10 de març 2010
Joglars celebra su 50 aniversario con la autoparodia "2036 Omena-G"
www.lavanguardia.es
5 de març de 2010
La obra dibuja con dureza e ironía la vejez y carga contra los "progres" oficiales | En el 2036 que retrata Boadella España está arruinada por la política de Zapatero y es federal
JUSTO BARRANCO
Madrid
Sólo faltaron Ana Belén y Víctor Manuel. Pero no en las butacas, sino en el escenario. Por él desfilaron los nombres –a veces alterados con algo de sorna– de toda la progresía del no a la guerra y algunos más. Desde Ramón Cín a Miguel Pose, Maruja Torreón, Juan Luis Ciprián, Pilar Bardem o Sergi Belbel a miembros del partido socialista como Leo Pajín o Pedro Perolo (Zerolo). Y la lista sigue. Albert Boadella decidió celebrar de forma diferente el casi medio siglo de vida de Joglars, la compañía que fundó en 1961, y en vez de pararse, mirar hacia atrás y festejarlo, por ejemplo, con un popurrí de sus grandes éxitos y con aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, decidió, en coherencia con su larga carrera, proyectar su mirada y su sarcasmo habitual hacia el futuro: tanto sobre los propios miembros de la compañía y sobre el estatus que tendrá la vejez, como sobre los progres, cuyas ideas forjarán un futuro económicamente difícil de vivir... aunque siempre quedará decir –en la obra lo dicen los progres de turno– que todo es culpa de la guerra de Iraq. El resultado es 2036 Omena-G, que anoche se presentó en los Teatros del Canal de Madrid tras foguearse en Sevilla y que cerró la función con nostalgia, muchos aplausos y unos cuantos bravos.
En 2036 Omena-G la acción transcurre, claro, en el año que da título a la obra, cuando se cumplirían 75 años de la creación de Joglars. Muchos años. No todos estarán ya. Albert Boadella (Barcelona, 1943), por ejemplo, habrá fallecido hace ya un tiempo, según informan los protagonistas, que son los propios actores de las compañía encarnándose a sí mismos mucho mayores, ya viejos decrépitos e ingresados en un precario Ogar del artista. Hogar sin hache, sí, porque en el futuro no tan lejano que imagina Boadella para todos el lenguaje será una mezcla difícilmente inteligible de idiomas, desde el inglés al castellano pasando por el árabe y, por supuesto, el idioma abreviado de los sms, que es el que sirve para crear el título de la función. La juventud que imagina Boadella es empalagosa, plasta, quiere ser muy moderna y para eso incluso, claro, tiene que ser retro. España es un país federal, y de hecho existe el Museo Federal de Arte Reina Leticia. Toros, en fin, como mínimo habría en Japón, como sabemos por la televisión.
En esa sociedad que parece presidida por una suerte de pantalla de Gran Hermano que bombardea publicidad y noticias –publicidad que siempre va a cargo del todopoderoso grupo La Cacha, con logotipo azul, rojo y amarillo, ¿les suena?–, unos jóvenes de esos que hablan que no hay quien los entienda y que son muy modernos quieren rendir homenaje a los componentes aún vivos de Joglars. Así que los sacan de la cochambrosa residencia-cobertizo en la que viven –es lo que hay, y todo, como sabremos, por culpa de Zapatero, que arruinó al país, pero que, eso sí, creó esa zona de cobertizos bautizando las calles como Sonsoles Espinosa, Luis Cobos o los de toda la retahíla de progres antes mencionada– y ellos en agradecimiento representan unas cuantas escenas del hogar en el que viven, desde los ancianos practicando el botellón farmacéutico y pidiendo al médico todas las medicinas posibles, a sus problemas de movilidad, sus sueños y frustraciones y, también, el grupo de progres que se reúne en uno de los cobertizos –en él está, entre otros, la lúbrica Maruja Torreón– para fumar hierba y atentar contra el cajero automático del lugar, símbolo del neoliberalismo.
Sin duda fue una de las partes de más éxito de la obra, junto a la del botellón de medicamentos por los jubilados, así como hubo una parte emocionada al final, cuando los ajados actores, con Ramon Fontseré a la cabeza, se interrogan sobre el escaso papel que tienen hace tiempo en el mundo y piensan en la eutanasia. La imagen de cierre, abrazados a antiguos trajes de sus obras, fue muy comentada a la salida. Pero si para algunos había muchos hallazgos y se mantenía la incorrección política que siempre ha caracterizado a Joglars, para otros había momentos demasiado burdos, demasiado evidentes, y alguna gente recordaba que lo habían pasado mejor con La cena, donde en general todo era menos explícito.
Por cierto que Boadella era ayer invitado y anfitrión, ya que es el director de los Teatros del Canal desde que decidió contra cualquier pronóstico aceptar la oferta de Esperanza Aguirre para dirigirlos. Una decisión relacionada con la de no volver a mostrar ninguna de sus obras en Catalunya –no conceder entrevistas a medios de comunicación catalanes, ha sido imposible– por la obsesión nacionalista, los problemas de libertad que encuentra y el boicot que habrían sufrido sus últimas producciones. Por supuesto, en la obra aprovechó para volver a la carga, como cuando una actriz le dice a Fontseré que es facha y que "ha interpretado a todos los fachas: Franco, Sánchez Mazas, Aznar y Pujol".
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