El teatro Lara presenta esta obra escrita y dirigida por
Ramón Paso
Repito cuando toca que la sátira es muy necesaria para la
higiene social, un espejo que acentúa las verrugas y deformidades del mundo en
que vivimos para superarlas –y a ser posible contribuir a corregirlas– con la
risa crítica como combustible. El humor, escribe Ramón Paso en el programa de
mano de esta combativa función, no le gusta al autoritarismo porque «es un
disolvente que actúa contra el Mal mostrándolo como lo que es en realidad: un
cúmulo de miedos, supersticiones e inseguridades». Por eso, abre la manguera de
la sátira para arremeter contra esa «nueva inquisición» o «suerte del
puritanismo al más agresivo estilo calvinista» que enarbola el rasero de la
corrección política como mascarón de proa de la «intransigencia religiosa y
social» empeñada en «reprimir la libertad de expresión».
«La ramera de Babilonia» (***)
Autor y director: Ramón Paso. Iluminación: Pilar Velasco.
Vestuario: Sandra Pedraz Decker. Intérpretes: Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela
Peirat y Elisa Pelayo. Teatro Lara. Madrid.
El autor y director, bisnieto de Jardiel y nieto de
Alfonso Paso, evoca en el título del montaje la imagen de la ramera de
Babilonia, ese personaje del libro del Apocalipsis que cabalga montado sobre la
bestia de siete cabezas y que ha sido interpretado, según las épocas, como
metáfora de la Jerusalén terrenal, el imperio romano o, para Dante, Savonarola
y Lutero, entre otros, la iglesia católica corrompida. Paso critica
precisamente el papel otorgado por la iglesia a la mujer a lo largo de su
historia y de paso, partiendo de la idea traviesa de que el primer regalo de
las mujeres a los hombres fue la manzana como signo de rebelión contra las
normas impuestas, celebra la sexualidad femenina desinhibida y risueña, y
aplaude a las mujeres que piensan y deciden.
Sobre esos cimientos ha construido un espectáculo procaz,
ingenioso, de un humor radical (ofensivo para creyentes también radicales) y
muy divertido, una especie de auto sacramental sacrílego, como proclaman las
actrices que lo interpretan, y que está estructurado como una dinámica sucesión
de cuadros con aire de cabaret berlinés, entre los que hay algunos
descacharrantes, como el encuentro entre Eva y Lilith, esa primera mujer
bíblica que abandonó el Paraíso por propia iniciativa debido a que, al parecer,
no le gustaba que Adán yaciera sobre ella y propuso intercambiar posiciones.
Quizás le vendría bien algún recorte a esta función de casi dos horas de
duración y que Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat y Elisa Pelayo
interpretan estupendamente, con entusiasmo y acierto gestual, en una clave que
combina la inocencia pícara y la agresividad impostada.
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Una escena de «La ramera de Babilonia» - Teatro Lara
JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN
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