24 de desembre 2011

Una historia punki para Navidad


Marilia Samper y Llàtzer Garcia llevan al Teatre Gaudí una obra en la que se preguntan sobre la familia, la libertad, y el destino personal

'Dos punkis i un vespino' Alba Lajarin/Teatre Gaudí

Nochebuena. Una gasolinera en medio de la nada. El dependiente duerme plácidamente en lo que tiene que ser una madrugada tranquila y aburrida. Pero de repente aparecen dos hermanos, de estética punki y compañeros de viaje. La vieja moto les ha dejado tirados en una carretera fría. Necesitan pasar la noche allí. Poco más tarde, entra Carol, una mujer que ha salido huyendo de la cena familiar cuando su novio le ha pedido matrimonio pese que ella sabe que le es infiel. El trabajador del establecimiento, preocupado por cumplir las normas, teme que los acontecimientos puedan hacerle perder su prestigio en la empresa. Lleva meses siendo reconocido como el empleado modélico.

La propuesta de Marilia Samper (la conocemos de una magnífica adaptación del mito de Fedra) y Llàtzer Garcia fue reconocida con el premio al mejor proyecto de escenificación del Institut del Teatre en 2010. El texto de Dos punkis i un vespino (Teatre Gaudí, hasta el 15 de enero) trabaja – tal vez demasiadas veces – los lugares comunes, los prejuicios y la idea de familia como obstáculo para moverse con autonomía en busca de un destino propio.

Los dos hermanos (interpretados por Javier Beltrán y Oriol Casals), nómadas por convicción, han caído en la rigidez precisamente al pretender actuar en todo momento como seres auténticos, libres. El menor, Jota, quiere ser mago, abandonar el discurso manido de tópicos anticapitalistas de Ray. Por su parte, la mujer a la que da vida Muguet Franc camina hacia ninguna parte, con el único objetivo de no volver a su vida pasada. Xavi Francès - muy acertado - es un empleado que pasa del miedo a la emancipación, dejándose ir poco a poco.

La extraña noche acaba siendo una suerte de fiesta en la que el bitterkas protagoniza los dulces y amargos momentos compartidos. Ni los punkis son tan independientes ni el encargado de la gasolinera es tan sumiso como podía parecer. La ruptura de las normas permite moldear las convicciones para escoger, ahora sí, el propio camino libremente. En definitiva, se trata de una pieza bien estructurada - interesante el juego de analepsis con el que comienza -, de una gamberrada que utiliza la cuestión del albedrío como excusa para tejer una entretenida comedia.

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foto : 'Dos punkis i un vespino' Alba Lajarin/Teatre Gaudí
Albert Lladó
www.lavanguardia.com
19 de desembre de 2011

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