"BOOK" BAILADO - CIA. MARIA ROVIRA

LA VANGUARDIA
24 setembre 2005

JOAQUIM NOGUERO - 24/09/2005Menudo enemigo en casa es el subconsciente cuando le da por revelar sutilmente lo que camuflamos entre sonrisitas educadas. La sala Beckett no era el sitio adecuado para esta mirada retrospectiva sobre los veinte años de la compañía Trànsit de Maria Rovira. Pero no por lo que presuponían las palabras de agradecimiento de Rovira ( "ya veis como sí se puede bailar en la sala Beckett"), no por deficiencias técnicas o estructurales del espacio, sino por compromiso estético. Los habituales de la sala conocen de sobras que se puede bailar en ella, lo que ocurre es que la noche del miércoles había muchas caras conocidas que no se cuentan entre dicha concurrencia, y a ellos se dirigía la frase. Bailar se bailó. Mucho más que en la primera propuesta del ciclo, la de Carles Salas. Pero Salas hilaba lo que le interesaba de su pasado, para pasar cuentas consigo mismo y empezar como quien dice de cero. Rovira, en cambio, nos presenta una colección de cromos, un book con una buena selección de fotos de su currículum para auparse en él como proyección de futuro. Su pieza no es hacer memoria, sino mostrar pasado, lucirlo ante directores de compañía y posibles programadores. Cinco coreografías. Bailarines correctos, pero sin carisma personal acreditativo, con alguna excepción. No les culpen: son coreografías que no estaban pensadas para ellos, sino que buscan formaciones más técnicas y con mayor presupuesto. También más espacio. En la selección, se comprende que Rovira haya triunfado en el norte. En esa espiritualidad de receta de la música new age que usa, suenan ecos mediterráneos, de mar y gaviotas, una cierta calidez meridional que satisface el tópico. Rovira es, en cierta medida y con un cierto grado de simplificación, la hermana pequeña de Ramon Oller, busca parecido estándar latino con muchas resonancias emocionales, pero lamentablemente sin las particularidades que convierten a Oller en un creador original: su humor, sus rupturas, sus bellas rarezas. Los recuerdos de Rovira se ingieren con facilidad e incluso con placer (como en su solo, sobre todo por el magnífico percusionista que la acompaña), pero difícilmente calan en la memoria.