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27 de febrer de 2015
Feliciano Tisera
Los profesionales del teatro argentinos (profesores,
actores, directores) han sido parte importante del desarrollo de las artes
escénicas en España desde que, a finales de la década de los 70, comenzaron a
llegar, huyendo de la dictadura militar que asoló Argentina entre 1976 y 1983.
Esa primera oleada vino a ofrecer a la escena española una forma diferente de
hacer teatro. Si España era una referencia por su rica historia dramatúrgica,
en Argentina se había gestado una nueva forma de actuar. Javier Bardem figura entre los actores que se
formaron con el argentino Juan Carlos Corazza “Creo que el ‘modo argentino’, si
este concepto existe, implica una gran naturalidad en la interpretación y la
aceptación por parte del actor de un profundo compromiso en la construcción del
personaje y en el momento de la encarnación del mismo”, explica Fernando
Griffell, argentino descendiente de catalanes. Su abuelo llegó al país
latinoamericano en 1911, y hablaba en catalán con su hijo, el padre de
Fernando. Él recorrió el camino inverso. Llegó a Barcelona escapando del horror
del terrorismo de Estado. Empezó a impartir clases en 1978, y dos años después
fundó la escuela de teatro La Casona, que en 2015 cumple 35 años de formación
teatral en la Ciudad Condal. En Madrid,
los argentinos que escapaban de la
dictadura también sentaron escuela. Los más conocidos son Juan Carlos Corazza y
Cristina Rota, quienes se han convertido en referencia en la formación actoral
para cine y televisión. En sus escuelas aprendieron los rudimentos de su
trabajo actores que lograron fama: una tradición de los Goya es que Javier
Bardem agradezca a su maestro Juan Carlos Corazza cada vez que sube al
escenario a recibir una estatuilla. Y este nuevo modo de trabajar con los
actores se desplegó en escuelas no institucionalizadas que fundaron los
argentinos, una alternativa a la formación reglada universitaria o el
academicismo de las escuelas superiores. “En ese momento (1980), solo existía
en Barcelona el Instituto del Teatro y un taller escuela de mimo y claqué:
nuestro centro nació como una verdadera opción a la formación
institucionalizada y como escuela privada organizada para formar actores”,
cuenta Griffell.
Un puente teatral
Para entender el aprecio que genera en España el teatro
argentino, vale un ejemplo: en esta temporada, las dos principales ciudades
españolas rinden homenaje al teatro argentino. En el Teatre Lliure de Barcelona
se ha programado un ciclo con cuatro montajes con directores y/o intérpretes
del país latinoamericano. El dramaturgo, actor y director Claudio Tolcachir, el
maestro Daniel Veronese, las actrices Cristina Banegas, María Onetto y Malena
Alterio (un claro ejemplo de hispanoargentina) y el actor Federico Luppi, son
algunos de los que pasaron o pasarán por el mítico teatro barcelonés esta
temporada. El Ayuntamiento de Madrid, por su parte, llegó a un acuerdo de
hermanamiento para desarrollar actividades culturales conjuntas con la capital
argentina, cuyo primer hito es Buenos Aires-Madrid, un puente teatral, una
alianza entre el coliseo en activo más antiguo del mundo, el Teatro Español, y
el Teatro San Martín de Buenos Aires para desarrollar actividades conjuntas.
Por ejemplo, en Buenos Aires, un equipo argentino va a representar la obra de
Fernando Arrabal El arquitecto y el emperador, y en 2016, con motivo del 400
aniversario de la muerte de Cervantes, en el Teatro Español de Madrid se
representará El cerco de Numancia, con montaje del propio director de la sala,
el madrileño Juan Carlos Pérez de la Fuente, y con un reparto compuesto por
actores argentinos.
Unidos por la lengua
Madrid y Buenos Aires son las capitales mundiales del teatro
en español. La fuerza del idioma común hace que estas plazas se potencien y que
una plaza con una gran tradición teatral como Barcelona quede muy relegada a
nivel internacional por lo acotado de la influencia de su lengua. “El
castellano que se usa en Madrid está abierto a muchas sonoridades y, por tanto,
el teatro allí es receptor de muchas culturas y riquezas que conllevan un
mestizaje fecundo. El catalán, siendo una lengua de inmensa riqueza, no se usa
ni en el resto del Estado ni en el resto de los países que viven en español,
como Argentina”, explica Griffell, quien pide una mayor apertura al español en
las salas barcelonesas. “Estamos seguros, y esto se sabe y se añora en la
sociedad barcelonesa, que si los teatros de la ciudad abriesen sus escenarios
al castellano (local y foráneo), Barcelona sería insuperable y verdaderamente
insustituible en su doble oferta lingüística teatral”, señala Griffell. Es
difícil encontrar butacas vacías en los teatros argentinos Eso da seguridad.
Aunque lleve casi 40 años en Cataluña, Griffell considera que la relación del
actor argentino y el público es tan especial que conforma un ADN actoral muy
particular que hace que se valore especialmente en España: “En Argentina, la
relación entre el público y ‘sus’ actores es entrañable. El público acompaña y
enaltece con su presencia la labor artística de este colectivo. Es difícil
encontrar butacas vacías en los teatros argentinos. Eso da seguridad y
justifica cualquier esfuerzo de los muchos que realizan los actores en aquel
país. Ese esfuerzo y esa entrega, tan agradecida por ‘su’ público, genera
propuestas originales, de enorme amplitud estilística y de altísima calidad. Y
eso es lo que ellos aportan allí donde van: una especial vivencia del hecho,
excepcional, de ser actor”. A cambio de recibir artistas escénicos de tanta calidad, las capitales españolas,
principalmente Madrid y Barcelona, ofrecen a la gente de teatro argentina una
mirada amiga y atenta a sus propuestas, así como estructuras y equipamientos de
última generación; y, en los niveles altos de la profesión, proyección europea
y retribuciones económicas muy considerables en comparación con las de su país
de origen.
Huyendo de la crisis
En los últimos años de la década de los 90 y los primeros de
siglo XXI, Argentina sufrió una grave crisis económica que provocó otra oleada
de inmigración, en este caso por motivaciones principalmente económicas y de
perspectivas de futuro. Como era lógico, España fue uno de los principales
destinos elegidos por los emigrantes argentinos, entre los que se encontraba
gente del teatro. Los emigrantes de la dictadura ya habían sentado las bases
del prestigio de los maestros de teatro argentinos, pero esta nueva oleada
tenía delante de sí el desafío de estar a la altura de las circunstancias.
Además del reto, más importante aún, de ganarse el sustento. Pero algo había
cambiado. “Teatralmente, me siento más lejos de la generación anterior de
argentinos, la que vino con la dictadura, que de los españoles de mi
generación, los que tienen entre 30 y 40 años: entendemos el quehacer teatral
desde un lugar más práctico”, explica Jorge Sánchez, un director argentino
afincado en Madrid desde 2002. Según Sánchez, entre los 70 y los 90, “en
Argentina se ha evolucionado bastante en formas de trabajo, en superar algunas
escuelas, algunos métodos, y nos hemos adentrado más en una forma más práctica,
más dinámica; y aquí uno se encontraba con cánones que en Argentina ya no se
desarrollan”. Llegó becado por una fundación argentina para cursar dos años de
estudio con el maestro José Sanchís Sinisterra. Cuando la beca terminó, decidió
quedarse. Impartió clases, montó la compañía La Cantera, con la que actuó por
todo el país, hasta que en 2008 tomó la decisión de tener un pie en cada lado
del charco. “Entre 2008 y 2013 he estado trabajando una mitad del año en cada
país”, señala. Sin embargo, en el año 2014 volvió a sentir la llamada de España. En el tiempo que pasó en
Argentina se relacionó con españoles que iban allí a hacer teatro, y retomó el
contacto laboral en Madrid. “Sentí que tenía que quedarme en Madrid de nuevo:
hay una dinámica artística interesante, la gente está empezando a trabajar desde
otros parámetros, hay un movimiento nuevo que en 2008 no se producía”, explica
Sánchez, que acaba de estrenar como director la obra Líbrate de las cosas
hermosas que te deseo en una sala independiente de referencia, Cuarta Pared,
donde había trabajado como profesor. La autora del texto es la burgalesa María
Velasco: otro ejemplo de trabajo conjunto teatral entre españoles y argentinos.
Intercambio cultural
“Hay una historia de intercambio: los españoles que durante
la dictadura de Franco desarrollaron su faceta artística en Argentina generaron
ese interés de los argentinos por España, y después, los argentinos que
vinimos. Hay una reciprocidad muy grande, lo que hace muy fluido el trabajo
entre argentinos y españoles”, explica. Entre esos inmigrantes de la segunda
tanda, en el año 2000 llegó Diego Bergier, un actor y profesor de teatro que
también ha tenido idas y vueltas entre España y Argentina, hasta que decidió
radicarse definitivamente en la capital española. En pocos años ha logrado
afianzarse hasta tener su propia academia y capitanear su compañía profesional.
Tras desvincularse de un teatro independiente del barrio madrileño de Lavapiés,
donde empezó a trabajar cuando llegó, montó junto a un socio argentino,
Fernando Orecchio, una escuela en la misma plaza de Tirso de Molina en 2003,
hasta que en 2006 le picó el gusanillo del regreso a Argentina. “Me comí dos
asados y ya me quería volver. Ahí me divorcié de Argentina: mi país nunca me
abrió los brazos, siempre me la hizo complicada, me puso palos en la rueda”,
lamenta. La clave ha sido ir creciendo poco a poco sin tomar riesgos
innecesarios A los pocos meses estaba de vuelta. Y no le fue nada mal: empezó
alquilando una sala para impartir clases, y a los cinco meses ya había
alquilado dos; después, un local pequeño en la Puerta de Toledo de Madrid,
hasta que logró conseguir una escuela de dos plantas, en donde, además, tiene
una sala para representar obras: el Estudio Teatro Madrid. “La clave ha sido ir
creciendo sobre lo concreto, poco a poco, sin tomar riesgos innecesarios”,
explica. Por eso, se centra más en la fidelización de los alumnos que tiene que
en la búsqueda de nuevos pupilos. Y los mima.
La compañía es un buen ejemplo de la integración: dos argentinos (él y
Alejandro Feijóo, que también es dramaturgo y autor de tres de las seis obras
que representó la compañía en los dos años que lleva de vida), y el resto,
españoles. En general, los argentinos trabajan mucho y bien, pero no son
gregarios.
Una cantera inagotable
“No estamos especialmente unidos los argentinos del teatro.
Alguna vez hicimos un intento de agruparnos pero no funcionó, porque cada uno
tenía muchos compromisos con su propio trabajo”, reconoce Bergier. Y traza una
analogía futbolera: “En el teatro pasa algo parecido a lo que ocurre en el
fútbol. Argentina tiene una cantera inagotable, que viene a España a seguir
desarrollándose. España aprovecha el talento argentino y nosotros aprovechamos
las mejores condiciones de trabajo y de posibilidades profesionales que hay
aquí. Ambas partes ganamos”, explica Bergier. Pero si Sánchez o Bergier han
logrado hacerse un hueco destacado en Madrid, más complicado lo tienen los que
eligieron ciudades más pequeñas. Como Carlos Elizalde, que llegó en 2003 a
actuar en una obra, convocado por un director que confiaba en él. Y se quedó.
En Murcia. Elizalde también disfrutó de las mieles de la época dulce de la
primera mitad de la década del boom inmobiliario: “En ese momento se viajaba
mucho; impartí talleres en Suiza, el Instituto Cervantes me encargó montar El
Quijote y lo representamos en Malasia; estábamos bien”, cuenta. Su compañía
invirtió en equipamiento escénico, una furgoneta, e iba para adelante
económicamente. Hasta que la burbuja explotó. Y ahora este actor, director y
dramaturgo se las rebusca para llevar a cabo sus obras con el mínimo
presupuesto posible. “Ahora, en 2015, monto por segunda vez una producción
enteramente mía, sin pedir ningún préstamo, ya que la crisis me tiene
acobardado; pero es normal: no quiero contratar a gente si no sé si le voy a
poder pagar”, confiesa. Igualmente, Elizalde no se queda quieto: está
terminando un máster en gestión cultural e imparte algunos talleres de teatro.
Cuando cuadra. Y mientras tanto, explora esa nueva forma de hacer teatro que
son los unipersonales de presupuesto inexistente. “Estoy tomando otro rumbo
creativo”, dice. Los especialistas argentinos del cine resultan mucho más
económicos Y es que en una ciudad pequeña como Murcia no hay un desarrollo
económico que permita que haya un público nutrido para teatros independientes.
Además, de la Escuela de Arte Dramático de esa ciudad se licencian todos los
años nuevos profesionales de las artes escénicas que entran a competir a un
mercado muy pequeño. “No me compensa estar en Murcia, está muy parado”, señala,
reconociendo que es cuestión de tiempo que se traslade a Barcelona o Madrid,
donde supone, quizás con razón, que tendrá más posibilidades de desarrollar su
creatividad. “Aquí somos muchos para un mercado pequeño, esto no es como Madrid
y Barcelona, donde hablamos de millones de personas, de mucha dinámica
económica, de mucha influencia externa, que genera un caldo de cultivo
hermoso”, asegura, esperanzado. En la reciente edición de los Oscar, la
representante latinoamericana ha sido una coproducción española, que compitió
como argentina: Relatos salvajes. Es una de las tantas coproducciones entre
ambos países, un negocio redondo para los dos lados. «La colaboración se basa,
fundamentalmente, en cuestiones económicas: los actores y técnicos argentinos,
y demás especialistas del mundo del cine, resultan mucho más económicos a las
productoras españolas que los de aquí. Si a eso le sumamos una extraordinaria
conexión entre los creadores de las dos orillas y un excelente material humano
de las dos partes, que bien combinado pueda dar verdaderas maravillas, la
colaboración es lógica, natural y deseable», dice Fernando Griffell.
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