01 de març 2006

El teatro apasiona y asusta porque envenena"


el país
26 febrer 2006


AURORA INTXAUSTI
Madrid

ENTREVISTA
GERARDO VERA Director del Centro Dramático Nacional
Gerardo Vera, en el escenario del teatro Valle-Inclán, del Centro Dramático Nacional, en el que se representa Divinas palabras. (CRISTÓBAL MANUEL)
"Los clásicos son la conciencia de su época. Eligen, casi siempre, al hombre como eje de reflexión y al hombre lleno de contradicciones"
"El CDN tiene que ser conocido como punto de referencia del rigor profesional y de apertura a todo tipo de creación"
"Divinas palabras' y 'Luces de bohemia' son los dos exponentes del teatro de Valle en los que se ve su talante contemporáneo"
La peculiar lectura que desde joven hizo de los textos de Ramón María del Valle-Inclán le llevó a Gerardo Vera (Miraflores de la Sierra, Madrid, 1947), director del Centro Dramático Nacional (CDN), a descubrir que el dramaturgo gallego fue capaz de llevar la lengua castellana a lugares insospechados y a convertir seres ínfimos en personajes extraordinarios. Esta semana se ha inaugurado en Madrid el teatro Valle-Inclán, la nueva sede del CDN, con la obra Divinas palabras. El responsable del gran centro de teatro de España pretende que sea conocido como "punto de referencia del rigor profesional y de apertura a todo tipo de trabajo creativo relacionado con el mundo de la escena".
Pregunta. ¿Qué le apasiona de la obra de Valle-Inclán?
Respuesta. Su modernidad. Divinas palabras me lleva persiguiendo desde mis años de estudiante de Filología Inglesa en la facultad. La dirigí en el TEU, luego la quise hacer con una empresa privada pero no pude conseguir el dinero porque era una producción muy cara. Cuando la ministra de Cultura, Carmen Calvo, me nombró director del CDN, tuve claro dos cosas: que este nuevo centro se iba a llamar teatro Valle-Inclán y que lo iba a inaugurar dirigiendo Divinas palabras. ¿Por qué? Porque Divinas palabras, junto con Luces de bohemia, son los dos exponentes del teatro de Valle en los que se ve con más claridad su talante contemporáneo. Refleja en sus textos un mundo rural y casi feudal, como es la Galicia de principios de siglo XX, pero de repente lo trata con todas las coordenadas, dramática y estéticamente, que lo hace susceptible de ser montado con una visión absolutamente moderna, cosa que no es fácil de encontrar.
P. ¿Qué elementos dramáticos le llegan a deslumbrar?
R. Viendo la obra te das cuenta de que emplea un lenguaje muy popular, que se basa en expresiones de una Galicia muy profunda y atrasada pero la magia, el talento, hace que eso lo convierta en un texto esencial. Cuando oyes un diálogo de Valle-Inclán te explicas cómo con tan poco se puede contar tanto. Hay espectáculos, como ocurre en la ópera, que no los puedes vaciar. Si se hace Il trovatore, de Verdi, como la música es tan descriptiva tienes que realizar una puesta en escena tradicional, pero Valle-Inclán lo puedes poner en un escenario vacío y no echas de menos nada, porque la temperatura poética la da el propio actor con el lenguaje. Es muy difícil encontrarte con un texto de 1920 con estas características. Toda la producción se hace con una pared, un árbol y 23 actores, y es una obra que transcurre en cementerios, iglesias, campanarios, playas, pórticos, frondas, quintanas... No hace falta nada más.
P. ¿Qué supone para este país tener esta nueva sede del Centro Dramático Nacional?
R. Tener un centro de experimentación que no esté sometido a las leyes implacables del mercado y donde los creadores y el público podamos tener acceso a obras que desde la iniciativa privada nunca se podrían hacer. Esta Divinas palabras es un claro exponente de ello. Se trata de dar trabajo a muchos y variados actores, el mayor número de profesionales. Dar sitio a autores no consagrados que vienen de centros de producción independiente, de empresas privadas con pocas posibilidades económicas. En ese aspecto, es una casa de todos en la que se puede experimentar y moverse por los terrenos de la creación. Es algo, también, en continuo desarrollo. Tenemos que girar por el territorio nacional, salir con esta obra y con diferentes producciones a otros lugares de la geografía española. El CDN es el punto de referencia para entender la cultura de lo público.
P. ¿De dónde surge su permanente defensa de lo público?
R. Cuando ves el patio de butacas lleno de gente de todo tipo viendo obras como Divinas palabras o Madre coraje te das cuenta de que estás elevando el nivel intelectual de los ciudadanos porque les estás acercando a un mundo que muchos no conocían. Vivimos en un país desculturizado y la cultura a veces no ha calado como elemento fundamental del ser humano y se contempla más como acontecimiento social. En el barrio en el que está el CDN, el de Lavapiés, uno de los de mayor mestizaje de Madrid, hay que hacer un esfuerzo para que no se vea como algo extraño. He encargado al dramaturgo Ignacio García Maer un espectáculo en el que se aborden los problemas de un barrio como éste, y eso también es el CDN, no sólo hacer Divinas palabras.
P. ¿Qué encuentra en los clásicos para regresar a ellos?
R. Son la conciencia de su época. Ellos eligen, casi siempre, al hombre como eje de reflexión y al hombre lleno de contradicciones. Te puedes encontrar, aprender, y puedes crear con ellos el acto de comunicación y libertad más impresionante que es la relación del actor con el espectador. Son capaces de realizar una reflexión sobre el ser humano que hacen que sigan diciendo cosas más interesantes que un autor contemporáneo. Eso no quiere decir que no haya grandes dramaturgos actualmente y que estén aferrados a la realidad con conciencia, como pueden ser Juan Mayorga o Tony Kushner. Este último, por cierto, elegido por Steven Spielberg para el guión de Múnich, y cuando ves la película te das cuenta de la genialidad del director al haber seleccionado al mejor autor dramático de su generación en EE UU para ese trabajo. No puedo negar que sigo teniendo una cierta dualidad: por un lado, me fascina lo contemporáneo, pero también necesito ver las cosas con la distancia del tiempo.
P. ¿Cuáles fueron sus fuentes de inspiración para dedicarse al mundo del arte?
R. Desde que tenía 16 años empecé por cuestionarme el mundo, a partir de cuestionarme la sexualidad. Tuve grandes profesores en la facultad y en la vida y, sobre todo, la gran suerte de haberme encontrado con personas del teatro como José Luis Alonso, Adolfo Marsillach, Francisco Nieva, que me abrió los ojos al mundo de la escenografía desde una dimensión poética y contemporánea como nunca lo había hecho, Narros, o Gómez. En el cine, a Gutiérrez Aragón, Saura, Trueba o Bardem. Hay que rodearse en la vida de los mejores para aprender.
P. ¿Ante qué género artístico se rinde?
R. Soy muy agradecido a la escenografía porque me ha permitido llegar adonde estoy, pero ahora me aburre, me cansa. El cine ha sido y es mi gran pasión, pero ahora tengo grandes dudas, no sabría decidirme entre el cine o el teatro. Dirigir en cine Segunda piel supuso un golpe muy fuerte y un reconocimiento para expresar una historia, y Divinas palabras en teatro me ha abierto las puertas a algo que yo soñaba desde que tenía 20 años. El teatro posee una familiaridad que creía perdida. Ahora diría que me rindo ante el teatro con mayúsculas y ante el cine con una buena historia.
P. ¿Qué veneno tiene el teatro?
R. Creo que es lo más parecido a una pasión amorosa. En el teatro dependes de cada uno de los actores que se suben al escenario, la fragilidad del ser humano la tiene el teatro. Apasiona y asusta porque envenena.
P. España cuenta con grandes actores de teatro y buenos dramaturgos. ¿Cómo se explica esos años en los que los teatros estaban vacíos?
R. Tenemos excelentes actores y yo he mezclado a grandes profesionales consagrados con otros jóvenes de gran talento, y la mezcla es explosiva. Hay gran talento en este mundo y cuando se hace bien, las salas se llenan. Hubo un momento bajo, coincidiendo con el Gobierno del Partido Popular, en el que se hicieron una serie de obras que alejaban al público y se fue degradando un poco el nivel. Se consolidó un público más conservador y se alejó a otro más inquieto. Eso tuvo su contrapartida: hubo un auge de salas alternativas y se formaron actores de gran calidad interpretativa. Ahora se ha podido constatar que en las representaciones de Infierno, de Tomaz Pandur, se ha visto en el patio una gente muy joven, y eso es importante.
P. ¿Cuál es su meta con el CDN?
R. Que sea conocido como punto de referencia del rigor profesional y de apertura a todo tipo de creación. Voy a tratar de que sea un escaparate donde se pueda experimentar y comunicarse con la sociedad. Estamos en conversaciones con directores importantes como Simon McBurney, Daniel Beronese, Javier Dualte y Declan Donnelan para que trabajen con actores españoles en las dos próximas temporadas. Y en un par de meses se celebrará un taller de dramaturgia en el que autores europeos debatirán sobre el mundo del teatro.

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