26 octubre 2007
Enrique Herreras
Enrique Herreras
El presente montaje ha llegado a Valencia, como aquel que dice, con el arroz algo pasado. Lejos ya de sus días de esplendor, cuando era el número uno tanto en la cartelera de barcelonesa, donde nació, como en la madrileña, donde recogió el exitoso testigo. Ésta última es la que, por fin, ha llegado, aunque con alguna ausencia reseñable, como la del actor Carlos Hipólito. Lo dicho, ya queda algo lejano el Premio Max (2005) que recibiera este texto de Jordi Garcerán, ya estrenado en bastantes teatros de América y Europa. Y, por si fuera poco, hace tiempo que desapareció de las carteleras su versión cinematográfica (El método). Pero, como también dijo aquél, nunca es tarde si la dicha es buena, y aquí está esta obra que tiene cuerda para rato. O más. Y a uno le gustaría que la clave del éxito de este montaje fuera la profundidad en el tratamiento del tema, de esos métodos de selección de los ejecutivos por las multinacionales, y los reflejos de la psicología humana en un mundo competitivo y repleto de falsas salidas de emergencia ante los problemas básicos de la vida.
Pero no, por ahí no van los aplausos del público, sino por verse éste envuelto en un escenario repleto de trucos teatrales. El tema queda en segundo plano cuando aparece la gran habilidad (o malicia) de Garcerán, para atrapar y sorprender al espectador, de principio a fin. Además, los personajes están afinadamente dibujados, y el posible dramatismo entra muy bien con unas ajustadas cargas de humor. La trama encierra a los personajes en una habitación y hace que, enseguida, el público entre también en esa situación, para jugar con las pistas que el autor va colocando. Hay un engranaje que funciona. También gracias a la segura dirección de Tamzin Townsend. Ha logrado que los intérpretes se hallen en un buen punto de cocción de matices. Ahí está notable textura de María Pujalte, la vis cómico-dramática de Jorge Roelas, y el verismo tanto de Jorge Bosch como de Eleazar Ortiz. Ojalá todo el teatro comercial contara con textos como éste, perfecto en su resolución formal. Otro gallo cantaría en la taquilla.
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