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12 de febrer de 2009
Por Antonio Castro
Hace 15 años apareció en Canadá el 'Cirque Eloize' para ofrecer una imagen distinta del mayor espectáculo del mundo. Estos días aterriza en el teatro Gran Vía de Madrid con su nuevo espectáculo 'Rain', con el que sorprende, emociona y divierte a los espectadores. Circo desde un escenario teatral sin perder su esencia.
“La felicidad es como la lluvia: aparece de improviso y se va cuando quiere”. Eso afirma uno de los personajes de este mosaico de recuerdos plasmado en imágenes, con fondo musical teñido de nostalgia y melancolía. Se supone que una compañía circense ensaya su nuevo espectáculo en un teatro pero el espectador contempla una sucesión de números extraordinarios.
Riesgo y belleza
No faltan algunos de los elementos tradicionales del circo: malabaristas, acróbatas, trapecistas, contorsionistas, saltimbanquis... los doce miembros de la compañía se reparten el arduo trabajo creando, además, escenas de una gran belleza sin necesidad de maquillajes aparatosos o vestuario suntuoso. El suyo es un trabajo a cara lavada. Los espectadores ven su esfuerzo, su calidad y se admiran ante la plasticidad que consiguen con una buena iluminación y unas sencillas telas. Se nota que el creador, Daniele Finzi, viene de una familia de fotógrafos.
“Troupe” excepcional
El 'Cirque Eloize' sigue a rajatabla la máxima del “más difícil todavía”. Algunos de sus números provocan gritos de admiración, como el mano a mano de dos forzudos, el juego de los aros CYR o la increíble contorsionista. El resto no desmerece. Cuando se requiere una colocación de aparatos se recurre al tradicional “pasillo”, aquel invento de la Revista española que consiste en representar breves escenas a telón bajado mientras se coloca el escenario. En “Rain” estas breves escenas están llenas un irresistible humor blanco.
Y llega la lluvia
Al principio se nos dice que el espectador debe imaginar la lluvia del título. Pero en el último número hace su aparición real el agua. Desde el suelo y desde el peine del escenario el agua empapa a los artistas. Estos logran imágenes impactantes, de extraordinaria belleza. No es extraño que, al finalizar, el público se levante de sus asientos en bloque para aclamar a la compañía. Una recompensa muy justa.
12 de febrer de 2009
Por Antonio Castro
Hace 15 años apareció en Canadá el 'Cirque Eloize' para ofrecer una imagen distinta del mayor espectáculo del mundo. Estos días aterriza en el teatro Gran Vía de Madrid con su nuevo espectáculo 'Rain', con el que sorprende, emociona y divierte a los espectadores. Circo desde un escenario teatral sin perder su esencia.
“La felicidad es como la lluvia: aparece de improviso y se va cuando quiere”. Eso afirma uno de los personajes de este mosaico de recuerdos plasmado en imágenes, con fondo musical teñido de nostalgia y melancolía. Se supone que una compañía circense ensaya su nuevo espectáculo en un teatro pero el espectador contempla una sucesión de números extraordinarios.
Riesgo y belleza
No faltan algunos de los elementos tradicionales del circo: malabaristas, acróbatas, trapecistas, contorsionistas, saltimbanquis... los doce miembros de la compañía se reparten el arduo trabajo creando, además, escenas de una gran belleza sin necesidad de maquillajes aparatosos o vestuario suntuoso. El suyo es un trabajo a cara lavada. Los espectadores ven su esfuerzo, su calidad y se admiran ante la plasticidad que consiguen con una buena iluminación y unas sencillas telas. Se nota que el creador, Daniele Finzi, viene de una familia de fotógrafos.
“Troupe” excepcional
El 'Cirque Eloize' sigue a rajatabla la máxima del “más difícil todavía”. Algunos de sus números provocan gritos de admiración, como el mano a mano de dos forzudos, el juego de los aros CYR o la increíble contorsionista. El resto no desmerece. Cuando se requiere una colocación de aparatos se recurre al tradicional “pasillo”, aquel invento de la Revista española que consiste en representar breves escenas a telón bajado mientras se coloca el escenario. En “Rain” estas breves escenas están llenas un irresistible humor blanco.
Y llega la lluvia
Al principio se nos dice que el espectador debe imaginar la lluvia del título. Pero en el último número hace su aparición real el agua. Desde el suelo y desde el peine del escenario el agua empapa a los artistas. Estos logran imágenes impactantes, de extraordinaria belleza. No es extraño que, al finalizar, el público se levante de sus asientos en bloque para aclamar a la compañía. Una recompensa muy justa.