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30 de gener de 2009
Redondo es taquillero desde hace 30 años.
El rostro de Francisco Redondo Mendoza es familiar para muchos granadinos o visitantes asiduos de la ciudad. Puede que su nombre no sea muy conocido, pero su cara es la que ven asomarse por el reducido cristalito de la taquilla del Isabel la Católica. Lleva 30 años atendiendo al público en la caseta que está delante del teatro municipal y luego dentro del histórico edificio. Tras tantos años vendiendo entradas, son muchas las historias y las anécdotas que ha vivido al otro lado del cristal.
Con 19 años empezó a trabajar como taquillero municipal, un oficio que también ejercía su padre, Francisco Mendoza Jiménez. En la actualidad comparte esta tarea con otro empleado y, a menudo, con otros colaboradores temporales que les echan una mano en las épocas de más ajetreo.
Con ayuda o no, el es el responsable de la venta de miles, miles y miles de entradas a lo largo de estas tres décadas. Un tiempo en el que se ha hecho amigo de alguno de los clientes asiduos. Por ejemplo, un residente de Santa Fe y amante del teatro que siempre que hay función tiene reservados los asientos 1 y 3 de la fila 7.
Pero no sólo con los clientes, también con los artistas que han pasado por el teatro ha llegado a establecer algunos vínculos de amistad. "No tenemos un trato estrecho pero muchos se pasan por la taquilla para preguntar cómo van las ventas o, simplemente, para saber dónde está la puerta de entrada al teatro para ellos", comenta el taquillero. A pesar de que el trato "no es estrecho", hay artistas que se han caracterizado por su especial gentileza y simpatía siempre que han hablado con él y a los que recuerda con especial cariño, entre los que destaca el nombre de Concha Velasco.
Y pese a los miles de entradas vendidas, Francisco Redondo reconoce que no tiene tiempo para ir al cine o al teatro. "Después de cerrar tenemos que hacer caja. Yo sólo puedo ir en vacaciones".
30 de gener de 2009
Redondo es taquillero desde hace 30 años.
El rostro de Francisco Redondo Mendoza es familiar para muchos granadinos o visitantes asiduos de la ciudad. Puede que su nombre no sea muy conocido, pero su cara es la que ven asomarse por el reducido cristalito de la taquilla del Isabel la Católica. Lleva 30 años atendiendo al público en la caseta que está delante del teatro municipal y luego dentro del histórico edificio. Tras tantos años vendiendo entradas, son muchas las historias y las anécdotas que ha vivido al otro lado del cristal.
Con 19 años empezó a trabajar como taquillero municipal, un oficio que también ejercía su padre, Francisco Mendoza Jiménez. En la actualidad comparte esta tarea con otro empleado y, a menudo, con otros colaboradores temporales que les echan una mano en las épocas de más ajetreo.
Con ayuda o no, el es el responsable de la venta de miles, miles y miles de entradas a lo largo de estas tres décadas. Un tiempo en el que se ha hecho amigo de alguno de los clientes asiduos. Por ejemplo, un residente de Santa Fe y amante del teatro que siempre que hay función tiene reservados los asientos 1 y 3 de la fila 7.
Pero no sólo con los clientes, también con los artistas que han pasado por el teatro ha llegado a establecer algunos vínculos de amistad. "No tenemos un trato estrecho pero muchos se pasan por la taquilla para preguntar cómo van las ventas o, simplemente, para saber dónde está la puerta de entrada al teatro para ellos", comenta el taquillero. A pesar de que el trato "no es estrecho", hay artistas que se han caracterizado por su especial gentileza y simpatía siempre que han hablado con él y a los que recuerda con especial cariño, entre los que destaca el nombre de Concha Velasco.
Y pese a los miles de entradas vendidas, Francisco Redondo reconoce que no tiene tiempo para ir al cine o al teatro. "Después de cerrar tenemos que hacer caja. Yo sólo puedo ir en vacaciones".