31 de desembre 2006

20 años del teatro arriaga

16 de desembre de 2006

Aquel primer día en que se levantó el telón...
El 5 de diciembre de 1986 fue un día muy especial para Bilbao, ya que tras varios años de obras se reinauguraba el Teatro Arriaga totalmente renovado. Algunos de los protagonistas de aquella gala de reapertura nos cuentan aquí cómo vivieron ese día y cómo lo recuerdan hoy.
M. J. Gandariasbeitia
«En el ‘‘antes’’ recuerdo ‘‘Los sobrinos del Capitán Grant’’ que veíamos en Navidad. Pero me cabe el honor de haber inaugurado el ‘‘después’’ con la BOS y el llorado Urbano Ruiz Laorden»Joaquín Achúcarro«No puedo olvidar su alfombra absolutamente maravillosa de una sola pieza que cubre la escalera»Emma Jiménez«Uno de los primeros espectáculos fue ‘‘5 Lorcas 5’’, en el que trabajaba Antonio Banderas en una de sus pocas actuaciones en el teatro»Andoni Olivares«Fue algo muy importante porque además de recuperar la maravilla del teatro, nosotros estábamos celebrando el centenario de la Coral»Cecilio Gerrikabeitia Aquel primer día en que el Arriaga levantó el telón para su reapertura, Joaquín Achúcarro y Emma Jiménez se preparaban para un concierto muy diferente. Estaban acostumbrados a recorrer el mundo con su música, pero las sensaciones de esa tarde del 5 de diciembre de 1986 eran diferentes: una mezcla de emoción y quizá de responsabilidad por reinaugurar el teatro-símbolo de Bilbao, ahora convertido en una cuidada joya.«Mis recuerdos del Arriaga son de ‘‘antes’’ y de ‘‘después’’», recalca hoy Achúcarro, remarcando esos espacios temporales como quien delimita momentos relevantes de su vida. «En el ‘‘antes’’-continúa- figuran ‘‘Los sobrinos del Capitán Grant’’ que, de niños, veíamos todas las navidades; mi primera ‘‘Aida’’, también recitales y conciertos, míos y de otros: Kempff, Ituribi, Niedzielski etc. Pero me cabe el honor de haber inaugurado el ‘‘después’’ con la BOS y el llorado Urbano Ruiz Laorden», dice el pianista.
La escalera y la alfombra
Su mujer, Emma Jiménez, conserva imágenes fotográficas de aquella tarde en que actuó junto al violinista Félix Ayo, con quien hoy mismo ofrecerá un concierto en el bicentenario de Sestao. «Recuerdo -dice Emma- la visión del Teatro Arriaga en diciembre del 86: el dorado, el terciopelo rojo, las luces y sobre todo una alfombra absolutamente maravillosa de una sola pieza que cubría (y cubre) la escalera. Y no puedo olvidarla porque me hicieron unas preciosas fotos sentada en esa escalera. Y luego, cuando salí al escenario, un gran orgullo de ver qué precioso teatro tenía Bilbao», explica con exactitud, aunque advierte que su cabeza «funciona mejor enfocada al presente y al futuro».El impacto del Arriaga que nacía ese 5 de diciembre después de un prolongado periodo de obras -varios años de cierre para remodelar el edificio de Rucoba- era compartido por todos los protagonistas de aquella velada.Cecilio Gerrikabeitia, presidente de la Sociedad Coral de Bilbao, mantiene en su memoria los detalles del concierto como si se hubiera celebrado ayer. «Fue algo muy importante, porque además de recuperar la maravilla del Arriaga, estábamos con la emoción lógica del centenario de la Coral, nuestro centenario. Habíamos estado en Puerto Rico aquel verano y en cierta medida le ‘‘salvamos’’ al Ayuntamiento la programación inicial con una obra infantil de Britten y el ‘‘Requiem’’ de Verdi. Hasta íbamos a hacer ‘‘Carmina Burana’’ pero se aplazó hasta marzo», explica.Es cierto, como reconoce también Andoni Olivares, director de programación del Arriaga, que aquellos primeros meses del teatro fueron muy musicales, «muy de la Coral». Hasta que un poco después llegó el teatro con una obra experimental del Centro Dramático Nacional, ‘‘5 Lorcas 5’’, protagonizada por Antonio Banderas y Nacho Martínez. «Ha debido de ser una de las pocas actuaciones de Banderas en el teatro -señala Olivares- y él alguna vez lo ha recordado cuando ha venido por aquí».Todo el mundo coincide en que el teatro fue un auténtico trampolín para muchos artistas que después se han convertido en estrellas. El gran barítono andaluz Carlos Álvarez, que tuvo su oportunidad en el Arriaga dirigido por Luis Iturri, siempre lo reconoce, igual que Luis Lima o Víctor Ullate, cuya compañía realizó su estreno absoluto en Bilbao en abril de 1988.
El Arriaga viajero
Realmente, el Arriaga ha acogido numerosos espectáculos procedentes de distintos lugares y, durante una época paseó el nombre de Bilbao por diferentes escenarios internacionales.Montajes como la ópera ‘‘Carmen’’, con diseño escenográfico del pintor García Ergüin, o distintas producciones líricas, viajaron a varios países en forma de intercambio, del mismo modo que a Bilbao llegaban grandes figuras. Mikis Theodorakis, por ejemplo, presentó personalmente en el Arriaga su ‘‘Canto general’’ en el 89 y preparó una ‘‘Medea’’ en forma de ópera cuyo estreno mundial se realizó en octubre de 1991 también con escenografía de Iturri.En el campo de la ópera, en estos 20 años han pasado por Bilbao todos los grandes. Desde Plácido Domingo -en ‘‘Otelo’’- hasta Montserrat Caballé, Victoria de los Ángeles, Pilar Lorengar, Samuel Ramey o José Carreras, entre otros muchos. Lo mismo ha ocurrido con la danza -memorable la presencia de Roland Petit, Lucía Lacarra, Maya Plitseskaya o los grandes ballets europeos y americanos-, con los grandes solistas ya historia de la música -Narciso Yepes, Nicanor Zabaleta- o con las orquestas sinfónicas.Por supuesto, la programación ha atendido siempre el teatro y así se pudieron ver la ‘‘Yerma’’ de Nuria Espert y Víctor García, o ‘‘Enrique IV’’ con José María Rodero, además del estreno absoluto de uno de los últimos textos de Antonio Buero Vallejo, ‘‘Música cercana’’, al que asistió el autor en agosto de 1989. Con el paso de los años esa vocación teatral ha llevado al Arriaga a poner en pie sus propias producciones, ‘‘Hamlet’’ y ‘‘La Tempestad’’, dirigidas por Lluís Pasqual. También ha acogido a grandes actores como Josep María Flotats o José María Pou, Premio Nacional de Teatro, con ‘‘La Cabra’’.
La recuperación de Bilbao
En definitiva, los protagonistas de aquel 5 de diciembre de 1986 recalcan el punto de inflexión positivo que el Arriaga representó para Bilbao. «Su recuperación, comenta Cecilio Gerrikabeitia, fue muy importante Entonces no existían ni Euskalduna ni el Guggenheim ni había comenzado el resurgimiento posterior de Bilbao, así que supuso un impulso cultural, una salida tras las trágicas inundaciones del 83 y un espaldarazo al Casco Viejo».Joaquín Achúcarro, que el pasado año volvía a actuar en el Arriaga nada más recibir el premio Vasco Universal, insistía en «lo fantástico» de la oferta cultural del teatro. «Estoy seguro de que en el subconsciente de todo bilbaino o bilbaina hay una parcela que se llama Teatro Arriaga», dice. «Y por muchos años», concluye el gran pianista.

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