30 desembre 2007
El oficio del tramoyista es tan viejo como el concepto de espectáculo, está siempre detrás de las mejores actividades.
Foto: Jesús Quintanar
Entre actos e intermedios de muchas obras teatrales se deslizan en sincronía, detrás de bambalinas crean el ambiente de ficción mientras mutan los escenarios. Es un equipo sigiloso de figuras ataviadas en negro que hacen su mejor esfuerzo para que otro sea el ovacionado.
Los técnicos pueden no tener mucha presencia en el escenario, sin embargo cuando se ausentan, Broadway se puede paralizar; como ocurrió en noviembre pasado con la huelga de tramoyistas que durante 19 días detuvo 26 producciones en esa localidad neoyorquina. “Esas personas con un refresco en el bolsillo y le toman, agarran el martillo, clavan, le dan una mordida a la torta y siguen trabajando.” Es la imagen del tramoyista que viene a la mente de Víctor Hugo Rodríguez, quien fuera director por una década del Teatro Fernando Calderón, en Zacatecas, recinto que recibirá 30 millones de pesos en el presupuesto federal del año entrante para su restauración.
Durante la pasada XXVII Muestra Nacional de Teatro, el equipo de tramoyistas del Teatro Calderón trabajó a marchas forzadas. Juan Manuel Lara, jefe del foro y técnico de iluminación deja su martillo un momento y dice: “Necesitamos mínimo cinco horas de trabajo para montar un escenario entre siete personas, desmontar es más rápido”. Sus 17 años en este foro zacatecano no le alcanzan para entender qué es lo que se monta en este momento. “Desconocemos el tipo de obra, sólo conocemos el nombre.”
Aurelio Sánchez, técnico de sonido en este recinto, tiene claro que sin el trabajo tras bambalinas ninguna obra sería posible. “Hay gente que lo reconoce y otros que no, a nosotros no nos preocupa, nos han hecho salir al escenario gente como Héctor Bonilla y Ofelia Medina, hay otros que no, pero todos saben de antemano que sin nosotros no se puede”
Al lado oculto del espectáculo, Efraín Sánchez, jefe de tramoya del teatro El Galeón, en el Distrito Federal, ingresó hace 28 años. “Mi equipo busca llegar a un punto clímax que es el estreno, todos tenemos que converger para que no haya tropiezos en el espectáculo. Si no es así se crea una reacción en cadena de errores; que por lo regular el público no nota. Esta maquinaria que echamos a andar es como un relojito”.
Nadie conoce los escenarios como ellos, en las temporadas grandes trabajan jornadas que exceden las doce horas; muy bien pagadas por cierto, pero sólo ellos saben que al accionar alguna palanca, se moverá la cuerda, que a su vez, accionará algo en el escenario. Joaquín Reza, con 33 años como escenógrafo en el INBA, sabe que dejar la vida tras bambalinas “es trabajar para que otras personas se luzcan, es un oficio que requiere de mucha actitud de humildad.”
Lejos del reconocimiento
Para un traspunte experimentado como José Luis Martínez, quien trabajó 33 años en el Palacio de Bellas Artes y desde 2002 es coordinador técnico del Teatro de la Ciudad, la escuela de la tramoya es el teatro y la experiencia que dejan los años. “Un buen tramoyista con los años se vuelve un constructor de escenografías.”
Sergio Sandoval, jefe de tramoya del Teatro de la Ciudad, en sus 17 años de trayectoria ha aprendido el arte de engañar al público quien “está viendo una escena, mientras nosotros ya tenemos la otra. Es un trabajo de resistencia, son jornadas muy largas, de mucho desgaste físico”.
Cuando una compañía del extranjero se presenta en el inmueble de Donceles 36, hay ocasiones en que sus técnicos no hablan el mismo idioma y tienen que entenderse con los tramoyistas locales. Carlos Cárdenas, otro atleta del escenario, asegura que luego de todo estos años puede entenderse con cualquiera “a un nivel laboral sin importar idioma”, y agrega que su trabajo es una terapia que le arrancó su miedo a las alturas.
Los actores y directores llegan poco antes del ensayo general, mucho después de los técnicos quienes también son los últimos que se van. Siempre hay una lámpara que descolgar, un traste para desmontar y a veces ningún aplauso, de todas formas el esfuerzo es grande. Según el tramoyista Óscar Aguilar “eso deja de importar cuando sale bien la función y algunos actores nos brindan un aplauso. Me gusta mi oficio.”
José Luis Martínez, quien tuvo de maestros a dos de los grandes técnicos mexicanos, Jesús Cueto Larios, “excelente tramoyista” y en iluminación a Edmundo Arreguín González, ambos ya fallecidos, asegura que “un tramoyista mexicano bien preparado le da la vuelta a un técnico de cualquier parte; en algunos lugares nosotros teníamos que enseñarles nuestros secretos a los extranjeros. Debería haber un reconocimiento a la labor técnica que casi siempre pasa inadvertida. Cuando me retiré de Bellas Artes me dieron un diploma por la trayectoria, pero no por ser un buen traspunte.”
La profesionalización
Iluminación, audio, utilería y tramoya son las áreas técnicas del escenario teatral, de éstas, los tramoyistas son los únicos que no tienen una academia. El productor y director teatral Arturo Sastré se interesó en capacitar a quienes trabajan tras los escenarios en la Escuela Superior de Producción y Escenotecnia, ubicada en Coyoacán y dedicada a la formación profesional de técnicos del espectáculo y del escenario.
Efraín Sánchez, también afirma que lleva varios años con la intención de formar una escuela de técnicos de Bellas Artes, “porque nos hacemos en la práctica. Ver los grandes eventos, por ejemplo de ópera, a nivel de tramoya, de iluminación y utilería sería muy interesante, podríamos avanzar en la creación de buenos técnicos,”. Y lanza una advertencia: “estamos a dos años de que los grandes maestros técnicos de instituto se jubilen.”
México/Alberto Solís
El oficio del tramoyista es tan viejo como el concepto de espectáculo, está siempre detrás de las mejores actividades.
Foto: Jesús Quintanar
Entre actos e intermedios de muchas obras teatrales se deslizan en sincronía, detrás de bambalinas crean el ambiente de ficción mientras mutan los escenarios. Es un equipo sigiloso de figuras ataviadas en negro que hacen su mejor esfuerzo para que otro sea el ovacionado.
Los técnicos pueden no tener mucha presencia en el escenario, sin embargo cuando se ausentan, Broadway se puede paralizar; como ocurrió en noviembre pasado con la huelga de tramoyistas que durante 19 días detuvo 26 producciones en esa localidad neoyorquina. “Esas personas con un refresco en el bolsillo y le toman, agarran el martillo, clavan, le dan una mordida a la torta y siguen trabajando.” Es la imagen del tramoyista que viene a la mente de Víctor Hugo Rodríguez, quien fuera director por una década del Teatro Fernando Calderón, en Zacatecas, recinto que recibirá 30 millones de pesos en el presupuesto federal del año entrante para su restauración.
Durante la pasada XXVII Muestra Nacional de Teatro, el equipo de tramoyistas del Teatro Calderón trabajó a marchas forzadas. Juan Manuel Lara, jefe del foro y técnico de iluminación deja su martillo un momento y dice: “Necesitamos mínimo cinco horas de trabajo para montar un escenario entre siete personas, desmontar es más rápido”. Sus 17 años en este foro zacatecano no le alcanzan para entender qué es lo que se monta en este momento. “Desconocemos el tipo de obra, sólo conocemos el nombre.”
Aurelio Sánchez, técnico de sonido en este recinto, tiene claro que sin el trabajo tras bambalinas ninguna obra sería posible. “Hay gente que lo reconoce y otros que no, a nosotros no nos preocupa, nos han hecho salir al escenario gente como Héctor Bonilla y Ofelia Medina, hay otros que no, pero todos saben de antemano que sin nosotros no se puede”
Al lado oculto del espectáculo, Efraín Sánchez, jefe de tramoya del teatro El Galeón, en el Distrito Federal, ingresó hace 28 años. “Mi equipo busca llegar a un punto clímax que es el estreno, todos tenemos que converger para que no haya tropiezos en el espectáculo. Si no es así se crea una reacción en cadena de errores; que por lo regular el público no nota. Esta maquinaria que echamos a andar es como un relojito”.
Nadie conoce los escenarios como ellos, en las temporadas grandes trabajan jornadas que exceden las doce horas; muy bien pagadas por cierto, pero sólo ellos saben que al accionar alguna palanca, se moverá la cuerda, que a su vez, accionará algo en el escenario. Joaquín Reza, con 33 años como escenógrafo en el INBA, sabe que dejar la vida tras bambalinas “es trabajar para que otras personas se luzcan, es un oficio que requiere de mucha actitud de humildad.”
Lejos del reconocimiento
Para un traspunte experimentado como José Luis Martínez, quien trabajó 33 años en el Palacio de Bellas Artes y desde 2002 es coordinador técnico del Teatro de la Ciudad, la escuela de la tramoya es el teatro y la experiencia que dejan los años. “Un buen tramoyista con los años se vuelve un constructor de escenografías.”
Sergio Sandoval, jefe de tramoya del Teatro de la Ciudad, en sus 17 años de trayectoria ha aprendido el arte de engañar al público quien “está viendo una escena, mientras nosotros ya tenemos la otra. Es un trabajo de resistencia, son jornadas muy largas, de mucho desgaste físico”.
Cuando una compañía del extranjero se presenta en el inmueble de Donceles 36, hay ocasiones en que sus técnicos no hablan el mismo idioma y tienen que entenderse con los tramoyistas locales. Carlos Cárdenas, otro atleta del escenario, asegura que luego de todo estos años puede entenderse con cualquiera “a un nivel laboral sin importar idioma”, y agrega que su trabajo es una terapia que le arrancó su miedo a las alturas.
Los actores y directores llegan poco antes del ensayo general, mucho después de los técnicos quienes también son los últimos que se van. Siempre hay una lámpara que descolgar, un traste para desmontar y a veces ningún aplauso, de todas formas el esfuerzo es grande. Según el tramoyista Óscar Aguilar “eso deja de importar cuando sale bien la función y algunos actores nos brindan un aplauso. Me gusta mi oficio.”
José Luis Martínez, quien tuvo de maestros a dos de los grandes técnicos mexicanos, Jesús Cueto Larios, “excelente tramoyista” y en iluminación a Edmundo Arreguín González, ambos ya fallecidos, asegura que “un tramoyista mexicano bien preparado le da la vuelta a un técnico de cualquier parte; en algunos lugares nosotros teníamos que enseñarles nuestros secretos a los extranjeros. Debería haber un reconocimiento a la labor técnica que casi siempre pasa inadvertida. Cuando me retiré de Bellas Artes me dieron un diploma por la trayectoria, pero no por ser un buen traspunte.”
La profesionalización
Iluminación, audio, utilería y tramoya son las áreas técnicas del escenario teatral, de éstas, los tramoyistas son los únicos que no tienen una academia. El productor y director teatral Arturo Sastré se interesó en capacitar a quienes trabajan tras los escenarios en la Escuela Superior de Producción y Escenotecnia, ubicada en Coyoacán y dedicada a la formación profesional de técnicos del espectáculo y del escenario.
Efraín Sánchez, también afirma que lleva varios años con la intención de formar una escuela de técnicos de Bellas Artes, “porque nos hacemos en la práctica. Ver los grandes eventos, por ejemplo de ópera, a nivel de tramoya, de iluminación y utilería sería muy interesante, podríamos avanzar en la creación de buenos técnicos,”. Y lanza una advertencia: “estamos a dos años de que los grandes maestros técnicos de instituto se jubilen.”
México/Alberto Solís
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada