20 de maig 2007

Sobre vivir y sobrevivir

SALLY Y EMCEE ALEJANDRA RADANO Y ALEJANDRO PAKER, COMO EL MAESTRO DE CEREMONIAS, FUERON IMANES EN LA NOCHE DEL ESTRENO. DIEGO WALDMAN
13 de maig de 2007
La versión local del musical es similar al original de Sam Mendes. Se consagra Alejandro Paker, que logra ser el alma de la obra.
Cuando Cliff (Marcelo Trepat) llega a Berlín, la fiesta no terminó, pero se vislumbra que comenzó el final. Son los meses anteriores a la irrupción del nacionalsocialismo al poder, y la ciudad alemana no le dará al novel escritor norteamericano la paz que busca para redactar su novela. El Kit Kat Klub, el antro donde conoce a Sally Bowles, la inglesa con aires de grandeza pero cantante de poca monta, es la caja de resonancia en Cabaret, más un drama que una comedia musical, que llega a Buenos Aires sin tantos cambios con respecto a la puesta que Sam Mendes estrenó en Londres y luego llevó, en los '90, al mítico Studio 54 de Nueva York.En el imaginario colectivo argentino decir Cabaret lleva a pensar en Liza Minnelli. Bob Fosse, que sabía de cine pero mucho más de comedia musical, cuando adaptó Cabaret a la pantalla repartió las responsabilidades dramáticas, salvando las distancias, como hizo Costa-Gavras en Missing: los papeles de Minelli y Michael York (Sally y Cliff), los extranjeros, tenían más peso que los alemanes (como los de Sissy Spacek y Jack Lemmon con respecto a los chilenos en plena dictadura pinochetista). Son personajes metidos en una situación política que les es ajena, hasta que los toca. Importaba más qué les sucedía a ellos que a los habitantes naturales.En la versión teatral, el cambio se comprueba desde el afiche: el personaje central es Emcee, el maestro de ceremonias, y el peso dramático es repartido entre alemanes (nazis o no nazis, el judío Schültz, los integrantes del Kit Kat Klub) y la cantante y el escritor.El miedo a abrirse hacia el otro, a jugarse la vida por amor, a cambiar si fuera necesario es el tema central de Cabaret, al margen del trasfondo histórico, que pica a la historia y marca a sus personajes. La ingenuidad de unos y otros lleva a un desenlace que ya se sabe será fatal, con el amargo sabor de advertir que al no atreverse a ser lo que sintieron, no vivieron sino que sobrevivieron.Cabaret es un musical "de autor", comprometido, que no luce espectacular como El Fantasma de la Opera —en la noche del estreno se rumoreaba que en 2008, finalmente, la enorme araña de cristal caerá sobre alguna platea porteña— porque no lo es ni necesita serlo. Con letras y músicas de los mismos autores de Chicago y El beso de la Mujer Araña, se acerca más a Los Miserables que a los musicals con sobreabundancia de efectos.Las mesitas con veladorcito y cuatro sillas de madera que reciben al espectador tal vez ya no tengan el impacto que debieron tener para integrar platea y escenario, desde que Romay aprovechó la idea del Cabaret original y lo hizo el año pasado en su Victor Victoria —que en su estreno neoyorquino se veía en las butacas de un teatro tradicional sobre Broadway, a metros de Times Square—. Pero el concepto es el mismo: uno, ingresando a la sala, ingresa al cabaret.Las enormes piernas abiertas de una mujer, enfundadas en medias de red, abren el escenario. Como en Chicago, la orquesta —aquí, de señoritas y un par de señores, más el pianista y director, disfrazado de mujer— están en el centro y arriba del escenario, integrando más y más el espectáculo. La escenografía de Jorge Ferrari es despojada a medida que cambian los números (un sillón, una mesa, una silla y una lámpara que desciende es el ambiente de Cliff, que se retiran cuando la acción nos hace ingresar de nuevo al night club), con escaleras de caracol y mucho, mucho negro.Alejandra Radano es una cuando Sally canta —soberbia, compenetrada en el papel, su versión de Cabaret llegando al final es prodigiosa e impactante— y otra cuando actúa el personaje, como si transmitirlo le costara más. La intérprete de Chicago (era Roxie) demuestra ser una auténtica profesional. Alejandro Paker impresiona porque vive a Emcee todo el tiempo. El actor ha tenido una oportunidad enorme, y no la ha desaprovechado. El es el alma del cabaret y, aunque sepamos poco y nada del maestro de ceremonias, es Paker quien lleva la obra adelante. Tiene todo el futuro que se plantee.El resto del elenco tiene altibajos, y no por falta de apellidos (Patricia Echegoyen, Juan Carlos Puppo, Luz Kerz) sino por lo desparejo de las actuaciones. En el musical no basta cantar o actuar bien, sino se logra expresar el personaje, y las escenas de transición resienten el interés general. En cuanto al Kit Kat Klub, las performances son homogéneas, aunque conviene observar a la más bajita de las coristas —Flavia Pereda—, cuya altura como artista se vislumbra inversamente proporcional a su estatura física.

El pipican del Pati del Café Nou

La tarda vespre del divendres 1 de novembre vaig estar a punt de ser agredit (no sé si és la paraula correcte) per un gos mentre el propieta...