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27 de juliol de 2014
Julio Bravo
El Liceo abrió sus puertas a un musical por primera vez en
sus 167 años de historia
Ignasi Vidal llegó al escenario del Liceo para el primer
ensayo, horas antes de la función de «Los miserables», y quedó impresionado por
la majestuosa vista que se levantaba ante sus ojos. «Tuve que hacer un gran
esfuerzo para poder concentrarme en la letra del personaje», confesaba a ABC
minutos antes de que se levantara el telón. Y es que la del viernes fue una
función especial: por primera vez en sus 167 años de historia, el Liceo de
Barcelona abría sus puertas a un musical, un género que recibe con frecuencia
injustos desprecios. En el escenario, entre cajas, se vivía una emoción
especial, «mezcla de tensión, responsabilidad, temor e ilusión», según palabras
de Laura Enrech, una de las intérpretes del musical. Con 250 funciones en la
mochila, reconocía Eva Diago, que encarna a Madame Thenardier, ésta no era una
noche más.
Y tras casi tres horas de función, el público del Liceo
dictaba veredicto. Una estruendosa y espontánea ovación con la platea puesta en
pie no dejaba lugar a dudas. «Los miserables» había conquistado uno de los
corazones de la ópera en España. «Es un día muy importante para el género del
musical», decía emocionado Daniel Anglés, director residente del espectáculo.
En Londres la obra lleva en cartel desde el año 1985,
síntoma de su éxito
Claro que «Los miserables» no es tan sólo en musical. En
octubre de 2015 esta obra, original de los franceses Alain Boublil y
Claude-Michel Schönberg, cumplió treinta años. A lo largo de estas tres
décadas, el espectáculo creado por Cameron Mackintosh –un singularísimo rey
Midas de la producción teatral– se ha convertido en un fenómeno absolutamente
único. En Londres está en cartel desde 1985, y actualmente hay producciones de
la obra, además de en España, en Estados Unidos, Canadá, Australia, Corea y Japón.
La han visto 65 millones de personas en más de cuarenta países, y la película
protagonizada por Hugh Jackman, Russell Crowe y Anne Hathaway no hizo sino
acrecentar la leyenda del musical.
Son las cifras de una obra cuya piedra angular es la
emoción; la que vertió Víctor Hugo con la historia de dos hombres, Valjean y
Javert, el uno queriendo dejar atrás un atormentado pasado y el segundo
queriendo cumplir justicia por encima de todo; y ello enmarcado en una Francia
revolucionaria, agitada, a punto de entrar en una nueva era. También llega la
emoción al espectador a través de una partitura inspirada, de trazos tanto
poéticos como épicos, con canciones que han arraigado en el repertorio de
cantantes muy diversos, tanto líricos como pop: «I dreamed a dream» («Soñé una
vida»), «Stars» («Estrellas»), «On my own» («Para mi») o «Bring him home»
(«Sálvalo»).
Y también hay emoción en unos personajes de ecos románticos,
excesivos, de sentimientos expresados a borbotones, y que encuentran en el
reparto español unos entregados intérpretes. Es un reparto joven y entusiasmado
a pesar de las muchas funciones que llevan a sus espaldas; de ellos habría que
destacar a Ignasi Vidal (un Javert de mucha jerarquía); a Elena Medina (Fantine
desgarrada y rabiosa), a Lydia Fairén (Eponine generosa y palpitante), y a Eva
Diago y Armando Pita (un matrimonio Thenardier ácidamente divertido).
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