27 de novembre 2011

Los hijos de Dante



DOS AGRUPACIONES DE TEATRO AMATEUR CUENTAN SU EXPERIENCIA ESCÉNICA EN LOS LOCALES DE ENSAYO MUNICIPALES DE ADURZA

(Aula 1 del antiguo colegio San Ignacio. Primer piso. Interior. Noche. Cinco personas charlan alrededor de una mesa. Sobre ésta, un trofeo. La clase, en desuso, está abarrotada de objetos, disgregados en alegre anarquía sobre las omnipresentes baldosas amarillas. Un espejo refleja la escena. La pizarra, oculta tras un gran perchero, evoca el antiguo uso formativo. Una pareja de calzas verdes, varias frutas perennes de cartón piedra y dos taburetes reconvertidos en timón de barco sugieren que podemos encontrarnos en el local de una compañía de teatro aficionado que se reúne para ensayar entre semana. Unos nudillos tocan a la puerta.

-¡Adelante!- responde el quinteto.

Un fotógrafo y un redactor entran en la habitación. Todo indica que han ido a hacer un reportaje...).

DESDE hace tres años, los seis integrantes de Abstractoesfera comparten con sus colegas de Titania Teatro unos metros cuadrados de empatía con el telón. Es jueves y, como los martes, es el turno de que el sexteto disponga de su parcela en el espacio municipal, bautizado como Dante. El nombre no asegura que las comedias salgan divinas, pero parece más que apropiado.

También debería serlo que Edurne Saez de Vicuña, Inmaculada Quero, Jon Caldevilla, Itsaso Navaridas y Mari Cruz Domelo -junto al ausente Gorka- se corran en breve una juerga. Lo refleja el trofeo que, encima de la mesa, recuerda el segundo puesto que acaban de obtener en el Certamen de Teatro Aficionado de Valdemorillo. Entre "susto y subidón". Así recuerdan la reacción ante la concesión del premio. "Nos interesaba meternos en ese mundo de los certámenes que no conocemos", explica Mari Cruz, y, tras unos cuantos intentos, la agrupación logró colarse entre los más de cien grupos presentados al encuentro madrileño. Con premio.

Ahora toca "seguir mandando la obra -El juego de la acacia-, porque la tenemos muy bonita", asegura Inmaculada. Es un ahora que se mezcla con otro, el que les pilla en proceso de lectura de la que será su próxima obra. Declamando antes de comenzar a gestar un nuevo montaje. De comenzar de nuevo.

Y todo comenzó, precisamente, muy cerca. Apenas unos metros por encima de sus cabezas. "Coincidimos en el Taller de Artes Escénicas", recuerda Edurne, y tras acabar su período formativo decidieron buscar su propio camino. El de estas baldosas amarillas. Lo primero que necesitaron, como el león cobarde, fue valor. "Es duro, ya no tienes las facilidades de la escuela", recuerda Edurne. "Empiezan los miedos", añade Inmaculada, remitiendo de nuevo a esa osadía.

Un premio concedido al ausente Gorka en Gauekoak fue el que disparó la oportunidad de trabajar un montaje con un objetivo claro de estreno. El que impulsó a ensayar duro. A comenzar a reciclar objetos de casa "y de la basura, incluso, si nos sirven", explica Itsaso. Y a ponerlo todo -los objetos, los conceptos- en grupo. "Esto es asambleario", añade la joven, que aporta además al grupo su experiencia en el campo de la danza. Porque esa es una de las claves, que "saber sacar lo bueno de cada uno; están presentes todas las capacidades que tenemos", apunta Edurne, mostrando incluso que no requieren de cerebro, como el espantapájaros: su premiado montaje es un libreto que ellos mismos gestaron. "Y eso sí que da miedo", asegura Inmaculada.

En este nuevo caso, han recurrido a un texto de Jerónimo López Mazo, escogido, además de por su calidad, porque "es difícil encontrar un texto justo para este número de personas", afirma Gorka. Y, además, que sea equitativamente coral. Ahora tocar tirar de tablas. Una treintena de funciones de El juego de la acacia por tierras vascas -castellano y euskera- dan fe de ellas. Mientras despliegan sobre las baldosas amarillas la escenografía de ese montaje, uno se da cuenta de que tampoco tienen el problema del hombre de hojalata. Sobra corazón...

(Aula 2 del antiguo colegio San Ignacio. Primer piso. Interior. Noche. Seis personas se vuelven personajes -sin necesidad de buscar autor- en la estancia anexa al ya transcurrido primer acto. En lugar de la anarquía, reina lo diafano. La mayoría del atrezzo descansa en otro local alquilado. De nuevo una pizarra -ésta no se halla oculta tras un gran perchero- evoca el pretérito uso formativo del aula. Un sofá, una mesilla y un teléfono dan pistas del próximo montaje. Varias puertas diseminadas se abren hacia el pasado y al futuro del grupo teatral que ensaya. Hacia el sueño de las tablas. Unos nudillos tocan a la puerta).

-¡Adelante!- responde el sexteto.

Un redactor -el fotógrafo ha pasado antes y ya ha tomado las correspondientes fotografías- entra en la habitación. Todo indica que sigue haciendo el reportaje...).

Es complicado compaginar la agenda -laboral o de cualquier clase- con actividades paralelas. Cuesta cuadrar los horarios para poder estar, cada martes y jueves, a las 18.30 en este rincón de Adurza. Por eso, si Gorka no se ha podido pasar por la cita de Abstractoesfera, Blanca Saez de Jauregui tampoco ha podido hacerlo por la de Trokomotxo, que ensaya su nueva pieza, Ni la muerte nos separa, adaptación de Mi mujer es el plomero.

Así que seis personas se tornan personajes entre los ecos de lecciones y exámenes, de clases y recreos. Nunca los tiene una compañía amateur, obligada a exprimir -gustosamente- cada segundo extraescolar. En el caso de Trokomotxo, la condición amateur es casi profesional. Diez años, recién cumplidos el pasado septiembre, cuentan su historia.

Y tiene mucho de paralelo con la de sus abstractos vecinos. También los fundadores de Trokomotxo partieron por la vía formativa. Tras pasar por esos cursos municipales que se llevan a cabo en los centros cívicos -"no podíamos continuar, porque era teatro de iniciación"-, optaron por "contratar a dos actrices para que fueran nuestras profesoras de interpretación", recuerda Carlos Köster. Al año siguiente de su nacimiento, en 2002, ya estaban en estos espacios municipales, y comenzaron a desarrollar y poner en escena sus montajes. "Ya hacíamos cosas que nos dirigían ellas".

Inodoro Pereira, el Quijote de la Pampa, fue su estreno, al que han seguido piezas como Gloria Guzmán, ¿Quién necesita un marido? o Vergüenza y escándalo en la familia. Para acercarlas a escena, la receta es siempre "llamar a un montón de puertas, de gente conocida o desconocida", reflexiona Gonzalo Vega, uno de los últimos en incorporarse al grupo. En el caso de Trokomotxo, la asociación de vecinos Bizilagun, de Coronación, fue una de las impulsoras, abriendo camino hacia las tablas del centro cívico Aldabe.

Blanca, Carlos, Gonzalo... Junto a Emilie Aranda, Esther González, Cecilia Pedrosa y Pedro Sánchez Alonso componen el elenco de Trokomotxo. Cada uno llegó de un cauce. Todos convergieron en el mismo. "Me jubilé y quería hacer algo que no había podido hacer antes", explica Esther. "Empecé en un centro cívico, para integrarme en España", recuerda Emilie, de origen galo. "Es un hobby que engancha", opina Pedro. "Me gusta de siempre, lo que pasa es que tengo sentido del ridículo", confiesa Cecilia, cada vez más suelta sobre el escenario.

Todos lo van consiguiendo con cada función. Lo comenzaron a notar desde los primeros ensayos, esos que "hacen que esa frialdad inicial", la de no conocerse, desaparezca rápidamente. Esos que, ahora mismo, van empastando poco a poco los diálogos de su nueva pieza, una comedia de enredo en la que vuelven a reciclar las puertas que les han ido acompañando, como los ecos de los textos de sus sucesivas obras, montaje tras montaje. Pirandello estaría más que orgulloso. Estos seis personajes siguen trabajando en busca del siguiente autor.

(Aparcamiento del antiguo colegio San Ignacio. Exterior. Noche. El fotógrafo y el redactor dejan atrás las dos aulas, permitiendo que, de una vez, comiencen los ensayos. Desde el poblado parking, las siluetas de los actores se recortan en los grandes ventanales. Al fin, bien entrado el otoño, ha llegado el frío).

El ensayo de Abstractoesfera es abierto. Al menos para los vecinos de enfrente, en la calle Los Molinos. No estaría de más que alguien les colocara unas persianas. Nada que objetar a la gran oportunidad de contar con unos locales de ensayo, que acaban incluso de renovar puertas y baños, pero siempre se puede sugerir. Cada año, los grupos que regentan los espacios de Dante, deben renovar su proyecto. "Y es bueno porque no hay que apalancarse, esto no es nuestra casa", concede Mari Cruz. Pero no siempre es posible crear en unos meses -sin ser profesional- un montaje nuevo y desarrollarlo. El espacio también debería servir para seguir puliendo una pieza y prolongarla en el tiempo, porque "con nuestros horarios para ensayar es difícil tener algo de calidad en poco tiempo".

Los vecinos de Trokomotxo, desde el otro lado del tabique, coinciden. "Tener un local es un lujo", reconoce Pedro. "Hubo un impass donde tuvimos que alquilar uno y se nota la diferencia", añade Carlos. Lo que no quita -lo cortés y lo valiente- para que se propongan ideas en los dos apartados que más lastran a un grupo amateur, almacenamiento de material y transporte. ¿Una furgoneta para uso compartido para todos los grupos? ¿Un espacio para guardar el material de los montajes que espera nuevo uso? Hay libretos que no se acaban. Que siempre tienen un renglón por escribir. El de la vida, claro. O el del ilusionante camino de los grupos amateur. De estos hijos de Dante.

publicat per
David Mangana
http://www.noticiasdealava.com
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