15 de desembre 2014

El testamento de María



publicat per
8 de desembre de 2014
Teatro Valle-Inclán. Madrid

La María que nos ofrece esta obra no está llena de gracia (divina, al menos). El testamento de María, un texto del autor irlandés Colm Tóibín ha llegado a la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán. Es una María incrédula, muy humana y repleta de dolor que nos cuenta su desgarradora historia con todas las entradas agotadas antes del estreno. Las razones: por un lado que es la primera puesta en escena teatral del director Agustí Villaronga, uno de los creadores más personales de nuestro cine. Y la segunda y clave, es su (única) protagonista: Blanca Portillo. Un actriz llena (y en estado) de gracia que recuerda su historia a pocos centímetros de los espectadores. “Recuerdo todo…todo. Al igual que el mundo contiene la respiración, yo contengo mi memoria.”

…el Señor es contigo… El texto es tremenda y humanamente bello. Y Villaronga lo ha puesto en escena con un montaje rico y fluido. La escenografía de Frederic Amat nos sitúa en una sala con dos imponentes estanterías de madera gigantescas y rústicas, repletas de objetos, como compartimentos de la memoria. Un suelo cubierto por pinazo, un pozo y una mesa que nace del suelo son los otros elementos principales de la escena. El magnífico y original vestuario ayuda a los cambios de escena (porque Villaronga parece que sigue utilizando el lenguaje cinematográfico, conformando escenas como secuencias con saltos temporales en plan flashback). Una potente banda sonora acompaña en momentos las transiciones y una magnífica iluminación, en continua y sutil transformación, envuelven las palabras. Agustí Villaronga ha optado por una dinámica puesta en escena, llena de acciones que la Portillo ejecuta con fluidez y sin resultar forzadas (aunque a algunos les parece excesiva), pero que es una propuesta adecuada para mostrar a una mujer activa y en ebullición

…Bendita Tú eres entre todas las mujeres… “Lo que tengo que decirles tal vez no quieran escucharlo. ¡Pero no voy a decirles nada que no sea verdad!” El texto de Tóibín es fascinante y nos plantea una María despojada de cualquier retazo de sacralidad. Una María con pecado concebida. Una María semi-pagana. Una campesina humilde y desorientada que no entiende lo que sucede a su alrededor. Una madre culpable por haber abandonado a su hijo en sus últimos momentos. Esa es la María que Tóibín pone ante nuestros ojos. Una última heroína trágica y proactiva, que intenta salvar a su hijo al que cercan los rumores. Una mujer judía que comienza a adorar a Artemisa, diosa de todo lo que crece. Y la Portillo (después de Segismundo o Hamlet) hace llorar a moco tendido con un regalazo interpretativo de tomo y lomo, mientras se encuentra guardada por unos hombres (dos evangelistas) que la protegen y la vigilan (y “escriben cosas que nunca vimos, ni ellos ni yo”).

…y bendito es el fruto de tu vientre Jesús… Esos hombres quieren saber todos los detalles de la historia de su hijo, Jesús. “No puedo llamarle por su nombre. Algo se rompería dentro de mí si llego a decir su nombre. Así que le llamamos él. Mi hijo.” Y es que para ella su hijo no es el hijo de Dios. Simplemente es eso, su niño. Y ahí reside la tragedia. María no entiende a ése que una vez acunaba pero que ahora vuela lejos de ella. Ni por qué habla en público arriesgando su vida (“con una voz falsa y un tono que yo no podía soportar”, dice), ni a los discípulos (“mi hijo atraía a los inadaptados”). Y mucho menos consigue comprender por qué empieza a mirarla con soberbia, escupiéndole a la cara ese “¿Qué tengo yo que ver contigo, mujer?” en las bodas de Canaán (momento tremendo y dolorosísimo). Ni por supuesto cómo le clavaron una corona de espinas y le hicieron mostrarse (otra mirada madre e hijo demoledora), le clavaron a una cruz y se lo arrebataron. “Quizás, antes de morir, sí diga su nombre. O sea capaz de susurrarlo alguna vez de noche. Pero no lo creo.”

…Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores… Y disfrutar de la Portillo como esta proto-madre es para dar gracias a dios, nosotros humildes y muy pecadores espectadores. La interpretación de esta mujer no tiene nombre. La Portillo cambia de una María anciana a otra más joven de manera magistral y a través de su voz y sus gestos se materializan ante nosotros el resto de personajes, como Miriam, Marta o Marcus (el único inventado por el autor). El cargarse sobre los hombros un texto como éste no es fácil. Hacerlo con la intensidad que lo hace, tampoco. Pero el vivirlo con la emoción y la belleza que lo hace, no tiene precio. Es una oportunidad única el disfrutar y beber cada lágrima de sus ojos a un metro de distancia. No hay palabras para describir los instantes en los que llora desgarradoramente, un auténtico ciclón, transmitiendo con sangre, sudor y lágrimas, dejándose la piel en el dolor de una madre que pierde a su hijo. Con ese arrepentimiento eterno e insalvable de haberle abandonado, por cobardía, en sus últimos momentos. Una espina clavada en su corazón que la acompañará hasta sus últimos días (“Lo que he visto me ha hecho salvaje, y no puedo cambiarlo.”)

…ahora y en la hora de nuestra muerte… es un montaje para incrustarse en la memoria. Porque es un emocionante viaje, lleno de matices, inolvidable. Una puesta en escena sensible y evocadora. Un texto que es una auténtica joya, sobre el dolor de una madre rota por la perdida y el arrepentimiento, más que sobre la religión (sin resultar blasfema por ello). Y una interpretación liberadora, de una actriz que vive el personaje y lo trasmite a la audiencia de forma desgarradora. Una hermosa historia de una madre y su hijo. “¡Y puedo deciros ahora, cuando decís que redimió al mundo, que no valió la pena!” Amén.

+ infoNombre del montaje: El testamento de María
Disciplina: monólogo
Director: Agustí Villaronga
Autor: Colm Tóibín
Reparto: Blanca Portillo
Traducción: Enrique Juncosa
Escenografía: Frederic Amat
Música: Lisa Gerrard
Vestuario: Mercè Paloma
Iluminación: Josep Maria Civit
Sonido: Lucas Ariel
Ayudante de dirección: Martí Torras

Producción: Testamento en coproducción con Centro Dramático Nacional, Festival Grec y Avance Producciones TeatralesDónde: Sala Francisco Nieva. Teatro Valle-InclánDirección: Plaza de Lavapiés, s/n. MadridHasta: 21. 12Horario: De martes a sábados, a las 19.30 h Domingos, a las 18.30 h

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