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3 octubre de 2014
El Teatre Nacional de Catalunya (TNC) recupera 'Liceistes i
cruzados', una comedia satírica del 'Epicentre Pitarra' que llegó al 91% de
ocupación durante los tres días que se representó en la Sala Tallers, cuya
versión "limada" y con nuevos gags se puede ver en la Sala Petita del
9 de octubre al 9 de noviembre.
El director del TNC, Xavier Albertí, se ha mostrado
satisfecho con el objetivo del 'Epicentre Pitarra' de la pasada temporada, que
buscaba abrir los escenarios al que considera el padre del teatro catalán
moderno, Serafí Pitarra: "Vistos los resultados, no nos equivocamos",
confirma, contundente.
'Liceistes i cruzados' retrata con precisión el nuevo clima
político de 1833, cuando se flexibilizó la ley que otorgaba a los eclesiásticos
de cada ciudad el control total de las representaciones teatrales: el Teatre de
la Santa Creu perdió sus privilegios y adoptó el nombre de Teatro Principal,
como medida de prestigio y distancia hacia las nuevas salas que surgieron.
El catalán pasó de ser mínimo a hegemónico en unos
escenarios que dividieron a los espectadores entre los burgueses fundadores y
partidarios del nuevo Liceo, los 'liceistes', y los más conservadores,
defensores del Teatre de la Santa Creu, los 'cruzados': en común tenían la
pasión por la ópera y el teatro.
El director del montaje, Jordi Prat i Coll, afronta su
primer clásico con la idea de que el texto en verso es el puente que utiliza
para que la obra clásica conecte con los espectadores actuales: "Hemos
marcado mucho los versos heptasílabos, sobre los que hemos construido el resto
con mucha libertad", reflexiona.
UN RETRATO DE LA ÉPOCA
'Liceistes i cruzados' cuenta cómo enloquece a las personas
seguir sus pasiones hasta las últimas consecuencias --entre ellas, la
bancarrota--, de una forma muy humanista y con el gusto por la habla de la
calle que caracterizaba a Pitarra, que llena el catalán de los diálogos con
expresiones como 'desdaluego' y 'treiatru'.
"Es un retrato preciso que nos devuelve imágenes de
nuestra contemporaneidad", afirma Albertí.
El director ha querido conservar la naturalidad de la época,
como si se tratara de una de las pequeñas obras de 'treiatru' exagerado que se
representaban en las trastiendas, en ésa época previa a la apertura de los
teatros: hacen ópera, y cuentan con un piano en escena, pero siempre desde la
teatralidad de los personajes y sin perder el tono cómico.
Jordi Prat ha elegido una escenografía "muy
vivida", ambientada en un salón burgués de la época y recuperada
directamente del almacén del Teatre Nacional, así como el vestuario de los
nueve actores que aparecen en la obra.
En el escenario del montaje están presente otras salas de la
ciudad: el telón de fondo es una fotografía de la platea del Teatre Romea,
anterior a la remodelación de esta sala que, como recuerda Albertí, está muy
relacionada con Pitarra.
(EuropaPress)
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