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30 d'octubre de 2015
Julio Bravo
Un repaso por las leyendas de algunos importantes escenarios
y sus inquilinos espectrales
foto Aspecto del hall del teatro Lara, en Madrid - JAIME
GARCÍA
El actor Clive Carter, uno de los intérpretes del musical
«Charlie y la fábrica de chocolate», charlaba el otro día en su camerino con otro
compañero cuando la televisión empezó a hacer cosas extrañas y a cambiar de
canal sin que nadie, aparentemente, tocara el mando. Según contó el actor a
«The guardian», los fenómenos extraños comenzaron a producirse cuando en la
conversación surgieron los fantasmas del teatro Drury Lane, donde se representa
el musical.
Drury Lane
El Drury Lane, inaugurado en 1663, es el teatro más antiguo
de Londres, y la leyenda dice que habitan en él varios fantasmas: el del clown
Joseph Grimaldi, que creció en el mismo teatro e hizo una singular petición
antes de morir, que le separaran la cabeza del cuerpo; el del bailarín y
comediante Dan Leno, a quien muchos aseguran haber oído ensayar al pasar junto
al que era su camerino; y el más célebre de todos: el «Hombre de gris», que se
aparece solo entre las diez y las cuatro, que tiene la costumbre de empujar a
los actores y de sentarse en la fila cuatro para observar los ensayos y los
montajes. Así as menos lo han asegurado actores y técnicos a lo largo de los
años. El misterioso hombre de gris es el fantasma de un hombre que, al ser
descubierto coqueteando con una actriz, fue asesinado por el amante de ésta; su
cuerpo se descubriría años más tarde, emparedado entre dos paredes.
Pero los fantasmas del Drury Lane no son los únicos. El más
famoso es el que habitaba en la Ópera de París, y sobre el que fantaseó Gaston
Leroux en su novela «El fantasma de la Ópera». Se trataba de Yup, que vivía en
un apartamento secreto descubierto a principios del siglo XX en los sótanos del
Palais Garnier.
Teatro Lara
En España, es popular el caso del Teatro Lara, donde la
leyenda cuenta que habita el fantasma de Lola Membrives, una célebre actriz
argentina, durante muchos años vinculada a este teatro. Hay varios testimonios
de actores que la han visto cantar en el que fue su camerino. Una de sus más
recientes apariciones fue hace unos años, cuando coincidiendo con el montaje
«Días de vino y rosas», se organizó en el hall una exposición de fotografías de
Papín Lucadamo titulada «El fin de la carne». Contaba un empleado del teatro
que «durante el montaje, algunas de las personas que estabamos trabajando ahí,
pudimos sentir como a Lola no le gustaba la exposición, se abrian y cerraban
puertas y se iba y volvia sola la luz. Al terminar de montarla leimos los
carteles y cual fue nuestra sorpresa al ver que en el cartel del único
esqueleto humano que aparecía en la exposición ponia Lola Membrives».
También el teatro Zorrilla, en Valladolid, tiene una leyenda
que se refiere a las tumbas sobre las que, se cuenta, está edificado. En ese
mismo terreno estuvo antesl el Convento de los Franciscanos, en el que fue
enterrardo Cristóbal Colón al morir. «Se habla de fantasmas, sí -bromea Enrique
Cornejo, su actual empresario-, pero yo nunca me los he cruzado».
El 22 de enero de 1922, cuando estaba en escena
representando, en el teatro Cervantes de Almería, la obra «Santa Isabel de
Ceres», la actriz Conchita Robles fue asesinada a tiros por su marido en un
ataque de celos. Tan dramática fue la escena que el público creía que formaba
parte de la función y prorrumpió en un escandaloso aplauso. Su fantasma, cuenta
la leyenda, no ha querido abandonar el escenario desde entonces.
Los fantasmas del Maipo
Otro teatro con fantasmas propios es el Maipo, en Buenos
Aires. Su dueño actual, el productor Lino Patalano, está convencido de su
existencia. Se habla de la actriz Blanca Podestá, cuyo espíritu sigue vagando
por el centenario teatro; del actor Ambrosio Radrizzani, que murió en el
incendio sucedido en el Maipo el 6 de septiembre de 1942 cuando intentaba sacar
sus cosas del camerino. Y otro es Luis Efraín Cáceres, un maquinista que
trabajaba en el teatro y que se suicidó en él en los años ochenta.
«Este teatro tiene muy buenos fantasmas -contaba con sentido
del humor en una entrevista la actriz Norma Aleandro-; tiene dos en realidad:
uno, pobre, se ahorcó, y el otro murió quemado en un camarín. Cáceres es el que
más visita el escenario; nosotros lo hemos podido comprobar, hay funciones a
las que viene. Y son las que mejor salen».
Más escenarios con presencias espectrales: el Lyceum de
Londres, en el que se aparece el actor William Terris, que fue apuñalado en
1897 en el mismo teatro, y que antes de morir advirtió que volvería; el
Palladium, en la misma ciudad, donde una mujer vestida de amarillo pasea por
sus dependencias; o el Coyoacán, en México D. F., donde una joven vestida de
blanco aparece en los camerinos y en el escenario; el teatro de la Ciudad,
también en México, donde los técnicos temen al «niño de la diadema».
Broadway
Broadway, naturalmente, también tiene sus fantasmas. Y si
allí se hacen las producciones a lo grande, también se exagera en cuestiones
espectrales. En el Palace Theatre, en pleno Times Square, habita el fantasma de
Judy Garland, que suele aparecerse acompañada de un centenar de fantasmas. Lo
hace en una puerta creada en el foso para que entrara y saliera de escena la
actriz.
Y el empresario David Belasco sigue rondando en el que fue
su apartamento en el teatro que hoy lleva su nombre, y se entretiene
pellizcando el trasero de las actrices que le gustan.
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