23 de març 2006

Ramon Oller entra en el mundo de Lorca con una dura visión de 'La casa de Bernarda Alba'

la vanguardia
21 de març de 2006

El coreógrafo critica la política cultural de la Generalitat, de la que se siente marginado

MARINO RODRÍGUEZ
BARCELONA
Ramon Oller estrena pasado mañana en el Mercat de les Flors su nuevo montaje con la Companyia Metros, Bendita. Se trata de una versión de La casa de Bernarda Alba con la que el coreógrafo catalán accede por primera vez al mundo lorquiano. Según Oller, su montaje es "una visión muy dura" de una pieza ya de por sí trágica que habla "de la castración, del encierro, de la claustrofobia, de la tortura de vivir bajo las imposiciones de otro". La obra usa como base musical temas de cante jondo, la mayoría interpretados por mujeres como Pepa de Benito o Carmen Linares. El baile flamenco también está presente en la coreografía de Oller, "aunque visto a través de las montañas de Montserrat", puntualiza. La pieza "juega con el teatro y la danza de una forma experimental" y los textos, extraídos de la obra, "tienen un papel muy importante". Destaca Oller el esfuerzo realizado por las protagonistas de Bendita, por los papales tan trágicos que encarnan, en especial Mari Carmen García (Bernarda) y Elisa Crehuet (Poncia) y Ana Criado y Sau Ching (Madre Bernarda). Para Oller esta última "es la más libre de todas, aunque se pasa toda la obra atada actúa sin pudor y sin tapujos". A diferencia de la obra de Lorca, en la que sólo aparecen mujeres, Oller introduce en escena varios bailarines. Uno de ellos es Pepe el Romano, el objeto del deseo de las hijas de Bernarda. Recuerda Oller la época tan conflictiva en que se creó La casa de Bernarda Alba, en 1936, y que Lorca no la vio en escena al ser fusilado y añade "hoy vivimos un momento que me recuerda a aquel, en el que la República fue liquidada y vinieron cuarenta años de dictadura. Espero que no nos pase lo mismo, pero...". El pesimismo de Oller se extiende a la política cultural de la Generalitat, de la que se siente injustamente marginado, especialmente en el reparto de subvenciones. "Tras veinte años de dirigir una compañía estable de veinte personas, cuando otras tienen sólo cinco, me toca una parte de ese dinero público que esos políticos creen suyo... Pero parece que yo no soy en absoluto importante en este país".

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