27 d’agost 2020

La Sala Versus Glories inicia la temporada teatral barcelonesa después de cinco meses de inactividad forzosa



Éramos no más de cincuenta personas, todas provistas de nuestra reglamentaria mascarilla, sentadas con una butaca vacía entre cada dos espectadores y en diagonal con los de la fila delantera. Llevábamos nuestra entrada en el móvil y pudimos acceder al interior después de que se nos tomara la temperatura.
Yo creo que todos los presentes éramos conscientes de que íbamos a vivir un hecho histórico: la reanudación de la vida teatral barcelonesa interrumpida desde hace cinco meses por culpa de la endemia de coronavirus. Y quien dio el disparo de salida fue una pequeña sala del off-Barcelona, la sala Versus Glòries de la calle Castillejos, que se encuentra cabe los Encantes nuevos y es un espacio teatral versátil con dos frentes de butacas en el que la acción dramática discurre en el centro.
La reanudación de la vida teatral exigía un texto ligero, divertido y de fácil digestión, lo que no significa que hubiese por ello de carecer de alguna carga de profundidad. Y con tal fin los responsables de la sala escogieron la comedia “Gustafsson R60” de Rosa Molina, una tarrasense afincada en Oslo que es autora de una interesante obra literaria pero que hasta la fecha no había estrenado nunca en la ciudad condal. Lo ha hecho con esta comedia que dice “habla de la amistad, del amor, de la sinceridad, de todo lo que deseamos en la vida y de la falta de escrúpulos para conseguirlo”.
La acción gira en torno a una cena de amigos, tres parejas que no resultan ser las emparejadas en la vida real, y que se reúnen en torno a una mesa, lo que nos indujo a pensar que era la clásica “comedia de cena de matrimonios”. Pero no es exactamente así, entre otras razones porque en este caso la mesa de la cena, una pieza de diseño sueco cuya denominación da título a la obra, es el secreto objeto del deseo de algunos de los participantes en el ágape. Dicho esto, más que de amores y de sinceridad, diría que es una comedia de infidelidades, traiciones, deseos ocultos y frustraciones, aunque la autora nos regala, eso sí, un final feliz.
Los seis intérpretes, pertenecientes a La Trama y Pomodoro, se movieron con soltura en ese espacio abierto a dos frentes y ejecutaron sus papeles con toda propiedad. Una única observación: así como actores y actrices de antaño estaban acostumbrados a trabajar en salas enormes y, por ende, a hablar muy alto, los de ahora han invertido esa tendencia y tienden a hacerlo en un lenguaje coloquial que muchas veces no llega con la necesaria claridad a las filas altas de la sala o a quienes tienen -tenemos- el oído algo duro. En todo caso, tanto los intérpretes, como la autora y a la vez directora, fueron muy merecidamente aplaudidos porque la obra resulta ágil y entretenida.
Terminada la función, una voz nos invitó a salir de la sala ordenadamente y según las filas que ocupáramos. Excelente organización, pues, de la Sala Versus Glòries que puede desde ahora mismo enorgullecerse de pionera de la nueva temporada teatral, que deseamos fervientemente discurra por cauces más tranquilos y esperanzadores que la anterior.

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