El nuevo montaje de la obra de Andrés Sopeña supone una
mirada crítica e irónica de la escuela franquista
En 1997 la compañía vasca Tanttaka llevó a escena «El
florido pensil», adaptación a las tablas de un ensayo, de título homónimo, de
Andrés Sopeña Monsalve, que ofrece una visión crítica e irónica del sistema de
la educación nacionalcatólica. La producción fue, recuerda Fernando Bernués,
director del grupo y del montaje, «muy modesta. Hasta pedí que me prestaran los
pupitres de madera de mi antiguo colegio de curas. La compañía atravesaba por
un momento de penuria económica y todos estábamos en situaciones complicadas,
por lo que se hizo con mucho esfuerzo, pero también con enorme ilusión».
El esfuerzo mereció la pena. Se convirtió en un éxito
inesperado, que tuvo versiones en catalán, gallego, vasco y castellano, se
representó en numerosímas plazas y alcanzó una dimensión que soprepasó la
teatral. «A los primeros que sorprendió esa magnífica acogida -comenta Fernando
Bernués- fue a nosotros. Por fortuna, esa es una de las grandezas del teatro,
que nunca sabes cuál va a ser la respuesta del público. No hay recetas».
Amas de casa modélicas
Ahora retoman la pieza, pero con un giro fundamental.
Apunta Bernués: «En el montaje primitivo, los protagonistas eran masculinos.
Pero siempre creímos que debía abordarse también desde el lado femenino. Al
pedirnos una reposición en su veinte aniversario, vimos la oportunidad de
hacerlo. La educación, mejor deseducación, de esa época tenía especialmente
claros los objetivos en relación con las mujeres: reducirlas a un papel de amas
de casa, esposas y madres modélicas y sumisas». Mireia Gabilondo, codirectora
de «El florido pensil. Niñas», subraya: «Se inculcaba que el hombre era poco menos
que el representante de Dios en la familia. Había reglas para la mujer ideal
que resultan espeluznantes».
La puesta en escena es fiel a la original, pero incorpora
nuevas escenas
Y los dos están de acuerdo en que la traslación al ámbito
femenino reviste mayor actualidad, ya que «todavía hoy existen situaciones
incrustradas que tienen vinculación con aquel modelo patriarcal. Hasta en
detalles como los anuncios, donde casi en su práctica totalidad son las mujeres
las que se ocupan de las tareas domésticas». A pesar de que muchas mujeres que
de niñas fueron aleccionadas para ese cometido han hecho el camino inverso. En
este sentido, Nuria González -una de las protagonistas de la obra, junto a
Esperanza Elipe, Mariola Fuentes, Chiqui Fernández y África Gozalbes- explica:
«Hemos intentado superar el lavado de cerebro, pero eso implica arrastrar una
gran cantidad de culpa».
Humor catártico
En «El florido pensil. Niñas», aclaran sus responsables,
«lo más importante es que se trata de la mirada de mujeres actuales, que
repiensan y exorcizan ese periodo y esa escuela. Y lo hacen desde la ironía
liberadora y el humor catártico. Es como curarse las heridas con la risa. La
obra tiene especial enganche para quienes vivieron esa educación en primera
persona, pero también para generaciones posteriores que se preguntan cómo pudo
ser así. Se propicia un encuentro intergeneracional enriquecedor».
Fernando Bernués y Mireia Gabilondo manifiestan también:
«El punto de vista es crítico, pero con el sistema y el modelo. Lo que no
significa que, incluso en ese negro contexto, dejara de haber maestros
concretos que podamos recordar con afecto». Por otro lado, señalan: «Aunque se
mantiene la estructura de la pieza originaria, con cinco personajes, antes
masculinos y ahora femeninos, basados en cinco prototipos sociológicos, hay
escenas nuevas como por ejemplo en todo lo relativo al mundo del ocio».
«El florido pensil. Niñas»
Teatro Marquina. Madrid (Prim, 11). A partir del 30 de
agosto
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Una escena de la obra, ayer durante un ensayo - Belén
Díaz
CARMEN R. SANTOS
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