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31 de juliol de 2015
foto : Un nuevo concepto de espacio escénico surgido a
partir de la transformación artística de una vivienda en el centro de Madrid en
el que se experimentan nuevos formatos y maneras de entender la creación artística
en general y el teatro en particular. (JACOBO MEDRANO)
El teatro español vive una revolución que, paradójicamente,
se está llevando a cabo, en gran medida, fuera de los teatros. En los últimos
años, una nueva hornada de propuestas escénicas emergentes ha desbordado los
teatros tradicionales para colonizar los espacios más insospechados, establecer
una relación más íntima con el público y ensayar formatos novedosos.
«Hemos actuado en las celdas de una cárcel en desuso, en las
estancias de un palacio del siglo xv, en contenedores industriales y en todas
las partes de un teatro excepto en el escenario», ejemplifica Verónica Larios,
de la compañía madrileña Microteatro, pionera en el teatro de pequeño formato
en España y especializada en ofrecer funciones de menos de 15 minutos para
menos de 15 personas. Durante las últimas décadas, el teatro había evolucionado
hacia espacios mastodónticos" Barcelona, el otro gran polo de la
innovación teatral en España, tampoco ha sido ajena a esta revolución, con
iniciativas como la de Pentateatre Atòmic, otra compañía especializada, al
menos en sus inicios, en microteatro. La actriz Carla Torres, que ha colaborado
con la compañía, explica que los espacios escogidos (una cocina, una azotea, un
lavabo o la sala de proyecciones de un cine) «añaden al hecho teatral la
sensación de estar viviendo un momento único e íntimo entre el público y los
actores». Esta experiencia sirvió a Torres de inspiración para fundar, junto a
otros profesionales, la compañía La Peleona, con sede en Badalona, que actúa
tanto en teatros convencionales como en espacios alternativos. «La pregunta de
cómo llegar al público es lo está moviendo las vanguardias de hoy en día»,
indica Torres.
Como respuesta, La Peleona ofrece obras de teatro a
domicilio, una tendencia cada vez más en boga que permite a los espectadores
disfrutar de una obra de teatro en su propio salón.
Pero existen otras iniciativas en las que «el espectador no
tiene que desplazarse hasta el teatro, sino que el propio escenario va a
buscarlo allá donde esté», asegura Javier Fuentes, creador de Teatro Bus, una
original propuesta consistente en ofrecer espectáculos teatrales en autobuses e
impulsada por la empresa de transporte de viajeros Arriva Esfera, de la que
Fuentes es director general. Otra propuesta interesante en este sentido es el
teatro en bares, ensayado en distintas ciudades españolas con notable éxito.
Con este tipo de iniciativas, se está logrando despertar la curiosidad de
personas en principio ajenas al teatro. Larios considera que «antes había un
tipo de público específico que iba al teatro con una cierta frecuencia»,
mientras que ahora tiene «la sensación de que ese público se ha ampliado» y ha
crecido en «todos los sectores, clases y edades». Torres considera que «a veces
es bueno descontextualizar el hecho teatral y sacarlo fuera de las salas para
acercarlo a gente que de otro modo nunca iría a ver un espectáculo de teatro».
«Durante las últimas décadas, el teatro había evolucionado hacia espacios
mastodónticos, cuanto más grandes y con más equipación técnica de última
generación, mejor. Parecía descabellado o inútil abrir un espacio pequeño y sin
elementos tecnológicos; ahora, todo ha cambiado», explica José Martret, de La
Casa de la Portera, un espacio escénico ubicado en una casa en el barrio
madrileño de Lavapiés que fue completamente decorada para interpretar una obra
de teatro que se desarrollaba en las diferentes habitaciones.
Tras consolidarse como uno de los templos pioneros del nuevo
teatro madrileño, el pasado junio cerró sus puertas, pero sus fundadores han
repetido la experiencia en La Pensión de las Pulgas, otra casa convertida en
escenario teatral en el centro de Madrid.
La crisis ha ayudado a dar un empujón ¿A qué se debe esta
apuesta por hacer teatro fuera del teatro? Las compañías consultadas no niegan
la dificultad para las propuestas emergentes de lograr hacerse un hueco en los
teatros tradicionales. Además, «no podemos dejar de lado que esta revolución ha
llegado precisamente en un momento complicado económicamente, en especial para
el sector cultural español», señala Fuentes.
Bajo su punto de vista, «seguramente ya existía un caldo de
cultivo para la aparición de nuevas apuestas artísticas, y la crisis ha ayudado
a darle un gran empujón a las innovadoras iniciativas que pueden democratizar
la oferta cultural».
Sea como sea, todas las compañías consultadas subrayan que
la búsqueda de nuevos espacios es, sobre todo, una apuesta artística. «Las
escenografías de verdad te llevan a lugares de verdad: están llenas de vida, de
energía; no son de quita y pon», subraya Bernat Gran, de la compañía
mallorquina Idealogia, que, además de buscar espacios no convencionales para
sus espectáculos, también ofrece ensayos abiertos al público en lugares como
«discotecas, sótanos, hoteles abandonados, cementerios, acantilados,
aeropuertos o concurridísimos pasos de peatones», adonde llevan a los
personajes para ponerlos a prueba.
A su modo de ver, «cada espacio es una oportunidad para
descubrir muchísimo más de cada personaje». Gran pone como ejemplo una
anécdota: «Entrenando Hamlet en un cementerio, de repente estábamos ante la
tumba 666: saber incorporar eso llenó de vida el espectáculo». Esta nueva forma
de hacer teatro va más allá de simplemente usar nuevos espacios escénicos. Una
de las características comunes a casi todas las propuestas innovadoras es la
cercanía entre actores y público, favorecida por los espacios reducidos, sin
una clara diferenciación entre escenario y butacas, y por el aforo limitado que
suelen tener estos espectáculos. En palabras de Martret, los espectadores
valoran «la intimidad que se crea entre los actores/personajes y ellos: viven
una nueva experiencia teatral y lo agradecen».
Además, este tipo de formatos y espacios, al romper las
barreras entre espacio escénico y público, favorece la participación de los
espectadores en las obras. Aunque, en palabras de Torres, «no siempre es fácil,
porque de alguna manera estás rompiendo ciertas convenciones y a veces la gente
no sabe cómo debe comportarse o cuáles son los límites que la experiencia
propone», asegura que «en la mayoría de las ocasiones, el público sale feliz y
conmovido, con la sensación de haber vivido algo nuevo». En este sentido,
Larios señala que «también se puede innovar en cuanto a la forma de
presentación del espectáculo y en cuanto a que el espectador sea un ente activo
que participe de esa forma e interactúe con el espacio», como por ejemplo en
Águilas Calvas, una obra de Felipe Curiel dirigida por Fernanda Muchico «en la
que los actores están colgados del techo en plena caída de un avión y el
espectador ve la obra tumbado en el suelo, apenas a un metro bajo los actores».
Como resume Gran, «el público ya no quiere ser un mero
espectador», sino que «quiere vivir» el teatro. Dentro o fuera de las salas.
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