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18 de maig de 2013
Albert Lladó
foto : Imagen de 'Stockmann' David Tarrasón
Oriol Tarrasón adapta y dirige en la Sala Muntaner el
clásico de Ibsen protagonizado por el incorruptible 'Stockmann'
Sala Muntaner
Dirección:
Oriol Tarrasón
Autor:
Henrik Ibsen
Intérpretes:
Annabel Castan, Bernat Quintana, Pep Ambròs, Mireia Illamola
y Arnau Puig
Hasta el 16 de Junio de 2013
Una escenografía austera y elegante, cinco sillas, toallas,
albornoces blancos, copas de cóctel, ponche para el público, y una pizarra de
fondo donde leemos el nombre del protagonista que da título a esta pieza, Stockmann,
una libre adaptación de Un enemigo del pueblo de Ibsen que hasta el 16 de
junio, bajo dirección de Oriol Tarrasón (produce Les Antonietes Teatre), se
puede ver en la Sala Muntaner de Barcelona.
Bernat Quintana (preciso en todas sus intervenciones, aunque
algo rígido en momentos en los que el personaje demanda cierta locura) es el
científico que descubre que el agua que llega al balneario –auténtico motor
económico del pueblo- está contaminada. No dudará, pese a las consecuencias que
conlleva cerrar el centro para realizar las necesarias obras, en enfrentarse a
su hermano (Pep Ambròs), el alcalde, ni a la directora del diario local (Mireia
Illamola), ni al presidente de los comerciantes (Arrnau Puig es un gran actor,
soporta cualquier registro), ni a la propietaria de la fábrica que ha provocado
los vertidos tóxicos, su suegra, (Annabel Castan, que también es su mujer, la
única que le apoya). Es esta importante relectura un canto a la libertad
individual y al compromiso con uno mismo.
El texto, centrado en la fuerza del que resiste ante la
presión de una mayoría que deja engañarse por no perder su nivel de vida, nos
llega con una actualidad sorprendente. La crítica social de Ibsen, a través de
la mirada contemporánea de Les Antonietes, pone en cuestión uno de los pilares
que se supone que rige la aritmética democrática. Y es que la mayoría no
siempre tiene la razón.
La propuesta transita bien por el viaje vital, vertiginoso,
que Stockmann se ve obligado a realizar, pasando de ser visto como un miembro
venerable de la comunidad a ser considerado un tipo repulsivo que pone en
peligro la subsistencia de una burguesía acomodada. La clase media renuncia a
cualquier planteamiento ético en lo que resulta un dibujo certero del estado de
las cosas.
Es, pues, una obra que nos habla de un tipo de rebeldía que
se expresa con la convicción y la insistencia. También es un retrato, claro, de
una ciudadanía formada por una masa compacta, sin espacios para la disidencia
ni para la heterodoxia, y que acepta sin remilgos cualquier forma de
caciquismo.
Especialmente interesante es la escena en la que el doctor
convoca una asamblea pública para informar de sus investigaciones, en la que es
víctima de todo tipo de sabotajes y boicots para que su credibilidad caiga por
los suelos. Los asistentes somos nosotros, cada persona sentada en su butaca,
incapaces de levantar la voz por no traspasar la línea que nos convertiría en
adversario y punto de mira.
En Stockmann, pese a que la versión original es de 1882,
comprobamos algunos de los males que nos han llevado a la crisis que ahora
padecemos: la voracidad económica, medios de comunicación dependientes en
exceso de la publicidad, los juicios paralelos, el chantaje como falso método
de diálogo, la manipulación informativa en el relato oficial, el culto a la
obediencia, el dinero como valor ético en sí mismo, y la falta de cultura de un
contribuyente que piensa que el bien común significa que no le molesten en
exceso.
Pero hay motivos para la esperanza. Eso nos muestra, con
talento, la puesta en escena de Tarrasón. Hay alguien que dice "no".
Y que señala, sin miedo, el estiércol que otros pisan sin inmutarse.
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