publicat per
http://www.lavanguardia.com
20 abril de 2013
Albert Lladó
foto : Escena de 'El Principi d'Arquimedes' David Ruano
'El Principi d'Arquímedes' llega a La Villaroel para
mostrarnos una sociedad obsesionada con la seguridad y en la que los afectos no
tienen espacio
Un beso. El problema es un beso. Un monitor de piscina
(Rubén de Eguia) es el encargado desde hace cinco años de ayudar a los más
pequeños a que naden sin flotador de burbuja. No es poca cosa. Es un momento
crucial en el que los miembros del grupo infantil Cavallets de mar han de
confiar en sus propias facultades para sobrevivir en el agua. Uno de los
alumnos tiene miedo, y el joven entrenador, en un gesto espontáneo, le besa
para tranquilizarle. ¿O no es un gesto espontáneo?
El Principi d’Arquímedes (¡qué gran título!), escrita y
dirigida por Josep Maria Miró i Coromina, llega a La Villaroel después de su
éxito el anterior Festival Grec (el texto fue galardonado antes con el Premi
Born). No es una pieza sobre la pedofilia, no, sino acerca de cómo la sociedad,
acechada por todo tipo de peligros, se ha ido cerrando en sí misma.
No hay sitio para la ternura. Todo lo que huela a
políticamente incorrecto ha de desaparecer. La rígida directora del centro
deportivo (Roser Batalla) reconoce que cuando ella era más joven, y trabajaba
en un campamento, los adultos se bañaban desnudos frente a los chicos, sin
mayor problema. La naturaleza al aire libre también es eso. Hoy sería
impensable, claro.
El texto funciona muy bien porque el artefacto se ha pensado
al milímetro. Las escenas se presentan como un calidoscopio -incluso vemos
girar la escenografía- en el que la analepsis y la prolepsis van abriéndonos
ventanas, puntos de vista, perspectivas. Una discusión inocente con el otro
monitor (Albert Ausellé), fuera de contexto, puede convertirse en un indicio
evidente de perversión. El argumentario de un padre preocupado (Santi Ricart)
sirve para justificar un interrogatorio injustificado. Un objeto olvidado en
una taquilla, una prueba irrefutable.
Como en física, un cuerpo sumergido (el beso) es capaz de
hacer saltar por los aires en un instante, como un géiser, lo que durante años
ha sido un lugar de aprendizaje (la piscina). La confianza en el otro se esfuma
por el cúmulo de fragmentos que encajan. O que podrían hacerlo.
No se puede fumar en los vestuarios, no se puede llegar
tarde a las clases, no se puede dejar de rellenar el botiquín. Todo ha de
estar, pues, herméticamente calculado. La prevención se ha convertido en la
única posibilidad de conducta. ¿Y qué hemos perdido por el camino?
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada