.com 26 octubre
2012
El sector se ve amenazado. La subida del IVA al 21% en el
teatro, la música y el cine es interpretado como una agresión. No es fácil en
tiempos de crisis que el público llene las salas pero, si subes el precio de
las entradas por imposición del Gobierno, la cosa toma cariz de epopeya. Es por
ello que una reivindicación de la importancia del arte como la que propone
Q-Ars Teatre en La Seca (hasta el 28 de octubre) es más que pertinente.
Udol quiere ser un grito de alerta, “una luz en la
oscuridad”. Con una estética entre el varieté y el café teatro, la pieza
alterna texto, música y danza. Los cuatro actores (Anglès, Barcelona, Güell y
Soler) aparecen de una nube blanca y, en una suerte de homenaje, van citando a
aquellos que les han transformado de una manera u otra: Pina Bausch, Frida
Kahlo, Ernest Hemingway, Alberti o Ígor Stravinski.
La obra, dirigida por Joan M. Segura Bernadas y con textos,
entre otros, de Marilia Samper, consigue algunas imágenes sugerentes: los
instrumentos yacen sobre el escenario mientras su silueta es marcada con tiza,
como cuerpos asesinados. La funda del violín es un ataúd rodeado por los
intérpretes, que ofrecen sus condolencias. ¿Estamos, pues, ante el fin de la
cultura?
Udol nos habla también de la “heroicidad” del creador, de
cómo se enfrenta a la página en blanco, del sacrificio y del miedo, del
sufrimiento como parte del proceso. Samper nos avisa: “He visto cómo los
grandes pilares de nuestra cultura iban cayendo uno a uno, hasta quedar en
escombros, pisoteados por nuestra indolencia, por nuestra ignorancia
destruidos, víctimas de nuestra anorexia de espíritu, hijos desnaturalizados,
que hemos renegado de nuestros padres, que hemos cerrado los libros y nos hemos
cerrado el alma, y hemos perdido el hambre enfrente del televisor.”
La pieza, entre talco y farándula, consigue transmitir un
cierto ambiente de bohemia. Una bombilla, que cuelga de una caña de pescar, es
el destello que todo talento nos aporta. Sin embargo, Udol se queda en eso, en
un juego de fragmentos, en una declaración de amor bienintencionada, a la que
no le falta razón, pero que no acaba de sostenerse como obra autónoma. Es, en
definitiva, un calidoscopio multidisciplinar que agrupa gestos, y voces
dispares, que aúllan por lo que puede ser una pérdida irreparable.
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