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22 de febrer de 2009
Antonio Castro
Tras la polémica gala de inauguración de los Teatros del Canal celebrada hace unos meses, estos teatros de titularidad pública abren las puertas para la primera temporada, con dirección del plenipotenciario Albert Boadella. Este fin de semana, para la apertura definitiva, se ha programado un espectáculo titulado “Una noche en el Canal”, que ha conseguido llenar el recinto.
Como preámbulo el público realiza un recorrido guiado por las enormes dependencias del complejo en el que se puede apreciar la calidad de las instalaciones y se puede preguntar cómo se van a llenar. Esta introducción tiene poco o nada de atractivo. Simplemente sirve para hacer tiempo antes del espectáculo en sí: la representación de la ópera “El trovador”. Y es este cuerpo central el divertido, el teatral, el que esperan los espectadores.
Los Hermanos Marx
Boadella no engaña: remeda “Una noche en la ópera”, la delirante película de los Hermanos Marx. Primero asistimos a un desastroso ensayo en la sala 2 (722 localidades) previo al estreno. Acomodadores, coristas, músicos y bailarines tratan de poner en pie la ópera verdiana a las órdenes del disparatado director Rober Milson (Bob Wilson, claro) histérico y absurdo. Ante el previsible desastre y el anuncio de un boicot a la función, el publico es invitado a pasar a la sala principal (850 localidades).
Pasión y disparate
Es en esta última parte donde aflora la pasión por el teatro de Boadella. La parodia de la película es infalible. Además el director utiliza todos los trucos para que el público vaya descubriendo las interioridades del enorme escenario y su sofisticada maquinaria. Sin duda para el espectador profano resultará sorprendente esta revelación. Y la escena final, el bellísimo baile de los telones, rezuma amor a la escena y talento.
La mayoría de los profesionales de la escena que me rodeaban se emocionaron profundamente con este final. Una sugerencia: expongan estos meses en algún vestíbulo los bellísimos telones de Francisco Pastor utilizados en el número final. Son obras de arte.
Toda la compañía trabaja con una complicidad y eficacia envidiables. La Joven Orquesta de la Comunidad y su coro se integran en la parte teatral con desparpajo, sin descuidar la interpretación musical. Y son notables el tenor y la mezzo que deben apechar con las terribles arias de “El trovador” entre el caos de la escena. Memorable.
El edificio
Los Teatros del Canal tienen 40.000 metros construidos. Pero tengo la impresión de que la Arquitectura se ha mirado nuevamente el ombligo a la hora de proyectarlos. Que se ha querido más hacer un edificio espectacular por encima de su destino final. Arquitectónicamente es sorprendente, pero que ese derroche de espacio colme las necesidades teatrales está por ver.
Otra cosa son los dos teatros, los auditorios. La sala 2 es fascinante y permitirá, si se utiliza con inteligencia, presentar montajes rompedores. En ella se puede hacer casi de todo con excelente visibilidad. La sala principal es acogedora, con una magnífica disposición de los asientos. Extraordinaria la boca de escena y las dimensiones de la caja.
La noche del estreno nos pareció que, además, tiene excelente acústica, lo que es sorprendente en un teatro moderno. Los diseñadores nos han ofrecido un buen puñado de ejemplos de teatros “sordos”, con zonas de visibilidad reducida o nula y hasta sin accesos para la carga y descarga de la tramoya. No parece que, afortunadamente, suceda algo de ésto en el Canal. El telón ya se ha levantado. Ahora queda lo más difícil: conseguir llenar los teatros en cada función. Un consejo al público futuro: vayan en Metro. La estación de Canal les deja puntualmente en la misma puerta.
22 de febrer de 2009
Antonio Castro
Tras la polémica gala de inauguración de los Teatros del Canal celebrada hace unos meses, estos teatros de titularidad pública abren las puertas para la primera temporada, con dirección del plenipotenciario Albert Boadella. Este fin de semana, para la apertura definitiva, se ha programado un espectáculo titulado “Una noche en el Canal”, que ha conseguido llenar el recinto.
Como preámbulo el público realiza un recorrido guiado por las enormes dependencias del complejo en el que se puede apreciar la calidad de las instalaciones y se puede preguntar cómo se van a llenar. Esta introducción tiene poco o nada de atractivo. Simplemente sirve para hacer tiempo antes del espectáculo en sí: la representación de la ópera “El trovador”. Y es este cuerpo central el divertido, el teatral, el que esperan los espectadores.
Los Hermanos Marx
Boadella no engaña: remeda “Una noche en la ópera”, la delirante película de los Hermanos Marx. Primero asistimos a un desastroso ensayo en la sala 2 (722 localidades) previo al estreno. Acomodadores, coristas, músicos y bailarines tratan de poner en pie la ópera verdiana a las órdenes del disparatado director Rober Milson (Bob Wilson, claro) histérico y absurdo. Ante el previsible desastre y el anuncio de un boicot a la función, el publico es invitado a pasar a la sala principal (850 localidades).
Pasión y disparate
Es en esta última parte donde aflora la pasión por el teatro de Boadella. La parodia de la película es infalible. Además el director utiliza todos los trucos para que el público vaya descubriendo las interioridades del enorme escenario y su sofisticada maquinaria. Sin duda para el espectador profano resultará sorprendente esta revelación. Y la escena final, el bellísimo baile de los telones, rezuma amor a la escena y talento.
La mayoría de los profesionales de la escena que me rodeaban se emocionaron profundamente con este final. Una sugerencia: expongan estos meses en algún vestíbulo los bellísimos telones de Francisco Pastor utilizados en el número final. Son obras de arte.
Toda la compañía trabaja con una complicidad y eficacia envidiables. La Joven Orquesta de la Comunidad y su coro se integran en la parte teatral con desparpajo, sin descuidar la interpretación musical. Y son notables el tenor y la mezzo que deben apechar con las terribles arias de “El trovador” entre el caos de la escena. Memorable.
El edificio
Los Teatros del Canal tienen 40.000 metros construidos. Pero tengo la impresión de que la Arquitectura se ha mirado nuevamente el ombligo a la hora de proyectarlos. Que se ha querido más hacer un edificio espectacular por encima de su destino final. Arquitectónicamente es sorprendente, pero que ese derroche de espacio colme las necesidades teatrales está por ver.
Otra cosa son los dos teatros, los auditorios. La sala 2 es fascinante y permitirá, si se utiliza con inteligencia, presentar montajes rompedores. En ella se puede hacer casi de todo con excelente visibilidad. La sala principal es acogedora, con una magnífica disposición de los asientos. Extraordinaria la boca de escena y las dimensiones de la caja.
La noche del estreno nos pareció que, además, tiene excelente acústica, lo que es sorprendente en un teatro moderno. Los diseñadores nos han ofrecido un buen puñado de ejemplos de teatros “sordos”, con zonas de visibilidad reducida o nula y hasta sin accesos para la carga y descarga de la tramoya. No parece que, afortunadamente, suceda algo de ésto en el Canal. El telón ya se ha levantado. Ahora queda lo más difícil: conseguir llenar los teatros en cada función. Un consejo al público futuro: vayan en Metro. La estación de Canal les deja puntualmente en la misma puerta.