Mònica Bofill dirige en el Teatre Akadèmia
'Constel·lacions', de Nick Payne, una comedia que utiliza la pareja para hablar
de la posibilidad de universos paralelos
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22 de febrer de 2013
foto : Dani Arrebola y Marianne, en 'Constel·lacions' Teatre
Akadèmia
Obra de Nick Payne, dirigida por Mònica Bofill Teatre
Akadèmia
La teoría física de los universos paralelos, que defiende la
existencia de múltiples realidades independientes pero que, de alguna manera,
corresponden a un mismo "multiverso", es el punto de partida de
Constel·lacions, pieza de Nick Payne que Mònica Bofill dirige (también se ha
hecho cargo de la traducción) en el Teatre Akadèmia.
La obra, presentada como “una comedia romanticuántica”, se
basa en las repeticiones de una misma situación en la que los dos
protagonistas, Roland (espléndido Dani Arrebola) y Marianne (verosímil Sílvia
Ferrando), responden de diferente manera. Es, pues, una propuesta que, a partir
de una aparente sencilla historia de pareja, reflexiona sobre el tiempo y el
libre albedrío. Él es un apicultor. Ella trabaja en la universidad, estudiando
los enigmas del cosmos. Se conocen en una barbacoa y… La condición de
posibilidad nos mostrará todos los espectros de una vida en común.
La austera escenografía (firman Carlota Masvidal y Jennifer
Sotillo) demuestra que con pocos recursos (hoy, que vemos tanta pirotecnia) se
puede acompañar el relato, y fortalecer su idea-fuerza. Un cubo iluminado en el
suelo, y otros tantos colgados de manera desordenada en el techo, ambientan una
galaxia, íntima y compartida, que se estructura como el cuento El jardín de
senderos que se bifurcan de Borges: “infinitas series de tiempos, en una red
creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa
trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se
ignoran, abarca todas la posibilidades”.
Interesante trabajo también el juego de luces (se nos indica
cada repetición con un apagar y encender los focos, como si fuera un
microtelón) y el movimiento de los actores, que parecen realizar una suerte de
danza derviche en el sentido de la agujas del reloj, ofreciendo una vez más una
alegoría acerca del tiempo y sus potencialidades.
Los momentos de comicidad tienen gancho. Es, pese a estar
hablándonos de física cuántica, una propuesta básicamente divertida. Cuando los
primeros síntomas de la enfermedad aparecen, y el miedo corta el ritmo
impregnado de humor, ambos actores se presentan en paralelo, en dos líneas de
luz que no se tocan. Aquí la yuxtaposición es inviable. La oscuridad que los
separa bien podría entenderse como el misterio de los agujeros negros que somos
incapaces de resolver. El fracaso es siempre el mismo: “no hay una explicación
lineal”.
El mérito del texto de Payne, así, es ir ofreciendo escenas
domésticas (una declaración de amor, un reencuentro, o una confesión) para
acabar disparando preguntas sin respuesta. Si el futuro es uno y muchos a la
vez, si todo está ya escrito, qué importancia tiene cada una de nuestras
decisiones. Cómo lanzar al aire la dichosa moneda.
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