En Eco y Narciso, Pedro Calderón de la Barca vuelve a poner en el centro de su obra a un hijo que expresa su anhelo de libertad y la necesidad de asumir los riesgos de la vida. Narciso, que ha vivido aislado, necesita conocerse a través de la relación con los otros y reconocerse en la persona amada. Sin embargo, la maldición que pesa sobre él y el mundo de apariencias que reina en la Arcadia, le empuja a refugiarse solo; en el río, ahogado en sí mismo. ¿Quién más hay allí además de su imagen del otro lado del reflejo en el agua?, ¿qué le puede revelar ese espejo?
"y tanto me favorece, conociendo el amor mío, que se ríe si me río, y si lloro se entristece"
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